Guillermo Enrique Fernández / En torno a la lectura de A la caza del animal que no se oculta de Ramón Guzmán Rallimán

Literatura

Estamos como lectores y lectoras a la caza del animal que no se oculta, la palabra se transforma por una letra en casa, una casa para siempre, no sabemos si entramos a la casa o es la casa de la cual no hemos podido salir y no lo sabíamos, o no queríamos reconocer como casa. Una casa que no cobija, sino que es inhóspita, como el mundo, la historia.

Ya que el autor utiliza como uno de sus referentes una novela de Vila-Matas, Una casa para siempre, yo haré una lectura desde otra novela de Vila-Matas, el mal de Montano. Montano está enfermo de literatura, todo lo relaciona con ella, lo hace para poder sobrevivir. Podríamos decir que la literatura es un modo de sobrevivencia. Sobrevivencia y no una idealización, o tal vez es una literatura que afirma junto a Gide: con buenos sentimientos se hace mala literatura. En esta línea peligrosa se mueve este texto de Ramón Guzmán Rallimán. El título parece decirnos que se vivirá resueltamente, pues el animal no se oculta, sale al encuentro con toda su ferocidad. La entrada se inscribe con Lector, como Baudelaire en Las flores del mal lo hace con el poema al lector, pero éstas son otras flores del mal, perdidas en otro lugar del mundo y el tiempo, que de algún modo son el mismo. El giño a Baudelaire se prolonga en otros lugares de esta casa como Spleen, el tedio, el aburrimiento. Dice, el autor en algún momento:

«Sí señores
un gran desierto de aburrimiento
mi vida ha sido eso
un gran desierto de aburri Miento» (82).
Esta casa además está habitada por fantasmas que son homicidas y suicidas.
«La historia pasa por mí aquí
— dice Lamborghini –
la
historia
pasa
por mí aquí
AQUÍ EN EL POEMA» (33).

¿Confesión de Guzmán Rallimán, Lamborghini escribiendo poesía en esta casa? Esto me recuerda algunas de las consideraciones de Bolaño sobre la obra de Lamborghini, pero creo que se podría presentar a partir del extracto de una conferencia de Bolaño, titulada Sevilla me mata, que según él mismo debía llamarse De dónde viene la nueva literatura latinoamericana, en el punto 4 y final, Bolaño dice:

La herencia. El tesoro que nos dejan nuestros padres o aquellos que creímos nuestros padres putativos es lamentable. En realidad somos como niños atrapados en la mansión de un pedófilo. Algunos de ustedes dirá que es mejor estar a merced de un pedófilo que a merced de un asesino. Sí, es mejor. Pero nuestros pedófilos son también asesinos.

Podríamos ver que la herencia de la literatura latinoamericana, y no sólo la nueva, se deriva, produce, por un hecho traumático, una herida de origen, la violación de la indígena por parte del conquistador español, somos hijos de la chingada.

Veamos cómo se presenta alguno de los personajes en este libro de Guzmán Rallimán:
«Yo Ana Patricia de musa
nacida el primer día del año de la chingada
de Padres desconocidos e hijos abandonados
tengo ahora 37 años y mi rostro aún es joven y lozano» (39).

Para Montano, recuerden que estamos jugando desde aquel mal, resuenan La tirana de Diego Maquieira, en otras Los Sea-Harrier del mismo Maquieira, más adelante en el mismo poema resuena el mudito, el personaje del obsceno pájaro de la noche de José Donoso.

Pero volvamos a la escena primordial, que es la escena del crimen en que se funda el mestizaje, la violación, el hecho traumático que es la voz, o tal vez el grito que resuena en casi la totalidad de esta casa, que es este libro. Escuchemos, otra vez:

«Pobre niño tocando la humedad
con ambas manos frías
y con los ojos semiabiertos
mirando el cielo que cae a pedazos» (42).
Y, luego:
Anoche entraba en la locura
por un camino
tan antiguo como el mal
y que colinda con el pánico» (42).
Y sigue más adelante:
«Oh tú
si pudieras entender mi corazón
pero rancias son las aguas
que corren por mis venas» (43).

Volvamos al juego de Montano, para encontrar los múltiples guiños del texto a otros textos y autores, algunos que el animal no oculta, pues los pone en cursiva con exclamación y en un tono demoledor, dice el autor:

«¡No hay talento no hay talento Demonios!» (92).

Confesión de Gonzalo Rojas, confesión de Guzmán Rallimán. Montano presiente que debe haber alguna referencia a la desaparición de una familia de Juan Luis Martínez y así es en el último poema:

«Y de esta vida has perdido toda esperanza» (140).

El mal de Montano juega desde la intertextualidad y para ser francos debemos aceptar que eso somos, citas, somos citas que otros escribieron y baste con esta cita de Borges. Abandonemos el mal de Montano.

Ramón Guzmán Rallimán en a la caza del animal que no se oculta, nos recuerda que la literatura latinoamericana, también puede ser leída como la necesidad y tal vez, más bien, la imposibilidad de enterrar a los muertos insepultos que plagan nuestra historia y esta tierra. Ramón Guzmán Rallimán nos muestra con rudeza, con fuerza y a veces con ternura, sí con ternura, este hecho, esta escena que nos enfrenta a asumirnos, asumir nuestra historia, sin olvidar, a conocer y reconocernos, a pesar de los pesares.

A LA CAZA DEL ANIMAL QUE NO SE OCULTA de Ramón Guzmán
Rallimán, Editorial Desbordes, 2022, 144 páginas.


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