Tariq Anwar / Cyborg

Filosofía

Hemos llegado no al límite de lo humano, sino de su era. La tierra muerta, plástica, que los humanos formaron con tanto empeño, le muestra de vuelta una sonrisa. “No soy tu casa” dicta el mandamiento, no falto de ironía. Ahora los cuerpos pueden proliferar en sus formas, llenándose de toxinas y drogas para devenir cyborg. No menos humano, sino cyborg. No simplemente uno de los animales técnicos, sino aquel que sólo de la técnica puede vivir. Cuerpos máquina, amplificados a distancia, modificados en sus células, siempre peligrosos, siempre añorando menos la comunidad que la época en que se erigía como soberano del mundo. Un gobernante derrocado por los efectos inesperados de sus propias ganas de quemar el mundo.

Nostalgia de la línea temporal, del sueño de la razón, ahora el cyborg computa el ecosistema, donde encuentra datos que recolectar, información para su día a día, donde toda la historia se ausenta tanto como se encarna. Entre los mares desbordados y los calores abrazadores de un planeta vuelto ajeno, el cyborg camina sólo. Sus antiguas visitas hoy tienen forma de corazón en una pantalla averiada. Pero tiene sus tiendas, sus almacenes en los que un código QR espera amistad. Sólo y durmiente, el cyborg ha logrado por fin ser un ser menor, más apagado que sus especies hermanas. Tal vez ahí, en esa debilidad, en la docilidad de quien acepta la inferioridad, encuentre, algún día, algo de descanso.

El cyborg es el humano sin hogar, sin ecosistema más que el de restos de su propia y ya antigua traición. Sigue comiendo, respirando, vistiendo, pero lo hace con la extraña calma que requiere el lento envenenamiento. Una tranquilidad que proviene del deseo. Ha deseado algo, lo ha hecho si tenía dinero. Lo ha consumido como imagen deseada si sólo vive en la miseria de sus dispositivos. El cyborg no asesina al humano. Lo amplía hacia la nada. Lo extiende en sus posibilidades de negar la vida. Le hace ser y aceptar su variación, la que siempre le ha acompañado, al menos desde que Prometeo se puso de su lado. Así el cyborg ha tomado la antorcha, la misma de la libertad y de la razón y ha decidido prender los campos secos para correr a fotografiarse delante de ellos.


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