Cuando hablo de arte, me refiero a una teoría y a una práctica específicas para las que existe una cuestión de principio: están influidas por la ciencia y la tecnología. Y cuando hablo de ciencia y su especial tendencia a la experimentación, aludo a un concepto que es poroso y presenta una fuerte curiosidad por el arte. Siegfried Zielinski
En virtud de las restricciones de traducción, la obra de Friedrich Adolf Kittler (1943-2011), no ha sido relevada a la fecha como un “pensamiento de fronteras”. Su proyecto puede ser descrito como la trayectoria de un programa girando hacia una revuelta anti-hermenéutica que trasunta la cuestión de la antropología en una clave teológica desde su temprana obra. Sus huellas marcan un colosal silencio -un vacío- para las “humanidades mediales” (2017) de habla hispana (Crítica Cultural y Estudios Literarios). Kittler, teórico de los medios, filósofo de la tecnología y el arte, trasciende los enfoques fenoménicos y sus “atajos cognitivos” para comprender la tecnología desplazando la distinción entre prácticas discursivas y extra-discursivas, mediante una “ontología de los objetos”, ampliando las posibilidades de la técnica y la infraestructura de medios. Fundó la “Escuela de Berlín” en las ciencias de la información bajo el “giro medial”. Su intervención se relaciona con las “materialidades mediáticas” (medios, tecnología, códigos y la milicia) bajo el posthumanismo y su empresa posee cierto “parecido de familia” con autores de la talla de Bruno Latour y Dona Haraway.
A partir de Jacques Lacan, y especialmente, merced a la “distinción ” entre lo real, lo simbólico y lo imaginario, interroga la relación con la externalidad perceptible del individuo -lo real- y su internalidad consciente/inconsciente -lo imaginario-. Mediante el expediente del “materialismo medial” tiene lugar un proceso de recepción del posestructuralismo (Foucault y Derrida en derroteros “no homogéneos”), abriendo una “trastocación cognitiva” contra la hermenéutica que prontamente se expandirá al mundo anglosajón. Esto lo lleva a cuestionar la distinción del propio Foucault, autor al que sigue muy de cerca, por cuanto las máquinas constituyen acoplamientos de sentidos y estructuras expresivas al punto de emplazar el “campo hermenéutico”. El teórico alemán recupera el método arqueológico de Foucault, para analizar cómo los medios tecnológicos configuran condiciones de conocimiento y juegan un rol fundamental en los modos en que la historia se inscribe en varios cuerpos o materiales, así como se expresa, por ejemplo, en los dispositivos (Foucault, 1970; Jäger, 2001). Resulta llamativo el hecho de que algunas de las propuestas más influyentes en ese teórico provengan explícitamente del pensamiento de Martin Heidegger -dada la escisión entre ciencia y pensamiento-. En efecto, cuanto el autor de La verdad del mundo técnico (2019), con su propuesta de “expulsar al Espíritu de las Ciencias del Espíritu”, cristalizada en el materialismo de teoría de la información, reconoce a Heidegger como una de sus principales influencias (so pena de que el pensar meditativo no es ciencia). Con vistas a ello, es posible hablar de una herencia o legado materialista del autor de Ser y Tiempo. La reconstrucción histórica que Kittler ofrece apunta no solo a desmitificar la literatura (y filosofía) alemana del siglo XIX, develando sus condiciones técnico-materiales de surgimiento. A la sazón se propone echar por tierra la hegemonía de la Hermenéutica como paradigma en las “Ciencias del Espíritu” en una hibridación con las Ciencias de la Naturaleza conducente a una nueva semántica. Tal empresa radicaliza un enfoque tecnicista donde “solamente es aquello que se puede encender, apagar o conectar” (1993: 182). Con ello propone que el orden fundamental de lo que hay no es sino, el de las técnicas de la información. En relación con esto, Kittler ofrece una reelaboración del diagnóstico heideggeriano sobre la época técnica1*, es decir, sobre nuestro presente, donde existe un especial énfasis en los procesos técnicos en la generación de sentido
En un capítulo titulado, La distancia entre el signo y el ruido, sostiene que las materialidades de la comunicación “…sólo tienen sentido cuando han quedado claras dos cosas: en primer lugar, que no hay ningún sentido que carezca de portador físico, como los filósofos y los hermenéuticos han buscado siempre entre líneas. En segundo lugar, no hay ninguna materialidad que en sí misma sea información y pueda producir comunicación” (2017). Incluso es posible tomar un ejemplo desde la obra kitllereana. En opinión del autor el surgimiento del psicoanálisis, se explica por la masificación del cuento infantil, donde es la creación de la figura de la madre quién -cual máquina de escribir- es la encargada de enseñarle la lengua al niño. Ergo, el psicoanálisis, con su carga semiológica, es el resultado de un proceso material de semiologización del rol materno (Kittler, 1990).
Lo anterior comprende un recorrido histórico-epistemológico desde la máquina de escribir hasta el computador. Para el autor las máquinas, lejos de su mudez, se apoderan de aquel registro de lo simbólico, y ello representa el único camino que le cabe al ser humano, para continuar vinculando lo real a lo imaginario. En suma, se trata de adherir al mundo de las máquinas sin ceder a la “tesis de la alienación” (intereses dominantes de la tékne), ni comparecer al apocalipsis del desencantamiento, sea como intersubjetividad e intenciones en Ciencia y Técnica como Ideología (Habermas, 1986), o bien, a la melancolía de la escuela de Frankfurt -la impronta Marcuse-Adorno- en su traducción como híper industria cultural para el caso latinoamericano. Ya sabemos gracias a Deleuze que toda materia es expresiva y toda “máquina deseante” es un flujo de deseos (agenciamientos, subjetividad y cuerpos).
Para Kittler, en tanto arquitecto del Chip, los medios determinan mundos mediáticos liberados de los miedos a la cosificación del sentido. La obra de arte en la era de la reproductibilidad técnica (1932), célebre ensayo de Walter Benjamin, y La pregunta por la técnica (1954), el famoso texto de Martin Heidegger, son los precursores de una serie de ensayos que alientan el trabajo de Friedrich A. Kittler. Para el autor del “giro medial” determinan nuestra situación. Dicho de otro modo, el ser humano acoplado a la tecnicidad radical se habría transformado en algo otro. En suma, debemos abrazar formulaciones distintas a las figuras gemelas de la antropología y el humanismo. La tecnología parece ser más una condición que una intervención ajena que se impone como elemento externo, a saber, un a priori antropológico. Si bien, los medios pueden ser concebidos como objetos plenamente discursivos, autores como Kittler sostienen que el análisis se ha visto restringido (caso de Michel Foucault), esencialmente, porque sus descripciones limitan la producción de discursos y terminan relegando el estudio de las fuentes, los destinatarios y los canales que la posibilitan.
Según nuestro autor, no podemos entender a los medios como una intervención ajena a las condiciones humanas, pues los medios determinan nuestra situación. La perspectiva poshumanista de Kittler que también augura -o al menos desliza- obsolescencias programadas, chatarras tecnológicas, pilas de basura, desperdicios industriales que, en el trabajo de Jussi Parikka, (antropobsceno), como así mismo, en Flavia Costa (Tecnoceno, 2021), permiten repensar el lugar del desarrollo técnico/infraestructural de los medios en la sociedad contemporánea. A contrapelo del enfoque apocalíptico antes descrito, las máquinas, o el desarrollo tecnológico se convierten en el registro necesario de nuestro vínculo ante el mundo. Por ello, cree que no es posible escindir los desarrollos técnicos de la constitución de la cultura.
En su obra “lo técnico” no puede ser leído como un opuesto de lo humano, sino, ante todo, como algo co-constitutivo. Entonces, cultura y técnica son reelaboradas a la luz de una historia de los medios (técnica) que no pretenden oponerlos o mantenerlas como unidades que se repelen o excluyen mutuamente. De ese modo, la cultura no puede abstraerse del entorno técnico que por esos años se volvía con la globalización cada vez más creciente. En esa dirección, la cultura tiene un nudo recursivo con el ambiente técnico. Una de las tendencias más representativas que aparece en ese momento es la “filosofía de los medios” en el marco de la estética alemana donde los medios técnicos constituyen la cultura. Frente al pesimismo de la Kulturkritik, la tendencia de la filosofía de los medios afirma que no se puede pensar en la cultura, si no es a partir de la técnica como fundamento propio de la misma. Al pasar esto último representa una crítica radical al “boom distópico” de los estudios culturales.
Kittler observa una autonomía en la tecnología y, por lo tanto, discrepa de las tesis de Marshall McLuhan -sobre los medios- como meras extensiones del hombre: los medios no son pseudópodos para extender el cuerpo humano. Según Jussi Parikka2**, “la arqueología de los medios hurga y remueve archivos de texto, visuales o auditivos, así como colecciones de artefactos, enfatizando en las manifestaciones discursivas y el material de la cultura. Estas exploraciones se mueven con fluidez entre disciplinas, aunque no se instalan definitivamente en ninguna de ellas” (Parikka, 2011)
Por fin, el propio Parikka sostiene que, en la amplitud de textos reconocibles dentro de las arqueologías mediales, se pueden encontrar distintas vías y entendimientos de los problemas entorno a las materialidades que, sin intención de profundizar en una explicación detallada de ellas, podrían identificarse según si se refieren a materialidades de prácticas culturales materialidad desde medios tecnológicos y materialidades de materiales. El teórico finlandés “ve en el cruce de la teoría de medios con el debate del nuevo materialismo la posibilidad de dar sentido al continuum entre los aparatos mediáticos como herramientas comunicativas y la materialidad en su acepción de alta tecnología y a la vez residuo obsolescente”(2017).
NOTAS
1 Sobre la esencia de la técnica dice Heidegger “Cuando el más apartado rincón del globo haya sido técnicamente conquistado y económicamente explotado; cuando un suceso cualquiera sea rápidamente accesible en un lugar cualquiera y en un tiempo cualquiera; cuando se puedan experimentar, simultáneamente, el atentado a un rey en Francia y un concierto sinfónico en Tokio; cuando el tiempo sólo sea rapidez, instantaneidad y simultaneidad, mientras que lo temporal, entendido como acontecer histórico, haya desaparecido de la existencia de todos los pueblos, entonces, justamente entonces, volverán a atravesar todo este aquelarre como fantasmas las preguntas: ¿para qué?, ¿hacia dónde?, ¿y después qué?
2** Cabe señalar que el profesor Jussi Parikka hará una exposición en el Doctorado bi-institucional UFRO-UACH, titulada “Qué es la arqueología de medios, 10 años después”. (19 de abril, 10 h Chile).
BIBLIOGRAFÍA
La primera traducción al español de sus escritos, No hay software y otros ensayos sobre filosofía de la técnica, es de 2017 ha circulado de modo limitado por tratarse de una edición estrictamente académica. Universidad de Caldas.
Foucault, Michel, La arqueología del saber, México DF, Siglo XXI, 1970; Jäger, Siegfried, “Discurso y conocimiento: aspectos teóricos y metodológicos de la crítica del discurso y del análisis de dispositivos”, Barcelona, Gedisa, 2001.
La verdad del mundo técnico. Ensayos para una genealogía del presente. F.C.E, 2018.
“Discourse Networks, 1800/1900 de F. Kitller”. (1990). F.C.E. Stanford University Press, Stanford, California
Arqueologías mediales. Un diagnóstico de Jussi Parikka. Máquinas Arqueológicas. En Cuadernos de estudios visuales y mediales, 2017. Universidad de Chile.
Rubio, Roberto. El legado materialista de Heidegger. Veritas 44. Diciembre, 2019