El presente escrito aborda el arte sonoro a través de la imagen de unos inmensos arenales. Con esta imagen, se ilustra la dificultad que se encuentra al querer definir el arte sonoro y someterlo a una caracterización. Para ello, se interroga la expresión arte sonoro estableciendo sus nexos con las vanguardias artísticas de la primera y segunda mitad del siglo XX. Esto conduce a un análisis del modo en que se modifica la noción de experiencia respecto a lo que se entiende por arte y a la importancia que cobra la noción de experimentación en las prácticas musicales de los años 50 y 60. El cruce entre experiencia y experimentación se hace evidente en la importancia que el sonido cobra más allá del ámbito musical, particularmente en las prácticas artísticas que hacen de la ciudad su centro. La ciudad se convierte en una gran máquina estética con la que el arte sonoro entra en diálogo. En este diálogo se pueden esbozar algunas de las formas que los arenales del arte sonoro dibujan en la ciudad.
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Fuente: Arte y políticas de identidad, Nº. 7, 2012, pp. 15-28.
Imagen principal: Rusudan Khizanishvili, Collecting sounds.