En las últimas décadas, una parte relevante de los esfuerzos gubernamentales públicos y privados se han abocado a desarrollar tecnologías para la recolección, el almacenamiento y el análisis de datos acerca de los vivientes. Por un lado, datos sobre sus dotaciones biológicas, como en la biometría o en los bancos de datos genéticos. Por otro, los datos sobre sus “formas de vida”: sus hábitos de consumo, sus ideas, sus opiniones e incluso sus emociones, como en el datamining y en las diferentes operaciones de gestión de las conductas de poblaciones y públicos. Propondré aquí que entre la “gubernamentalidad algorítmica” y la “vigilancia biológica” se tiende una de las grandes líneas de fuerza de la que pende, hoy, la grilla de inteligibilidad gubernamental acerca de qué somos y qué podemos ser y hacer los vivientes.