I. Relieve
Para comenzar, se quisiera relevar el siguiente pasaje de Catherine Malabou que, pensamos, es el gesto filosófico que se disemina en toda su obra (o podría) y que será, de igual forma, un principio filosófico mayor; una estructura fundamental del pensamiento, si se quiere.
Escribe en su libro ¡Al ladrón! Anarquismo y filosofía “¿Cómo cavar el relieve de una diferencia en la superficie?”1.
El pasaje no se revela por sí mismo. Hay, justo, que “cavar”. Va de intuir geografías e intensidades simultáneas, napas subterra y agenciamientos superficiales, dérmicos; todo ocurriendo en el sobresalto de una genealogía supuesta en la que encontraremos –o no– alguna respuesta; genealogía en “relieve” que es, sin embargo, el exceso de una diferencia; la suplementariedad en la que se resuelve la ausencia de cualquier repetición y en la que hacemos frente a la singularidad absoluta.
Aquí es donde habría que rastrear y es la invitación que nos hace la filósofa: entrar en lo insondable del pensamiento a través de topografías que se vuelven marcas de acceso; claves que nos autorizan a comenzar la excavación a ingresar a ese relieve que se “anarquiza” de la superficie, la estructura, la forma y que, desde entonces, irá siempre siendo en su decodificación/deconstrucción (aunque esta última palabra genere “tensiones familiares”).
II. No me llamen anarquista
En el texto ¡Al ladrón! la filósofa desarrolla una crítica frontal a diferentes autores contemporáneos tales como Schürmann, Levinas, Derrida, Foucault, Agamben y Rancière. Esta crítica es fruto de la excepcional sistematización por parte de Malabou de los pensadores anarquistas del siglo XIX, así como de la profundización que hace de sus obras, dando cuenta de una interpretación también inédita considerando que no son identificables fácilmente, al menos en la literatura disponible, trabajos tan finos y de tal alcance en el pensamiento actual, se insiste, sobre lo que fue la sustantiva y vasta obra de los anarquistas del XIX. Esto le permite avanzar en una crítica radical y de largo aliento a los filósofos llamados «posestructuralistas» en relación a su auto-atribuido fuero para excluirse de ser “llamados anarquistas”.
Este resuelto análisis crítico parte con una pregunta: “¿Qué pensar entonces de los filósofos que declaran ‘no soy anarquista’ aun cuando la ‘anarquía’ es omnipresente en sus obras, hasta el punto de ser incluso, quizás, la última palabra?”2.
Malabou posiciona al anarquismo filosófico a la luz de la irradiación crítica para con pensadores que habrían bizcado la mirada cuando se les rotulaba de anarquistas. Aquí la filósofa asume una posición política clara y de gran arrojo, en la medida que cuestiona sin mucha metaforización a los que pueden ser considerados “filósofos mayores” del siglo XX.
Así expresa esta obliteración del anarquismo: “[…] si declararse marxista, para un filósofo, nunca ha sido ni es vergonzoso, llamarse anarquista es casi una indecencia, ya que el anarquismo se asocia inmediatamente con lo imposible, lo inalcanzable, la mezcla de violencia terrorista y de ingenuidad confusa”.3
Además de la excepcionalidad del trabajo en el ámbito referido, entre las múltiples tesis que se juegan en este texto, rescatamos que para la autora debería existir una diferencia cardinal entre lo ingobernable y lo no-gobernable, en el entendido que es justo en esta distinción que se podría dar un “[…] lugar de encuentro, de trabajo en común entre anarquí(a)ismo filosófico y anarquismo político”4. Lo que en principio apunta la filósofa es que en la mirada contemporánea se ha tendido a generar una distancia entre el anarquismo en su variante político-destituyente y su comprensión filosófica cuando, a su juicio, sería solo en el ensamble entre estas dos latitudes que una filosofía anarquista podría alcanzar su realización. Sostiene:
Lo no-gobernable no es lo ingobernable […] Lo ingobernable es y no es lo contrario de lo gobernable. Resiste y se opone a lo que supone, la prioridad del gobierno […] Lo no- gobernable no es lo contrario de la lógica de gobierno, no es lo que la contradice. Es lo otro. Lo otro en el (y no del) gobierno. La marca de su imposibilidad.5
Lo que parece intensificarse en Malabou en este punto, es que lo ingobernable puede monitorearse desde dentro del poder, al que llama gobierno. Como bien lo describe, lo ingobernable puede ser al mismo tiempo parte o no de lo gobernable, sin embargo no produce una fisura radical con el poder mismo de la gobernabilidad.
Lo no-gobernable, por el contrario, apunta más allá, en tanto no se despliega necesariamente contra los preceptos específicos del poder o de un tipo de gobierno, sino que de plano es lo otro; lo otro instalado en el corazón del gobierno, pero no lo otro del gobierno. En palabras diferentes y en la pista levinasiana, la filósofa apuesta a que lo no-gobernable es la alteridad (o lo otro) que genera una perturbación densificada o un vaciamiento del poder en sus diferentes fórmulas. Diremos “plasticidad”, tal vez la noción más importante en la obra de Catherine Malabou. Tal como lo escribe: “[…] parece que el significado de la plasticidad es anarquismo”6.
¿Podría ser la plasticidad aquello no-gobernable que, lejos de lo ingobernable, resiste y se disemina en su propia y anárquica toma y vaciamiento de forma?
Podríamos arriesgar que lo no-gobernable es la esencia de la anarquía. Esto, que puede resultar contraintuitivo en el entendido que el anarquismo es antiesencialista y se resiste a ser conminado en una suerte de ontología paralizante, se recupera como acción política y una forma de entrar en el mundo; toda vez que entendemos a Catherine Malabou como una pensadora que se sumerge en lo inextricable de la dimensión política misma, encontrado ahí las condiciones de posibilidad para la disidencia anárquica que no supondrá centralidad alguna sino que horizontalidad en la multiplicidad, la que no obedece a las obligaciones subordinantes del aparato estatal. O tal vez, pero de una forma más radical y al decir de Pierre-Joseph Proudhon: “La anarquía es el orden sin poder”7.
No se puede gobernar lo no-gobernable, o se le ignora, como lo apunta Malabou, o se le extermina. Entonces esenlo no-gobernable como principio de resistencia que podemos pensar al anarquismo en su condición de disidencia incorporada al mundo y en ningún caso marginal. Así como la plasticidad, el anarquismo sería el “[…] el exceso del porvenir en el porvenir”8; exceso de contingencia que siempre despuntará hacia un a posteriori. El anarquismo puede ser entendido en este sentido como contingencia y dilación, presencia y espaciamiento que desborda las fronteras del tiempo y el espacio puesto que reconoce al porvenir, lo diremos de este modo, como la potencia siempre en espera de su diferencia.
III. Una nueva libertad
Pensamos que así como el anarquismo desde la lectura de Malabou pretende romper la cadena vertical en el despliegue de las hegemonías, al igual que la plasticidad, lo que deja ver es una horizontalidad siempre en crisis (en el sentido de sus movimientos contrahegemónicos) que no puede, no podría bajo ninguna contingencia, ser gobernada. Esto, por cierto, podría ser asumido de igual forma como un principio anarquista.
Lo ingobernable se negocia, se incorpora, se ajusta; lo no-gobernable va ahí, alterando de forma notable –en una suerte de juego de formas y vaciamientos– aquello constituyente del poder y la dominación.
Es evidente que es imposible cerrar una discusión como ésta considerando que la obra de Catherine Malabou sobre el anarquismo no solo es amplia, vasta, enorme, sino que está en pleno desarrollo y es mucho lo que aún podemos esperar de esta filósofa central para el pensamiento contemporáneo. Sin embargo, constatamos de que sí es posible el anarquismo; uno que encuentre en la sistemática reaparición del porvenir como plasticidad el principio de lo que no puede ser fijado. El anarquismo es lo que queda o quedará; un después que no caduca en su vocación a la subversión, entendida ésta como esa íntima zona de resistencia que no es, obligadamente, su variante puramente política de acción desestabilizante que debería ocurrir en un “ahora” contra el Estado: “Lo no-gobernable se revela así después, como contraprueba de esa nada que es la imposibilidad de todo gobierno. El ‘Ser anarquista’, como afirmó Proudhon, es un neologismo para siempre”9, lo confirma Malabou.
De este modo el anarquismo, la plasticidad y lo no-gobernable son lo mismo, se unen y reúnen en una región donde la estructura no es, necesariamente, destruida sino vaciada (una cierta “anarquía de la desocupación”, podríamos proponer); inseminada de contingencia y resistencia que no dejará de tensar lo hegemónico desde su inacabable toma de forma que es un a posteriori y habitará en el corazón del porvenir.
Con todo, asumimos que la esperanza de Catherine Malabou habita en la activación (existencia) de aquel espacio en el que se reúnen la filosofía y el pensamiento anarquista. A partir de aquí emerge una contingencia posible; contingencia que es también una forma de resistencia en la diferencia; lo que nos llevaría a aspirar –de cara a un mundo azolado por un genocidio contra el pueblo palestino, los asensos totalitarios y el borramiento del (lo) otro– a una “[…] nueva libertad”10.
NOTAS
1 Malabou, C. Au voleur ! Anarchisme et philosophie, PUF, 2022, p. 18.
2 Íbid., p. 46.
3 Íbid., pp. 34-35.
4 Íbid., p. 51.
5 Íbid., pp. 51-52.
6 Malabou, C. Plasticity: The Promise of Explosion, Edimburgo, 2022, p. 317.
7 Proudhon, P. J. Les Confessions d’un révolutionnaire, pour servir à l’histoire de la révolution de février, Hachette/BNF, 2012, p. 14.
8 Malabou, C. El porvenir de Hegel,Plasticidad, temporalidad, dialéctica. Palinodia/La Cebra, 2013. p. 25.
9 Malabou, C. Au voleur ! op. cit.p. 395.
10 Ídem.
Javier Agüero Águila, Universidad de los Lagos
Imagen principal: Howie Tsui 徐浩恩, Retainers of Anarchy (Taohua Island), 2010

