Rodrigo Karmy Bolton / El Moro. Averroísmo, biografía, y experiencia

Filosofía

Texto leído en lanzamiento de Averroes. Gusto, risa, política, DobleAEditores, 2024.

El moro ¿qué es todo eso? Ante todo, una potencia que clama otro tiempo, un aroma que apenas resulta perceptible en un mundo volcado enteramente a la guerra civil planetaria. Un latido que pulsa otra sensibilidad, acaso, una experiencia en la que el placer, la alegría, la vida feliz no constituyen formas ajenas y excepcionales sino modos de vida habituales, cotidianos que rozan nuestros labios con la ternura de una libertad que nos une –dirá Patricio Manns. Árabe, musulmán, oriente, el “moro” es un lugar sin lugar, una tierra que irrumpe de vez en cuando y llena de alegría y respiración a cuerpos y almas: nuestros ojos no existen. Vemos con la mirada que nos han puesto, escuchamos los rugidos con los que nos han querido espantar. Pero el moro no cabe en esos lentes ni en esos oídos, el moro es irreductible, resto que excede a los elegantes monumentos de la denominada “tradición”. No se trata de “otra” tradición como de la potencia inmanente a toda tradición. A ese lugar a cuya intempestividad el epígrafe que encabeza a este pequeño, pero insolente libro, nos llama: “En cada época ha de hacerse el intento de ganarle de nuevo la tradición al conformismo que está a punto de avasallarla.” –escribió Walter Benjamin.

Justamente, en esta época ¿cómo hacer ese intento? En mi caso fue un buen día del año 2006 en el que ingresé formalmente a trabajar como ayudante a este Centro de Estudios Árabes de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile. En ese entonces, el profesor Eugenio Chahuán prestando atención a mi interés por la filosofía –yo cursaba un master en ese entonces- me dice: “tienes que enseñar filosofía árabe clásica”. Quedo paralizado. Apenas he ingresado hace poco tiempo a ciertos autores del pensamiento contemporáneo y poco comprendo de los clásicos griegos. Pero Chahuán me exige que no solo estudie, sino que enseñe esa filosofía que se adjetiva “árabe clásica”. ¿Cómo podría hacerlo? Eugenio ríe y con su conocida confianza me dice: “estudie pues profesor”. Tenía razón. Nadie me había enseñado filosofía árabe clásica, pero en realidad, casi todas las cosas que sé (muy pocas, por cierto) y sobre las cuales he reflexionado siempre han sido producto de estudios propios más que de clases formales a las que poco presté atención. Se iniciaba así una tarea enorme que, sin embargo, para Eugenio no era de ningún modo algo simplemente personal, sino un asunto de envergadura política: el CEA –conjuntamente con los otros Centros llamados “históricos” de nuestra Universidad- antes de la dictadura, impartían licenciaturas en sus respectivas especialidades. El CEA impartía “licenciatura en estudios árabes”.

Pero la dictadura y, con ella, la reforma de 1981 que borró –así como la nakba ha intentado borrar a Palestina de la historia- el programa de licenciatura. Así, nunca más se enseñó filosofía árabe clásica en la Universidad de Chile (en ese entonces aún seguía siendo “de Chile”) nunca más se enseñó filosofía árabe clásica en Chile, por tanto. Así, Eugenio vio en Kamal Cumsille y en mi la posibilidad de restituir un trabajo histórico y político crucial de este Centro en la difusión y contribución crítica al país, en la medida que fuéramos capaces de reponer el estudio y la enseñanza de la filosofía árabe clásica. Nuestra obsesión fue tal, que tiempo más tarde Eugenio llegaba al CEA y me decía: “profesor no estudie tanto”. Dejar atrás a la dictadura y profanar, en parte, la brutal reforma neoliberal de 1981 significaba volver a investigar la filosofía árabe clásica en estas aulas, en esta universidad, en este país. Para Eugenio, como para mí, se trataba de un acto de resistencia contra el borramiento en curso, cuyo esfuerzo consiste en asumir que no tenemos más alternativa que luchar contra el conformismo prevalente.

Junto a Kamal –y luego Mauro, y luego Miguel y luego Betzabeth, y luego Afshin y Benjamin, luego Catalina y así, con quienes fuimos abriendo espacios de conversación y grupos de estudios por años- simplemente decidimos auto-formarnos en algo que jamás nos enseñarían. Nuestras referencias contemporáneas fueron cruciales para mirar al pasado: Said, Foucault, Agamben, Heidegger y Benjamin, quizás, hayan sido los más importantes. Sin ellos no habríamos podido desafiar al conformismo. Conformismo que se asomaba de dos formas: en primer lugar, como violencia del borramiento que dice que tal filosofía no es digna de ser pensada y, por tanto, debe dejarse de lado, de la misma forma que tan bien lo hace el sionismo con Palestina; en segundo lugar, como la típica mirada orientalista que trataba a la filosofía árabe clásica desde el vestíbulo de la historia de la filosofía con odaliscas bailando y manuales de historia que decían: los árabes tradujeron, comentaron pero no pensaron filosóficamente tal como han hecho los europeos. El conformismo es siempre nihilismo, o bien, borra de una forma brutal y directa o borra de una forma “humana”.

Por eso, “ganarle la tradición” al conformismo historicista ¿qué pudo significar para nosotros? Ante todo, dijimos: tenemos que ser capaces de tratar filosóficamente a los filósofos árabes clásicos. Algo obvio, pero que parecía no serlo. Y para eso, nos fueron esencial las referencias contemporáneas desde las cuales pudimos contemplar a esta filosofía sin el lastre historicista del medievalismo que se cultiva tan seriamente en nuestras universidades. Ante todo, tratar filosóficamente significaba para nosotros pensar con ellos y, por tanto, “ganarle la tradición” en la medida que abríamos una escena intempestiva con el pensamiento. La filosofía árabe clásica totalmente desconocida entre colegas, incluso vista con desprecio por algunos osados, o bien, con suma perfección filológica por otros. Nuestra lectura fue otra: podíamos pensar con ellos y pensar desde ellos, podíamos, en suma, experimentar el moro, antes que éste pudiera ser avasallado por el conformismo y sus esbirros. Eugenio supo que había que resistirlos, y nos convocó a la experiencia intelectual más improvisada, lenta y artesanal que jamás haya vivido.

El conformismo de la dictadura y de la democracia no hacían más que matar al pensamiento. Experiencia común que los falasifa también habían tenido en su época. Como ellos, resistimos y pudimos escribir, leer, conversar, componer amistades, invitar profesores de otros lares, leer otras lenguas y restituir al moro en el seno de la Universidad. Por eso, con esta intervención, breve, quisiera simplemente agradecer a Eugenio Chahuán y Marcela Zedán que pacientemente me acogieron en este lugar –un lugar sin lugar por lo demás, si acaso vemos la nomenclatura institucional y jurídica de los Centros llamados “históricos” aun anclados a la lógica del “departamento”; agradecerles porque me impulsaron a desafiar lo que Benjamin llama conformismo y transformar lo que habitualmente denominamos filosofía, una disciplina seca y muchas veces litúrgica, en una experiencia común en la que se han jugado años de estudio, es decir, de felicidad.

Con este pequeño libro, constituido por tres ensayos breves y provisorios, inicio lo que pretendo sea una saga sobre el pensamiento de Averroes sobre el cual he dedicado textos, libros, clases y diversas conferencias. Mi apuesta, es proveernos de Averroes en lo que éste es capaz de destituir al “hombre” como principio metafísico de la modernidad. Desplazar al hombre por la potencia, al sujeto por la medialidad, a la proposición lógica por la imaginación sensible o a la propiedad por el uso, significa volcarnos sobre el moro que nos atraviesa y ser fieles al enamoramiento vital que nos llama.

Más allá de la guerra civil en la que vivimos y en la que cada día parece que estamos más encerrados, el averroísmo puede abrirnos a una experiencia cómica y no trágica, donde la inhumanidad que, hasta ahora, se concibe como una fatalidad incontestable a la que solo cabe responder con culpa y muerte pueda mutar en el placer y felicidad cuya intensidad no necesita de juicios ni de soberanías, sino tan solo de expresión y gestualidad. En este sentido, lo que hoy, nosotros llamamos averroísmo no es un movimiento o doctrina centrada en las enseñanzas de Averroes, sino una experiencia sensible en la que los pueblos son capaces de “ganarle la tradición al conformismo” que siempre está a punto de avasallarla.

4 de abril 2024.

Rodrigo Karmy Bolton. Averroes. Gusto, risa, política. DobleAEditores, Santiago, 2024. ISBN 978-956-6149-05-7

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