Es un hecho sobre el que no deberíamos cansarnos de reflexionar que uno de los términos clave de nuestro vocabulario político –“revolución”– haya sido tomado de la astronomía, donde designa el movimiento de un planeta que recorre su órbita. Pero también otro término que, en la tendencia general a sustituir categorías políticas por categorías económicas que caracteriza nuestro tiempo, ha reemplazado a la revolución, proviene del léxico astronómico. Nos referimos al término “coyuntura”, al cual Davide Stimilli ha prestado especial atención en un estudio ejemplar.
Este término, que denota “la fase del ciclo económico que atraviesa la actividad económica en un periodo determinado de corta duración”, es en realidad una modificación del término “conjunción”, que significa la coincidencia de la posición de varios astros en un momento dado.
Stimilli cita el pasaje del ensayo de Warburg sobre La adivinación pagana antigua en textos e imágenes de la época de Lutero, donde se yuxtaponen conjunción y revolución: «Solo dentro de vastos períodos de tiempo, llamados revoluciones, podían esperarse tales conjunciones. En un sistema cuidadosamente concebido, se distinguían las grandes y máximas conjunciones; estas últimas eran las más peligrosas, fruto del encuentro de los planetas superiores Saturno, Júpiter y Marte. Cuantas más conjunciones coincidían, tanto más aterradora parecía la situación, aunque el planeta de carácter más favorable podía influir en el peor». Y es significativo que precisamente un revolucionario como Auguste Blanqui, decepcionado en sus expectativas, llegara a concebir al final de su vida la historia de los hombres como algo que, al igual que el movimiento de los astros, se repite infinitamente y pone en escena eternamente las mismas representaciones.
Lo que hoy acontece ante nuestros ojos es exactamente un fenómeno de ese tipo, en el que una coyuntura económica, por su propia naturaleza contingente y arbitraria, intenta imponer su dominio aterrador sobre toda la vida social. Conviene, entonces, abandonar por completo el vínculo entre la política y las estrellas y cortar en todos los ámbitos la atadura que pretende entrelazar destino astronómico y revolución, necesidad y coyuntura económica, ciencias de la naturaleza y política. La política no está inscrita ni en las esferas celestes ni en las leyes de la economía: se halla en nuestras débiles manos y en la lucidez con la que desmentimos toda pretensión de encarcelarla en coyunturas y revoluciones.
Fuente: Quodlibet.it

