Juan Pablo Espinosa Arce / El otro como imposible. Preliminares en/con Jacques Derrida

Filosofía

Cualquier texto es autobiográfico”: la vida como espacio del otro

    La filosofía de Derrida es autobiográfica: “estoy convencido de que, en cierto modo, cualquier texto es autobiográfico”1. La vida del autor está desplegada en espacios de diferencia: nació en El Biar, un suburbio de Argel cuando la nación africana islámica era colonia francesa en 1930. Como hijo de familia judía2 se le da un nombre “oficial” (Jacques, Jackie) y también “otro nombre”, un nombre secreto: Élie. A propósito del nombre Derrida escribe: “un nombre propio nunca es puramente individual”3.

    Mirando el lugar del nacimiento su biógrafo Benoit Peeters escribe: “la Argelia donde crecerá Jackie es una sociedad profundamente desigual tanto en el plano de los derechos políticos como en el de las condiciones de vida. Las comunidades se codean, pero casi no se mezclan, sobre todo cuando se trata de casarse”4. La vida de la comunidad judía en Argelia estaba ubicada en lo privado, ya que el país era de mayoría musulmana. El año 1940, recuerda Peeters, “[se] prohíbe a los judíos ejercer determinado número de oficios, particularmente en la función pública”5.

    El tema de la lengua también es un punto para entender la otredad. Argelia usa el árabe, pero es colonia francesa, y en la casa de Derrida se sigue el hebreo como lengua religiosa. Por lo tanto, no hay una lengua pura, sino que hay una mezcla de lenguas. Esto lo dirá Derrida en El monolingüismo del otro6. El tema de un monolingüismo llamado también por Derrida como un falologocentrismo (una primacía de ciertos aspectos sobre otros)7 es un punto tocante en buena parte de la obra del autor. Con la crítica de la lengua única se abre un espacio a la diferencia. La deconstrucción supone una des-habituación de un lugar originario que se reconoce como mezclado de otros lugares o lenguas.

    Hay un ‘sí’ al acontecimiento o a lo otro o al acontecimiento como otro o venida de lo otro”: el acontecimiento como otro imposible

      Un segundo aspecto que puede ayudar a entender el tema del otro en Derrida es la categoría del acontecimiento, es decir, de un evento que rompe la linealidad de la historia, una conmoción, un momento de quiebre. Para Derrida el acontecimiento es “supone la sorpresa, la exposición, lo inanticipable, y que entre nosotros habíamos convenido”8. Más adelante dice: “lo que va muy de prisa, no hay acontecimiento sino allí donde ello no espera, donde no se puede ya esperar, donde la venida de lo que llega interrumpe la espera”9. El acontecimiento está en el por-venir, aún no ha llegado y no tenemos el control de saber el momento de su llegada. El acontecimiento, por ello, perturba lo idéntico y marca una diferencia. Más adelante Derrida escribe: “uno de los rasgos del acontecimiento no es sólo que viene como aquello que es imprevisible, lo que viene a desgarrar el curso ordinario de la historia, sino también es absolutamente singular”10. Vinculando, con ello, lo dicho por Derrida y por Labatut – a propósito de la singularidad o de lo singular – se comprende cómo el acontecimiento que en sí mismo es ruptura no puede ser clasificado porque en su advenimiento rompe toda posibilidad de lenguaje para encerrarlo en un solo decir. Nuevamente: la crítica de Derrida es la uniformidad del decir y, al revés, es una apuesta por la expansión del decir mismo reconociendo, en este caso particular, que el acontecimiento es el otro y que, por tanto, adviene como imprevisible o imposible. En palabras de Derrida: “el acontecimiento es también lo que viene, lo que llega u ocurre (…) hay un sí al acontecimiento o al otro, o al acontecimiento como otro o venida de lo otro”11.

      Ningún texto es homogéneo puede ser legítimo hacer una lectura dividida”: la lectura y la escritura como gestos de lo otro

        El otro también se hace presente en la escritura y en la lectura. Para Derrida estas dos acciones son centrales en su producción, hasta el punto de decir que nada queda fuera del texto. La diferencia para Derrida es central y se manifiesta en un cambio de letra que él realiza en la palabra francesa différence (diferencia) que ahora la escribe differánce o la “differánce originaria”12. Hasta en el gesto de un cambio de letra se percibe el cambio provocado por la grieta que rompe un modelo rígido. Con la differánce Derrida también propone el concepto de la huella, es decir, de las marcas que algo pasado deja en el presente. Dice Derrida: “la cuestión de la differánce o de la huella, no es pensable a partir de la conciencia de sí o de la presencia en sí, ni en general de la pena presencia del presente”13. Hay que aprender a mirar fuera del espacio donde irrumpe algo, ya que ese algo tiene una huella, hay un rastro que se debe seguir para hacer comprensible lo ocurrido.

        Aquí Derrida coloca la cuestión de la lectura y de la escritura. Dice el autor: “como ningún texto es homogéneo, puede ser legítimo, hasta es siempre necesario hacer una lectura divida, diferenciada, hasta en apariencia contradictoria. Activa interpretativa, performativa, firmada, esa lectura debe y no puede dejar de ser la invención de una reescritura”14. Lo anterior vuelve a señalar la diferencia constitutiva en el acto de la escritura (la producción es heterogénea), la lectura por tanto debe ser heterogénea. Esta heterogeneidad provoca, a juicio de Derrida, que las fronteras se desplacen o se borren15 y que las comunidades que comiencen la producción-lectura-interpretación de los textos se transformen en “comunidades productivas, performativas, interpretativas”16.

        La interpretación para Derrida tiene la figura de lo porvenir, de lo no dominable. En la interpretación, que para el autor es “figura de lo otro”17, el lector debe entender que los textos no son claros en sí mismos, que están construidos por capas y que la lectura que se realiza de ellos es heterogénea. En dicha heterogeneidad o en esa captación de la singularidad Derrida indica que aparece la figura de la hospitalidad en cuanto se da un lugar para que el todavía no ha interpretado, para el que no ha llegado todavía, para el imposible. En palabras del autor:

        empero, debo admitir que en la escritura subyace la exigencia de un exceso aun respecto de aquello que puedo comprender de cuanto digo: la necesidad de dejar una suerte de apertura, de juego, de indeterminación, que significa hospitalidad para el porvenir: ‘todavía no se sabe qué quiere decir, habrá que empezar de nuevo, habrá que volver, habrá que seguir’. Y si tuviéramos tiempo podríamos demostrar con precisión, en los textos, cómo se produce esa suerte de apertura de un lugar dejado vacante para quien ha de venir, para el adviniente. Acaso Elías, acaso otro; hace falta que todavía pueda llegar alguien; debe haber alguien que llegue y por eso es necesario que la tabla – la tabla de contenidos o la tabla de la comunidad, su mesa – tenga un lugar vacío para algo absolutamente indeterminado, para un adviniente; démosle, impropiamente, el nombre de Mesías (…) si se da de leer algo completamente inteligible, plenamente saturado de sentido, no se lo da a leer al otro. Dar de leer al otro significa también dejar desear, o dejar al otro el lugar de una intervención con la cual podrá escribir su interpretación: el otro deberá poder firmar en mi texto. Y es en ese punto donde el deseo de que a uno no lo entiendan significa, simplemente, hospitalidad para la lectura del otro y no rechazo del otro18.

        NOTAS

        1 Jacques Derrida, ¡Palabra! Instantáneas filosóficas (Trotta, Madrid 2001), 14.

        2 La tradición judía es clave para entender a Derrida. En el Antiguo Testamento el otro toma rostros concretos: la viuda, el huérfano, el pobre, el extranjero (Dt 10,18-19) con los cuales hay que practicar la justicia, dar vestido y alimento porque el mismo pueblo judío fue extranjero en Egipto. En el libro sobre la hospitalidad Derrida escribe: “la hospitalidad absoluta exige que yo abra mi casa que dé no sólo al extranjero (provisto de un apellido, de un estatus social de extranjero, etc), sino al otro absoluto [al que no tiene documentos ni nombre], desconocido, anónimo, y que le dé lugar, lo deje venir, lo deje llegar, y tener lugar en el lugar que le ofrezco, sin pedirle ni reciprocidad (la entrada en un pacto) ni siquiera su nombre” (Jacques Derrida y Anne Dufourmantelle, La hospitalidad (Ediciones de la Flor, Argentina 2023), 31)

        3 Derrida y Dufourmantelle, La hospitalidad, 29.

        4 Benoit Peeters, Derrida (Fondo de Cultura Económica, Argentina 2013), 26.

        5 Peeters, Derrida, 32.

        6 Jacques Derrida, El monolingüismo del otro (Manantial, Buenos Aires 1997).

        7 Jacques Derrida y Élizabeth Roudinesco, Y mañana, ¿qué?… (Fondo de Cultura Económica, Argentina 2014), 185. Aquí Derrida dice que es necesario deconstruir el falocentrismo.

        8 Jacques Derrida, Gad Sussana, Alexis Nouss, Decir el acontecimiento ¿es posible? (Arena Libros, Madrid 2007), 81-82.

        9 Derrida, Sussana, Nouss, Decir el acontecimiento, 84

        10 Derrida, Sussana, Nouss, Decir el acontecimiento, 88. Me gusta la definición de Benjamín Labatut da de la singularidad. Hablando del Estallido Social de Octubre 2019 Labatut escribe: “había sido una explosión, un apocalipsis, un gigantesco surgimiento de una vitalidad primordial, lovecraftiana, nutrida por ese extraño reflujo a través del cual las energías reprimidas se cuelan en el presente, trayendo de vuelta todas las cosas que hemos decidido esconder, olvidar o negar. Fue una maravilla, una especie de milagro que desafío todas las interpretaciones, y que borró la lógica prevalente en un instante. Un Big Bang chileno. Nuestra propia singularidad” (Benjamín Labatut, La piedra de la locura (Anagrama, Barcelona 2021), 30.

        11 Derrida, Sussana, Nouss, Decir el acontecimiento, 84.

        12 Derrida y Roudinesco, Y mañana, ¿qué?…, 185.

        13 Derrida y Roudinesco, Y mañana, ¿qué?…, 185.

        14 Derrida y Roudinesco, Y mañana, ¿qué?…, 187.

        15 Cf. Derrida y Roudinesco, Y mañana, ¿qué?…, 189.

        16 Derrida y Roudinesco, Y mañana, ¿qué?…, 190.

        17 Jacques Derrida y Maurizio Ferraris, El gusto del secreto (Amorrortu editores, Argentina 2009), 35

        18 Derrida y Ferraris, El gusto del secreto, 47-48.


        Dr. Juan Pablo Espinosa Arce. Teología UC

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