Príscila T. Carvalho / Antropoceno, Capitaloceno, feminismo y colonialidad

Filosofía, Política

El informe de las Naciones Unidas del año 2023 ofrece un diagnóstico alarmante al advertirnos que nos enfrentamos a seis puntos de inflexión climáticos y de riesgo, cuya mayor consecuencia es la del deterioro de las condiciones de vida en el planeta que habitamos1. Si bien el “Holoceno” es el período aún presente de la Era Cenozoica en el que el planeta experimentó cambios que nos permitieron a los humanos habitarlo, fue precisamente debido a los cambios climáticos resultantes exclusivamente de las acciones humanas en el planeta que este período “Holoceno” se ha denominado Antropoceno, un concepto compuesto por dos palabras: anthropos (humano) y ceno (época).

Sería, por lo tanto, la era marcada por el protagonismo depredador de los mamíferos humanos en el planeta. Popularizado por Paul Crutzen en la década de 2000, el concepto fue desarrollado por Eugene Stoermer en su tesis doctoral de 1982. Crutzen busca diagnosticar aspectos específicos de las acciones humanas depredadoras, señalando la perforación de la capa de ozono por el uso excesivo de dióxido de carbono; los impactos de la Revolución Industrial; la deforestación y el monocultivo excesivo como las principales causas del problema en cuestión. Sin embargo, sostiene que la causa es la humanidad como especie, lo que contribuye a ocultar la verdadera causa y el responsable de tales acciones. Aceptar que la responsabilidad de las prácticas depredadoras recae en toda la humanidad nos exime de considerar las consecuencias, soluciones y responsabilidades, ya que el concepto conlleva un paradigma de análisis y no se presenta como un mero término geológico, sino que busca diagnosticar la causa de los impactos ambientales. En este ensayo propongo articular elementos de análisis decoloniales, ecosocialistas y ecofeministas para afrontar la principal causa de los impactos ambientales que azotan la vida en la Tierra: el Capitaloceno colonial.

El ecosocialista John Bellamy Foster (2005) adopta la perspectiva del materialismo histórico de la teoría del valor de Karl Marx y su obra El Capital para explicar el papel central del capitalismo en la creación de un grave problema metabólico, que se trataría de la creación de una brecha —cruzada por la explotación y el agotamiento— en la relación entre los seres humanos y las otras formas de vida en la naturaleza. Si recurrimos al propio Marx en El Capital, encontramos que este desequilibrio metabólico que diagnosticó desempeña un papel estructurante en el modo de producción capitalista, ya que:

El predominio cada vez mayor de la población urbana, aglomerada en grandes centros por la producción capitalista, acumula, por un lado, la fuerza impulsora histórica de la sociedad y, por otro, distorsiona la interacción entre el hombre y la tierra, es decir, la devolución al suelo de los elementos que lo constituyen y que fueron consumidos […]. La producción capitalista solo desarrolla la técnica y la combinación del proceso de producción social en la medida en que socava las fuentes de toda riqueza: la tierra y el trabajador. (Marx, 2013, pp. 379-380)

Angus (2016) identifica además que la relación de agotamiento y explotación se dirige con mayor fuerza a los pueblos del sur, especialmente a las poblaciones indígenas, lo que exige la rendición de cuentas de la clase capitalista del norte. Considerar este funcionamiento como elemento estructurante del capitalismo lleva a Foster (2005) y a Angus a concluir que es urgente establecer una nueva relación productiva y social construida según un modelo socioeconómico socialista.

Estos análisis abordan las causas fundamentales del desequilibrio ambiental y climático y conducen al concepto de Capitaloceno desarrollado por Andreas Malm en 2009; posteriormente, adoptado por Jason W. Moore (2013; 2016); y, luego, difundido por Donna Haraway (2012) en conferencias públicas sobre la época geológica del carbón y el petróleo como causas del agotamiento ambiental. Moore argumenta, sin embargo, que los ecosocialistas como Marx crearon un dualismo cartesiano al referirse al capitalismo como creador de una fractura metabólica, ya que dicha evaluación, al defender la necesidad de reconciliar naturaleza y sociedad, presupone que son dos entidades opuestas.

En The Rise of Cheap Nature, Moore se inspira en Making Kin (2016) de Donna Haraway y propone una visión monista de la naturaleza humana, criticando el «abaratamiento de la naturaleza» (2016, p. 140). Todo en busca de un mejor concepto para el problema en cuestión. Haraway afirma que es “mucho más que un gran nombre […] Antropoceno, Plantacionoceno y Capitaloceno (un término de Andreas Malm y Jason Moore antes de convertirse en mío)” (2016, p. 140); Haraway busca nuevos parentescos y una identidad terrestre que vaya más allá del antropocentrismo humano aislacionista.

La presente hipótesis plantea que la estructura detectada por Marx y los componentes combinados por los ecosocialistas y Haraway pueden alinearse con las contribuciones ecofeministas y decoloniales de una manera analítica complementaria. Brevemente, dirijo los análisis de los ecosocialistas, Moore, y también los de Haraway y Marx hacia los propósitos ecofeministas decoloniales que adopto, buscando no solo responsabilizar adecuadamente al modo de producción económica del capitalismo como la fuente de los problemas geológicos del Antropoceno, sino también para demostrar que la suma de elementos materiales e ideológicos coloniales conectados sería la causa de la explotación y la dominación dirigidas a la naturaleza y a los pueblos del Sur Global.

Mi interés principal es combinar el pensamiento y el imaginario anti-Capitoloceno en sus aspectos inmateriales y materiales, como intenté hacer más a fondo en Materialist, Decolonial, and Ecofeminist Antidotes to the Colonial Capitalocene (2024). Parto del diagnóstico decolonial desarrollado por María Lugones (2014) para pensar en la aplicación material de la explotación a la dimensión colonial. Lugones contribuye a nuestro diagnóstico de la poderosa producción que resultó en la separación del ser humano de otras vidas desde la Modernidad Colonial y el Capitalismo Colonial Moderno, al comparar la clasificación y el trato colonial de las mujeres europeas con los atribuidos a las mujeres en Latinoamérica y África, demostrando la creación de un Sistema Colonial de Género, la filósofa destaca lo que sería la dicotomía central de la Modernidad Colonial: la dicotomía humano-no humano.

En palabras de María Lugones: “A partir de la colonización de las Américas y el Caribe, se impuso a los colonizados una distinción dicotómica y jerárquica entre humanos y no humanos al servicio del hombre occidental” (Lugones, 2014, p. 936). Lugones, al igual que Aníbal Quijano (1991), denuncia la deshumanización que también colonizó el conocimiento y las epistemes de los pueblos colonizados, tomando como justificación esta supuesta diferencia ontológica que estructuró la organización social impuesta por el capitalismo.

Más allá de esta producción de dominación y explotación colonial, concibo esta dicotomía como la base de la dominación del Capitaloceno, pero también como la base del especismo y, a su vez, la base del racismo colonial2. Todas estas, como podemos ver, son epistémica y ontológicamente sofisticadas por algunas ciencias y filosofías occidentales. Por lo tanto, las diferentes posiciones de quienes producen la ideología del Capitaloceno y de quienes se ven afectados por ella involucran tanto la base material capitalista como un escrutinio de parte de la producción de pensamiento y sus lógicas de opresión y dominación colonial. El modus operandi mapeado por Marx y la lógica colonial patriarcal y racista de clasificación ontológica y social mapeada por María Lugones convergen para componer el marco que proyecta la economía y la cultura en la producción de explotación y dominación, intersectada por una geopolítica perversa en la que los resultados de siglos de funcionamiento probablemente recaerán sobre aquellos cuyos cuerpos y existencias fueron utilizados para dicho funcionamiento, siempre como soporte y objetivo.

Al tomar la perspectiva de los ecofeminismos materialistas decoloniales de Maria Mies en Patriarcado y acumulación a escala mundial (1986), identificamos el papel de la explotación colonial de la naturaleza y de las mujeres en las sociedades esclavizadas-colonizadas de África como la base de la acumulación primitiva de capital de la clase capitalista europea, ya que según Mies:

Para ellos, la naturaleza era una reserva de materias primas, y las mujeres africanas, aparentemente, una fuente inagotable de energía. La apropiación depredadora de esta fuerza de trabajo humana y su explotación mediante la violencia directa permitieron a la burguesía europea en ascenso acumular su primer capital de inversión. (Mies, 2016, p. 868)

La extensión de esta lógica del Capital a los pueblos periféricos ha resultado en la asociación entre ecocidio y genocidio, tanto a través de la explotación de humanos como de la explotación de suelos y semillas para la producción de alimentos, que está cada vez más contaminada. En una entrevista inédita, Vandana Shiva afirma que “la destrucción ecológica y la profundización de la pobreza a través del despojo son parte de los mismos procesos. El ecocidio y el genocidio resultantes son un proceso indivisible de violencia” (2024, p. 292). Shiva también destaca la enorme discrepancia entre el funcionamiento capitalista en la producción supuestamente agrícola y la producción agroecológica, que de hecho produce alimentos, porque

Contrariamente al mito de que los pequeños agricultores y sus sistemas agroecológicos deberían ser eliminados por su improductividad y que deberíamos dejar nuestro futuro alimentario en manos del Cártel del Veneno, los pequeños agricultores proporcionan el 80 % de los alimentos del mundo y utilizan solo el 25 % de los recursos destinados a la agricultura. La agricultura industrial utiliza el 75 % de los recursos y proporciona solo el 20 % de nuestros alimentos. (Shiva, 2024, p. 294)

Vandana Shiva, Maria Mies y María Lugones son pensadoras que hablan desde la perspectiva de Abya Yala y el Sur Global, dirigiendo sus esfuerzos a mapear y revertir lo que podemos agrupar según el conjunto de situaciones que evalúan: a saber, el asesinato de culturas, epistemes, cuerpos y cosmologías que han sido atacadas y que están en la raíz de lo que ahora denomino el “Capitaloceno Colonial”. Estas autoras advierten sobre la urgencia de mitigar el drama que los humanos, los animales y formas de vida del planeta están a punto de experimentar debido a las producciones materiales, cognitivas y culturales de este escenario del Capitaloceno. Ellas abogan firmemente por la adopción de una cosmología decolonial, argumentando que serían los pueblos de Abya Yala y África quienes tendrán las mejores razones —y condiciones— para apoyar un proceso de decolonialidad y la abolición de la distinción entre naturaleza y la humanidad.

Las configuraciones de parentesco de los amerindios y los pueblos de Pachamama establecen una relación anticolonial y no binaria con la Madre Tierra. Sus cosmologías no son antropocéntricas; no han sido alienadas por la lógica contrafáctica que jerarquiza las formas de vida de tal manera que no se desidentifican de la naturaleza teniendo como base sus características racionales humanas. Pachamama, de origen quechua, idioma hablado por pueblos andinos anteriores a los Incas, significaba los atributos proveedores y fértiles del Planeta, divinizados como Madre Tierra, Madre de todos/as, la diosa de la fertilidad. Otros nombres para esta misma función serían Tierra Mater, Gaia, Mahimata, entre tantos. No cabe, sin embargo, esencializar a las mujeres, por extensión o analogía a la maternidad del planeta, sino llamar la atención sobre el hecho concreto y material de que el Planeta es un organismo vivo como todos somos. Pachamama representaría, así, la vida que late y de la cual todos/as/es dependemos y necesitamos aliarnos. No por casualidad, los saberes de los pueblos indígenas representan el futuro, que es ancestral, pero también el presente necesario para evitar o posponer el colapso planetario. Por lo tanto, en términos políticos y ecofeministas, se puede comprender Pachamama no solo como referencia a la deificación de esas funciones y presencias vitales en las mujeres y en el Planeta, sino en la vida como un todo. Al hacer referencia a los Pueblos de Pachamama, me refiero no solo a los pueblos que la veneraban, sino también a aquellos que viven en respeto a los ciclos naturales del suelo y del Planeta sin causarle daño.

Desde esta perspectiva, concluyo que la categoría central de la modernidad colonial, humano-no humano, denunciada por Lugones, solo interesa a la cultura cosmofóbica y occidentecéntrica centrada en la dominación3. Incorporar dicha lógica pone en evidencia una intensa colonialidad que, incluso después del fin del colonialismo, permanece como mentalidad predominante y como estándar de clasificación ontológico y epistémico. He ahí la cuna del Capitaloceno Colonial.

Si el suelo, las semillas, los saberes-epistemes, las filosofías, los úteros, las prácticas y los cuerpos de Abya Yala y África estuvieron, y están, sujetos a la colonialidad capitalista en términos metabólicos y existenciales, diluyendo la relación primordial de la forma humana de ser en el mundo y su pertenencia primordial al resto de la vida en el planeta, es debido a que el capitalismo está constituido tanto por la explotación material como por la dominación colonial.

De acuerdo a ello, sostengo que cuando hablamos de desastres e impactos ambientales o puntos de inflexión ambiental en la Tierra, no nos referimos al Antropoceno ni simplemente al Capitaloceno, sino al Capitaloceno Colonial, que opera no solo debido a la explotación inherente al modo de producción capitalista, sino también desde sus fundamentos coloniales de dominación. Dispersos, estos fragmentos de análisis no pueden hacer nada; conectados, indican caminos y reflexiones, cuya configuración nos convoca a despertar del letargo del Capitaloceno Colonial.

Referencias

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_______________. Filosofia feminista decolonial: um diagnóstico sobre o papel do racismo, do sexismo e do especismo como construtos da Modernidade Colonial. In: Valéria Cristina L. Wilke. (Org.). Filosofia e Gênero – Coleção Encontro Nacional de Filosofia – ANPOF. 1ªed.Toledo/PR: Instituto Quero Saber Editora, 2024, v. 1, p. 113-127.

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CARVALHO, PríscilaT; Tiburi, Marcia; Oliveira, Fabio. Entrevista com Vanda Shiva. In Ecofeminismos: fundamentos teóricos e práxis interseccionais / Daniela Rosendo, Fabio A. G. Oliveira, Príscila T. Carvalho, Tânia A. Kuh nen (Org.) – Rio de Janeiro: Ape’Ku Editora, 2024.

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NOTAS

1 Informe disponible en https://unric.org/pt/relatorio-da-onu-evidencia-degradacao-climatica/

2 Como intenté mostrar en “Modernidad colonial y el constructo especista-racista” (2021) y “Filosofía feminista decolonial: un diagnóstico del papel del racismo, el sexismo y el especismo como constructos de la modernidad colonial” (2024).

3 Ver Bispo Dos Santos, Antonio, A terra dá, a terra quer, São Paulo: Ubu Editora/ Pisagrama, 2003.

Imagen principal: Thomas Ruff, Jpegs II, 2008

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