Riccardo Venturi / Alimentarse de las nubes. Walter Benjamin

Estética, Filosofía

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En octubre de 1937, Walter Benjamin, que entonces tenía 45 años, salió de su casa descentralizada y provisional de Boulogne, de cuyo ruido constante se quejaba, y caminó hacia la Biblioteca Nacional. En pleno exilio parisino, se encuentra en una ciudad en la que «uno se siente completamente rodeado de fascismo».[1]. Aquí vive a duras penas y su único ingreso seguro es el cheque del Instituto de Investigación Social, por tres años en Nueva York.

Alexánder Hincapié-García y Bibiana Escobar-García / La felicidad o el fin olvidado de la política moderna

Filosofía, Política

Este artículo se deriva de la investigación finalizada: Los cuerpos de la excepción. El objetivo principal consiste en examinar las condiciones de posibilidad creadas por la política moderna del Estado, para que hombres y mujeres puedan crear una vida buena. La perspectiva teórico-metodológica se retoma de la filosofía de Walter Benjamin, Michel Foucault y Giorgio Agamben. El procedimiento metodológico es el montaje (Benjamin, 2013 y 2015). Por esto se entiende el trabajo de relacionar perspectivas para producir un tipo de interpretación crítica respecto al presente. El montaje se organiza en dos momentos: uno destructivo y otro constructivo. Dentro de las conclusiones se puede adelantar lo siguiente: la felicidad es un fin humano olvidado, confirmándose que el sufrimiento se ha convertido en un desecho mudo para la política; algo por lo que no responde.

Abdennur Prado / La modernidad como perversión del cristianismo. A propósito de Últimas conversaciones con Iván Illich

Filosofía, Política

Durante décadas Iván Illich desarrolló una crítica radical de la industrialización y de la burocratización de la existencia, mostrando como la Modernidad había llevado al ser humano a ser esclavo de las herramientas; es decir, de todos aquellos medios de los que se ha dotado, para alcanzar unos objetivos que, finalmente, desconoce o han quedado fuera de su alcance. Particularmente sonadas fueron sus polémicas sobre la escolarizacion (La sociedad desescolarizada, 1971), sobre la energía y los transportes (Energía y equidad, 1974) y sobre la medicina institucionalizada (Némesis médica, 1975), además de su apuesta por lo que llamó La convivencialidad (1973) y El género vernáculo (1982). A causa de estas y otras obras, pasó por ser un crítico feroz de la industrialización, con un toque de arcaísmo y una dimensión ética que le daba su sello característico, pero que también resultaba incómodo para las ortodoxias de izquierdas y derechas, lo cual ha llevado a una exclusión sistemática de sus planeamientos en el ámbito académico.

Alain de Libera: «Arqueología del sujeto» [1]

Filosofía

Fuente: Política Común, Vol. 6, 2014

Introducción

¿Cómo el sujeto pensante, o si se prefiere, el hombre en tanto que sujeto y agente del pensamiento entró en filosofía? ¿Por qué? Nada, en apariencia, para retomar la expresión de Aristóteles hablando de las Formas platónicas, convocaba el nacimiento de tal “monstruo”. Más bien todo parecía excluirlo: según el Estagirita, la palabra “sujeto” designaba algo así como un soporte o un substrato dotado de una capacidad receptiva; “pensamiento”, una afección o un afecto o, para decirlo en el rudo idioma aristotélico, una “alteración” de un género particular;