Lo que llamamos filosofía no es quizás, en última instancia, sino el gesto de quien pone en cuestión su propio pensamiento, y precisamente por esto Platón en el Parménides nos ha dejado no una doctrina, sino algo más precioso: el paradigma de un pensamiento que se expone a su propia imposibilidad. El joven Sócrates que es refutado por el viejo Parménides no es simplemente un personaje dramático, sino la figura misma del filósofo que debe confrontarse con la aporía constitutiva de su saber. Que Platón haya elegido mostrar la derrota dialéctica de su maestro frente a las objeciones del tercer hombre y a las paradojas de la participación no es un ejercicio académico, sino el gesto supremo de quien comprende que la verdad no reside en una teoría de las Ideas que se posee, sino en la experiencia misma de su disolverse.
