Ruhail Qaisar / Fatima

Música, Sonido

Imagina que vuelves a tu tierra natal y te das cuenta de que ya no te parece tu hogar. Las zonas agrarias permanecen, pero la pobreza es elevada. Los militares ocupan la ciudad, y el turismo ha transformado el municipio en una caricatura. Las infraestructuras se desmoronan, el aire y el agua se han contaminado y los habitantes sufren atrocidades. La única forma de ganarse la vida es participar en el sistema: servir a los que pasan, haciendo la vista gorda.

Esta es la situación a la que se enfrenta Ruhail Quisar, que transforma sus impresiones en un aullido herido y roto que culmina en un grito literal. Ladakh y Leh ya no coinciden con su memoria. Fátima, descrita como “un réquiem a un futuro muerto”, suena oscura, decaída y herida. Comunicándose a través de electrónica deshilachada y palabra hablada, Quisar produce algo húmedo e industrial, ajeno a las tradiciones musicales del Himalaya, pero adecuado: una fábrica llena de narradores desilusionados. “Fatima’s Poplar” se disuelve en un zumbido; “Sachu Melung” comienza con un ladrido. Amplifica el patetismo la falta de reconocimiento de los músicos de Ladakh; y, sin embargo, Quisar se preocupa, ama, escribe, preserva la historia en forma sonora. El “problema de transmisión” mencionado en la primera pista se convierte en una serie de ráfagas frías en la segunda, ahogando un latido en una fuerte abrasión estática. Uno piensa en la cultura asaltada, en los sueños pisoteados. En la portada, el artista aparece casi sumergido.

El folleto que acompaña a la obra mira al pasado sin dejar de reconocer el presente. Aún quedan retazos de belleza, destellos de orgullo. Las montañas nevadas anuncian su pureza sobre un primer plano de muros caídos. Una humilde casa está decorada por una única lámpara, un solitario cartel. Unos niños posan al pie de un arroyo. Incluso en “Casas abandonadas de Langsti”, los pájaros pían. En “Séptimo sueño” hay retorcimientos entre carcajadas. Pero tras el deterioro, ¿cuánta bondad queda?

Cera rota, colchones y velas / Hundiéndome en libros quemados y hollín de octubre / Mantengo mi paso como un animal. El susurro de “Namgang” es el tema más inmediato del álbum, las guitarras acechan antes de surgir, un ataque violento. Incluso entonces, los cencerros no se silencian: el pasado insistente, anhelando ser escuchado. De nuevo un latido, ahora desigual, en “Painter Man”; aquí nada es estable. Cuando Elvin Brandhi empieza a gritar en “Daily Hunger”, el oyente entiende por qué. A pesar de su naturaleza impactante, este momento desgarrador parece ganado.

Fátima destila cruda honestidad: un informe desde el frente, donde todo se desmorona. Los turistas siguen de visita, quizá sin saber que están arruinando lo mismo que vinieron a ver. Aunque Quisar no dice “no te acerques”, al menos dice “mira, escucha, aprende”. El dolor es real y a veces brutal. ¿Debemos cambiar de estación o inclinarnos?

Texto: Richard Allen

Fuente: a closer listen


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