Raquel Abend van Dalen / Tres poemas

Literatura

A los muer­tos no se les deja entrar a la iglesia.

Qué­dense jugando en el jardín,

que los adul­tos esta­mos hablando.

Sien­tan los gusanos lamiendo la piel,

el sol lijando los huesos.

Sé que alguien escucha

estos him­nos que

me han enseñado a pronunciar

antes de mi nacimiento

alguien debe enten­der este idioma de nadie

que a nadie pertenece, que

desde la nada invocamos

-¿Estás ahí, Padre, escuchán­dome can­tar? Yo escu­cho tu res­piración. Huelo ese aliento a lengua dis­ecada. Es como la carne de vaca, pero más dulce.

Silen­cio

-¿Y esos ojos de vaca, tam­bién son tuyos? Te he visto en las estampi­tas, en los cuadros y estat­uas. A veces los tienes azules. Otras, negros. Son redon­dos, ras­ga­dos, caí­dos, dos pelotas que se des­bor­dan por una ranura, un trazo, un corte en la carne.

Silen­cio

–Tu lengua perdió su san­gre hace mucho. Yo lo sé. Está con­ser­vada. La he visto. No ha enve­je­cido un día. No se descompone.

Pausa

Las niñas católi­cas están confundidas

sen­tadas en los ban­cos de la salida

son las 12 pe eme y sus madres están en camino

se arre­man­gan las fal­das para lucir sus muslos

y bajan las medias a los tobillos

pues las canil­las tienen la misma importancia

quizás ten­gan pri­or­i­dad a los ojos de uno o dos

y ellas están viendo el cielo incen­di­ado, su aridez,

y pen­sando en las pro­fun­di­dades de la tierra

ocul­tas por la fri­al­dad del agua.

Los dibu­jos de sus bib­lias esco­lares nunca utilizan

el rojo para el cielo y el azul para el infierno

por eso bus­can sus pris­ma­color y cal­can

las nubes siem­pre infla­madas en la puerta de salida.

Alguien acabó con el azul.

Fuente: Revista Crítica

Imagen principal: Mircea Handabura, here.

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