La izquierda reformista en 1970 y la sobreabundancia de mitos y disputas hermenéuticas abren lecciones sobre ideología, estética y campo hegemónico. La vía italiana y las lecciones de “bloque” extraídas desde la Unidad Popular. Antes, la crítica al Mayo Francés, y las afirmaciones hiperbólicas de los “nuevos filósofos”. Guy Lardreau sostenía que no habría futuro si la izquierda ganaba las elecciones, denegando toda posición afirmativa. Mitterrand asumió el poder en 1981, y los intelectuales antitotalitarios -refractarios de Mayo- volvieron a denunciar las amenazas que representaba para la libertad la presencia de varios ministros comunistas en el nuevo gobierno. Enrico Berlinguer y su célebre “Lecciones de Chile“, advirtiendo que la “vía pacífica” carecía del momento hegemónico. El ineludible tributo a la obra de Antonio Gramsci allende los andes. Los años del plomo en Italia y la caída del “compromesso Storico” tras el secuestro de Aldo Moro (DC) a manos de las “brigadas rojas”. La experimentación del Eurocomunismo y la irrupción de los teóricos del éxodo bajo el (post)operaismo -Negri, la militancia, la praxis y un largo exilio- para contrarrestar la crisis del obrero masa, y la debacle insalvable del marxismo vulgar.
Hoy los Nouveaux Philosophes, cultivan la imputación del presente, a saber, recusan a la “metafísica occidental” cincelando una nueva narratología que no compromete relaciones con el fango de la “política fáctica”, a saber, sus contextos de producción, condiciones materiales y disputas que abracen el régimen de lo fáctico. Tampoco quieren saber mucho de sus lugares de enunciación, ni menos de aquello que Deleuze & Guattari llamaron “luchas por el interés”. Ni hablar del poder desnudo que exuda la letra hegemónica -según el tipo de sutura- y sus formas de captura sobre los “cuerpos subalternos”. La deconstrucción podría ser ascética, en cambio la dialéctica -vieja y vencida- sería trágica o adorniana. Hoy la estética se erige como ideología y deviene en cuerpos mercantiles -gramófonos- que gozan de una autonomía espectral dentro del péndulo editorial. Convengamos que a los Nouveaux Philosophes les aterra la imagen de la ejecución de María Antonieta ante la horca cuando el poder deja de estetizar los imaginarios del XX.
En 1979, afectado al parecer, por una fuerte depresión nerviosa, Nicos Poulantzas (43), tras una serie de desplazamientos hacia un “socialismo democrático” y un “poder relacional”, que derivó en un “marxismo de la indeterminación”, se lanzaba desde el piso 22º de la Torre de Montparnasse de París abrazado a sus libros. Dentro del “martirologio de izquierdas”, Poulantzas no habría podido superar su condición de “escombro ideológico”. Cuando el marxismo abjuro de “lo cómico”, la tragicidad capturó toda su potencia imaginal y devino un objeto escatológico. El escritor Roberto Bolaño solía decir que hay hombres que se sienten acompañados entre libros y requieren de bibliotecas.
La “filosofía de la historia” colgaba de las cornisas y la “totalidad” agonizaba, se precipitó el “reventón” historicista en las manos estructuralistas de Louis Althusser. Y así, estranguló a Hélene y fue encerrado junto al “materialismo aleatorio” en un hospital psiquiátrico de París. Luego de su muerte en 1990, vino el desbande de los viejos revolucionarios hacia un mundo de conversos. En otro “registro tanático” del pensamiento crítico, de “rizoma” y “multiplicidad”, el “filósofo de la fuga” identificaba el nexo marxista entre modo de producción y subjetividad, Para Deleuze los «Nouveaux Philosophes» eran la negación de toda política y de toda experimentación; Deleuze los acusa de hacer un trabajo sucio y degradar la labor propiamente filosófica. Bernard-Henry Lévi, ataca la filosofía de Deleuze, ya que según su óptica ésta reemplazaba la retórica marxista por un “léxico libidinal” que lleva a afirmaciones, a su juicio, peligrosas. En suma, a tal imputación, la única respuesta es la interacción entre lo imaginal y la escena de producción de esa insondable inmaterialidad creativa del “sublime socializado” -más allá del arabesco escritural. Bajo una perspectiva similar ha sido Jason Read (2023), nos recuerda los nexos entre producción y deseo como un momento fundamental en el horizonte libidinal de El Manifiesto Comunista (1848). El paso de la inmanencia (producción deseante) a la producción social en Mil Mesetas (1981), responde a los ensamblajes maquínicos de cuerpos a los ensamblajes colectivos de enunciación, cuestión que según Read (2023), constituye un momento gravitacional en los dos volúmenes de Capitalismo y esquizofrenia (Deleuze y Guattari, 1987, 89-113). Punto de encuentro entre producción -no fabril, a diferencia de la tópica Laclau & Mouffe, y momento expansivo del modo de producción, que no se agota en una forma técnica o económica, sino que entiende la producción como una forma particular de vida. Máquina no va a ser entendida como una simple técnica; ni se dice máquina en sentido metafórico, la máquina es deseo. Lo que produce máquina, estrictamente hablando, son las conexiones, todas las conexiones que conducen al desmontaje.
La inmaterialidad da cuenta de una utopía que no tiene una tierra definitiva porque ese ese el devenir de toda “praxis creativa”. La condición comunista es ver las realidades en escenas enraizadas y evitar el éxtasis del juicio neoconservador, liberal, modernizante o social-demócrata. No se trata de negar “la fuga de la imaginación” artística u otras expresiones de inventividad, sino de prever los contextos de producción que hacen posible y trazable esa fuga (escritural, artística, imaginal) o vuelo indispensable. Lo otro es la imaginación ex nihilo-. La hipótesis comunista es la hipótesis de la emancipación -dice Badiou. Con todo, la imaginación utópica tiene lugar en el mundo, en un anclaje que será siempre una “capa de lo real”. Acaso el arte no fue originalmente técne. En La Ideología Alemana, Marx se refiere al trabajo artístico. “Sancho se imagina que Rafael pintó sus cuadros -Da Vinci- fuera de la materialidad de la división del trabajo…no se trata de sustituir a Rafael o Leonardo…sin embargo, la idea de [los comunistas] no es como Sancho se figura, que cada cual pueda trabajar sustituyendo a Rafael, sino “que todo aquel que lleve adentro un Rafael puede desarrollarse sin trabas”. La presencia fantasmal de la fuerza de trabajo opera permanentemente como una posibilidad de interrupción y subversión de la relación capitalista. En suma, o acaso el arte no debe interactuar con ciertas materialidades o contextos de producción. Según Borys Groys (2023), “La primera [acepción de arte] deriva de la Revolución Francesa, de la que alguien como Duchamp no sería en este aspecto más que un heredero: el arte descontextualiza los objetos, suspende sus funciones, transporta lo que estaba en los palacios o en las catedrales a otras escenas o locaciones. La segunda remite, en cambio, al diseño: al arte que uno usa, al arte que se puede emplear, no al arte en sentido estricto o en sentido canónico. No hay que olvidar que este fue también el tema de las vanguardias rusas: el del artista ingeniero, el del artista instalador, el del artista que diseña”. Hay riesgos, de los jóvenes hegelianos de izquierda hasta los foucaultianos liberales.
Luego de las “sucias manos materialistas” y la disolución paródica de la dialéctica, ningún lenguaje es literalmente literal. La idea hilarante es responder al exilio fomentado por el culto californiano hacia el nuevo cuerpo político, con un gesto de infinita ambigüedad. Por fin, el Frente Amplio, soltó los pecados trascendentales de la dialéctica -risa socialista- y abrazó el tiempo lúdico de las porcelanas. Hoy la risa carnavalesca es el consuelo de una socialdemocracia -blanda- sin poemas políticos cual comodidad del histérico sublime. Después de todo, la estética nace como el discurso de un cuerpo sensitivo y las izquierdas solo fueron afirmativas en la época burguesa.
Finalmente, los borregos del esteticismo, y los personajes de la comedia, que abjuraron velozmente de lo trágico-dialéctico, y han hecho de la estética el agravio ideológico y del Estado el futuro patrimonial de vidas liberales. Todo se agudizó en Palacio -incluido el sublime histérico- con la caída de la Convención Constitucional el 04 de septiembre (2022) quedando librados a la experiencia de la administración y el conformismo estatal.
Más tarde una tormenta cultural llamada “body positive” ha perpetrado sus códigos y lenguajes, en un presente sin horizontes. Y así, hasta inflamar el humor de Brecht.
Pese a la caída de las epistemologías normativas, quizá Deleuze anticipó algo fundamental; nuestros Nouveaux Philosophes, no nos inducen al sacrificio, sino al suicidio colectivo
PD. Con todo, y cabe admitirlo, la posthegemonía estuvo presente en el caso chileno, pero padeció el vacío estrepitoso de algún espacio político.

