Erosphère es mi nombre para esa la membrana de nervios que rodea nuestro mundo con su red de ondas moduladas en un número infinito de frecuencias; esa nube calor infra y suprasensible que irradiada desde megabillones de fuentes biológicas; ese anillo donde la fuerza de este cosmos de deseo circula.
Vivimos dentro de la Erosphère y el deseo es nuestro destino.
Las vibraciones sonoras son parte del continuo de ese estado vibratorio general, que van desde la muy baja frecuencia de pulsación -por ejemplo, el ciclo de la vida human – a los extremadamente calientes y excesivamente peligrosos rayos del espacio cósmico.
Las leyes geométricas que surgen juntas como olas en un mar agitado por el viento -en el campo vibracional, las leyes de las octavas, la génesis de los armónicos, las tonalidades, las fases- tienen todas una intensa existencia en la itinerante y estrecha banda de frecuencias que nuestro oído discierne.
Para expresar la generalidad de las leyes, para que sean sentidas musicalmente, es el sueño -o el delirio- el que me movilizó en Erosphère. Simplemente para hacerlas sentir.
Por ejemplo, contrayendo violentamente o expandiendo masas de eventos de sonido (se reproducen imágenes acústicas en marcha aceleradas o ralentizadas en su ritmo); distorsionando grupos de frecuencias en el computador, jugando con ellos a través de filtros de cepillos que constan de cientos de finos dientes; haciendo huellas acústicas de cuerpos en las superficies (comparable a frottages de Max Ernst o algunas de las fotos de Yves Klein); produciendo reverberaciones que sintetizan los espacios virtuales.
… vamos a explorar la Erosphère un poco más … –François Bayle
Fuente: pelodelperro
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Imagen principal: Ivan Alifan, Porcelain Skin