Giorgio Agamben / Lo viejo y lo nuevo

Filosofía

¿Por qué somos capaces de describir y analizar lo viejo que se desvanece, pero no logramos imaginar lo nuevo? Quizás porque creemos, más o menos inconscientemente, que lo nuevo es algo que llega —no se sabe de dónde— después del fin de lo viejo. La incapacidad de pensar lo nuevo se revela así en el uso imprudente del prefijo «post»: lo nuevo es lo post-moderno, lo post-humano, en todo caso, algo que viene después. La verdad es precisamente lo contrario: la única manera que tenemos de pensar lo nuevo es leerlo y descifrar sus rasgos ocultos en las formas de lo viejo que pasa y se disuelve. Esto es lo que Hölderlin afirma con claridad en el extraordinario fragmento sobre La patria que declina, donde la percepción de lo nuevo es inseparable del recuerdo de lo viejo que se hunde y cuya figura, de hecho, debemos asumir amorosamente de algún modo. Aquello que ha cumplido su tiempo y que parece disolverse pierde su actualidad, se vacía de su significado y vuelve a ser, de algún modo, posible. Benjamin sugiere algo similar cuando escribe que, en el instante del recuerdo, el pasado, que parecía concluido, se muestra incompleto y nos ofrece así el regalo más precioso: la posibilidad. Verdaderamente nuevo es sólo lo posible: si ya fuera actual y efectivo, estaría inevitablemente destinado a envejecer y decaer. Y lo posible no proviene del futuro, sino que es, en el pasado, aquello que no fue, que quizás nunca será, pero que pudo haber sido y que por eso nos concierne. Percibimos lo nuevo solamente cuando somos capaces de captar la posibilidad que el pasado —es decir, lo único que tenemos— nos ofrece por un instante, antes de desaparecer para siempre. Es de esta manera como debemos referirnos a la cultura occidental que hoy, a nuestro alrededor, se deshace y disuelve.

Fuente: Quodlibet.it

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