Miguel Ángel Hermoslla / La máquina guzmaniana y las culturas de derecha

Filosofía, Política

¿Qué es una cultura de derecha? La cultura en la que se declara que existen valores incuestionables señalados con mayúsculas. La cultura en la que prevalece una religión de la muerte. Furio Jesi. Cultura de derechas.

En este ensayo, nos proponemos identificar y pensar los fundamentos teóricos de las arremetidas “neofascistas” en la escena general de la mutación del capitalismo global contemporáneo y sus derivas reaccionarias.

Se trata de configurar una constelación conceptual y teórica que logre hacer inteligibles las formas del pensamiento y acción reaccionaria, que desde la instalación del neoliberalismo global y la axiomática del capital sin régimen se ha tomado la escena política como fascismo líquido, centrífugo y desterritorializado.

Es muy necesario pensar aquí, que la tradición política moderna porta desde su génesis una filosofía de la historia- un historicismo o filosofía del progreso, que contempla un saber de auto legitimación de sus procesos de enajenación, acumulación y devastación. “La normalidad capitalista” hace referencia aquí también a estas lógicas naturalizadas de destrucción que el tecno-capital despliega sobre la tierra. Por estas razones, es que el trabajo crítico de este ensayo podría leerse como una interrogación general de las diversas narrativas que los procesos modernos de legitimación en la historia del capital han desarrollado para efectos de su violenta facticidad.

Habría que preguntarse, ¿si la emergencia de los diversos “fascismos”, y para este caso la emergencia de las neo- derechas pos dictaduras o los giros reaccionarios neoliberales del cono sur y gran parte del mundo “occidental” y sus extensiones globalizantes no son más que otras formas de expresión del “fascismo histórico”, siempre atento y funcional a los distintos modos de administración del capital?, ¿son estas nuevas formas del pensamiento conservador ligado al fenómeno epistémico del fin de la historia- en tanto que consenso respecto a la legitimidad de la democracia liberal- y la narrativa unilateral del despliegue equivalencial de los patrones de acumulación del capital contemporáneo, esencialmente una manifestación de continuidad y complicidad con los propios procesos modernos del desarrollo capitalista?. Con todos los matices sociopolíticos que puedan caracterizar al momento histórico en el que estamos domiciliados podríamos afirmar que la incursión de cualquier ensayo critico al respecto debiese responder de algún modo a esta hipótesis planteada, que siguiendo las lecturas de Jesi, podríamos denominar como “máquina mitológica” y “culturas de derechas”; toda vez que debemos asumirnos en la insistencia de la tesis que plantea de fondo: ¿qué es una tradición de derecha?, ¿cuáles son y han sido sus modos de acercarse a la realidad?, ¿cuáles sus prácticas?, ¿cómo piensan “las culturas de derecha”, políticamente el mundo?

A contrapelo de un culturalismo vulgar y a la contra de la máquina humanista del poder, podríamos proponer pensar una cierta relación de complicidad y continuidad entre las distintas expresiones políticas de la metafísica de la tradición reaccionaria, donde se inscribirían los distintos tipos de fascismo: los fascismos monumentales de carácter nacionalista , estatal , militar, racial y patriarcal , y los fascismos descentrados, securitarios, gubernamentales y cibernéticos (Tiqqun), propios de las sociedades abiertas o de control, caracterizadas por Deleuze y Foucault , como reflejo histórico de la supremacía del capital sobre nuestras vidas.

Así , entonces , Si queremos pensar la bipolaridad de la maquina fascista” del capital “anarco” financiero contemporáneo, como nuevo nomos global que repite la regla civilizatoria de reacomodo del capital, a partir del cual irrumpe la escena de restauración conservadora- luego del proceso general de insurrecciones que sacudieron a gran parte del mundo en la década de los sesenta- debemos considerar y problematizar también el dispositivo “epistémico” en el cual se inscribe, y que dice relación no solo con los enunciados teóricos o epistemológicos formales y normativos que habilitarían una determinada práctica política efectiva de una época, sino más bien con una cierta facticidad e historicidad que nos atraviesa, y que dice relación con la llamada “ suspensión de la soberanía”(Villalobos Ruminott), que opera como maquinaria gubernamental “anarquizante” del capital global generalizado.

Así, entonces, podríamos pensar que “la máquina guzmaniana” del giro neoliberal anarquizado, operaría como actualidad intempestiva de la racionalidad política autoritaria del golpe portaliano (Karmy), que en Chile se abre paso a través del dispositivo oligárquico del peso de la noche- “el homo nationalis”,( Balibar) y que a modo de paradigma del orden de la república, explicaría las distintas mutaciones que el ejercicio del poder y sus articulaciones reaccionarias han experimentado en el cuerpo político nacional como efecto del mito fundacional de “la fronda aristocrática”, pues los mitos y sus máquinas movilizadoras no envejecen, más bien aceleran el pulso de la dominación bajo el impulso sin tiempo de su creencia. La máquina mitológica portaliana prefigura- en la actualidad a-temporal de su trono- la tradición política oligárquica de la republica autoritaria de Chile y así, en yuxtaposición al pacto “juristocrático guzmaniano” lo que conservan y aseguran sigue siendo la figura del poder y la performatividad del capital.

“La máquina guzmaniana” del orden, operaria como una expresión de repetición axiomática al interior de una historicidad que cruza la genealogía tomista- schmittiana de la tradición soberna del paradigma político estatal, con una tecnología bio-gubernamental de la episteme oikonomico- gestional, que a partir de una puesta en relación de los planteamientos de Foucault y Agamben, abren una dimensión reticular y ascendente de los mecanismo del poder, pero que piensa lo político como máquina de aceleración autoritaria( fascista) del orden estado/ capital, constitutivo de la razón política totalitaria de la república de Chile y sus enclaves señoriales: la razón dicotómica de “la maquina guzmaniana” calza con la estructura onto-politica moderna y la lengua teológica soberana del modelo leviatán, como puntal o reverso dialectico de la gestión biogubernamental de los cuerpos y su funcionalidad productiva.

Así, las culturas de derecha en Chile cristalizarían en la bipolaridad de “la maquina guzmaniana”, como aceleración de un dispositivo gubernamental cuya genealogía del orden se juega no en una teología política monumental sino más bien en una microfísica del poder o “arte de gobierno”; en una oikonomía, que como tal apuntalaría todo ejercicio descendente del poder como soberanía.

A esta luz, “la maquina guzmanianna”, como pacto juristocratico y “bucle soberano” de la republica autoritaria, vendría a ser por una lado, un proyecto conservador católico, caracterizado estrictamente como una manifestación de las influencias del tomismo pregonado por Osvaldo Lira, Jaime Eyzaguirre, Julio Philippi y el estado político universal ecuménico cristiano, destinado a la recuperación de la grandeza del pensamiento reaccionario hispánico y su tradición monárquica: katechon del progreso de la democracia liberal, es decir un proyecto teológico político, y por otro lado, una variable oikonomica gestional de administración molecular de los pueblos y la trama microfísica de los cuerpos, en el escenario de la instalación neoliberal y la desregulación general, es decir: una gubernamenalidad, o promoción de subjetividades docilizadas, como norma biopolitica de todo “arte de gobierno”.

Es justamente esta mutación de la soberanía del capital, operada desde “la maquina gubernamental guzmaniana”, que consistió en un desplazamiento del Estado nacional desarrollista de contención productiva, al capital transnacional de cálculo incondicionado, el que configura una racionalidad “anarquizante” del capitalismo y sus modos flexibles y reticulares de acumulación, y es ese también el lugar desde donde podríamos articular un discurso crítico radical de su continuismo desterritorializado y“ anárquico», que se abre paso en medio del desierto del nihilismo contemporáneo; que es la consumación y realización tecno-económica de la historia de la filosofía del capital, como modulación de la metafísica del sujeto apropiante, que cierra el mundo en la maquina fascista de la excepción y la violencia reificante.

Es esta, precisamente la paradoja de historicidad fáctica que nos atraviesa; -la multiplicidad irreductible de la vida, frente a la unicidad equivalencial del valor-, y en la que estamos situados par pensar nuestro presente, e intentar deponer desde ahí, el continuum opresivo de la máquina mitológica y su reticulado reaccionario, en tanto orden guzmaniano de usurpación y repetición oligárquica. Habría entonces, que sostener desde este horizonte histórico- político la posibilidad de una imaginación crítica, emancipada de la metafísica del sujeto moderno, que ya siempre abastece al nihilismo homogeneizante de los movimientos del capital, y sus reversos totalitarios.

Se trata, entonces, de pensar e identificar aquí el fascismo o los movimientos fascistas como dispositivos inmunitarios del imaginario liberal burgués y su deriva gestional-oikonomica, administrativa, descentrada (Karmy), y como una tendencia interna a las democracias contemporáneas (Adorno), que se expresa como nihilización o indiferenciación general en el horizonte de un capitalismo global axiomático “anarquizado” y no principial autoritario ,pero que permanece sujeto o bajo la subsunción normativa de cierta racionalidad estratégica o principio de razón, que continua la norma instrumental del cogito cartesiano del valor , la productividad y la acumulación como criterio ultimo de señorío autoritario. Se trata de pensar “las culturas de derechas”, y sus articulaciones “juristocraticas”, siendo habitadas por esta configuración global “anarquizante” de la condición nihilista del capitalismo neoliberal contemporáneo, entendido como “el nuevo gobierno del mundo”, en plena crisis de las categorías modernas de la crítica.

Así, entonces, desde el punto de vista de la historicidad del fascismo, podríamos arriesgar pensar que este, en tanto que “cultura de derecha”, no es una alteración al interior del continuum de las relaciones modernas del poder y la maquinaria de guerra del capital, sino más bien una respuesta formal y material de los patrones de acumulación y los procesos de modernización y universalización capitalista en sus instancias de contorsión y crisis.

Se trata de mostrar el carácter flexible y dinámico de los fascismos, a saber; su mutación a nivel global como forma axiomática de reestructuración y reajuste de las dinámicas de modernización y sus relación de valor, producción y explotación, que coinciden con los giros y metamorfosis de los modos flexibles con que se mueve la racionalidad del capital y sus diversas formas de adaptación al interior de las relaciones de producción de la democracia capitalistas, pues el problema , dirá Dauve, siguiendo a Bordiga, no es el falso clivaje fascismo o democracia, sino la relación de complicidad entre democracia y fascismo, para dejar en claro que las alianza liberales, burguesas y progresistas que se han denominado heroicamente antifascista , “son movimientos que evitan el fascismo sin destruir el capital”, lo que dejaría instanta las condiciones de su reaparición bajo otras formas o modos de expresión.

Así entonces, en la escena de la performatividad versátil de los fascismos o culturas de derechas , ahora en su etapa neoliberal de aceleración y expansión imperial del capital, nos invita a presenciar y pensar su acontecimiento como instalación de la fase actual de la dominación capitalista en tanto que expresión de la vida cotidiana, desarticulada de un orden ideológico estratégico o narrativa monumental, que como principio de razón actué como equivalente de una filosofía de la historia para legitimar elprogreso maquinal de la modernidad apropiante y productivista, por el contrario, podría discutirse aquí que el fascismo en su deriva neoliberal desterritorializada, acontece en la suspensión de una narración soberana que lo articule como guion teleológico de la historia y que por el contrario, emerge desprovisto de toda narrativa de emancipación y fundamento onto-politico que regule su despliegue hegemónico, ahora diseminado en una serie de “protocolos administrativos suplementarios” de los procesos de acumulación y explotación al interior de la democracia fascista de la sociedad del espectáculo y el bucle deseante del consumo.

Así, entonces la explicación de la instalación diseminada de “las culturas de derechas” habría que buscarla también en la relación micropolítica de la compleja conexión entre deseo y poder, pues como lo anticipara Reich en la psicología de masas del fascismo, no son solo las ingenuas masas engañadas por los nazis, sino la gran paradoja del deseo, pues se puede también desear la opresión y la servidumbre y no solo la emancipación planificada del fin de la dominación. En esto también insistirá la premisa faucultiana de la crítica a la hipótesis represiva, que sostiene que el poder no es una exterioridad destinada solo a reprimir, sino también un dispositivo que produce, genera y orienta subjetividades, más allá de los imperativos jurídico-políticos, pues el poder se constituye en un engranaje social y cotidiano de producción de subjetividad y el fascismo, en su máquina semiótica de la estandarización general de la experiencia, alojada en la norma del principio de equivalencia y el nomos de la mercancía.

Las fuerzas que mueven la operación ideológica de las ultraderechas neoliberales como expresión de “la maquina mitológica”, es sin duda, el instalar un escenario no de acceso al poder, sino de preparar las condiciones de ambigüedad política para conservar las estructuras fundamentales de explotación y las relaciones de producción capitalista en su etapa “cibernética” de mutación securitaria. La cara fascista de “las culturas de derechas” se revela justo en el vértice autoritario y deseante de la violenta revolución del capital, pues, visto el desarrollo del capitalismo en perspectiva, y así lo muestra la instalación de la maquina mitológica guzmaniana en Chile; los fascismos emergen, no como una anomalía o algo ajeno al despliegue de la modernidad y la democracia liberal burguesa de la acumulación, “sino como parte constitutiva de los modos totalitarios y libidinales de su conservación y reproducción, en el mismo interior de la soberanía del capital.

Es el propio Jaime Guzmán el que afirmará que “las Constituciones son proyectos histórico- políticos para un pueblo y no simples cuerpos jurídicos de normas abstractas” y a reglón seguido dirá; “la democracia no tiene un valor intrínseco – solo la autoridad y la libertad lo pueden tener- sino más bien es un instrumento práctico que debe dar alternativas de “gobiernos”, pero sin alterar los valores y las formas culturales tradicionales en las que ha vivido una nación” (Guzmán, Escritos personales). A esta luz la máquina mitológica y el bucle portlaniano de la razón imperial, operan sin ningún remilgo político, pues no es precisamente una tarea teórica monumental lo que daría garantías al “arte de gobernar” , sino más bien un quehacer práctico al servicio del continuum de la tradición de los opresores, una operación performatica de la facticidad del capital, una “democracia eficiente e instrumental”, no doctrinaria, que operaría siempre -como imperativo de equivalencia- en los límites del “realismo capitalista”, como valor incuestionable de una tradición y cultura señalada con mayúsculas.

Por lo tanto, se trataría de pensar entonces, la historicidad intempestiva del pacto guzmaniano en co-pertenecia política con la sociedad del golpe (Conversaciones en torno a la sociedad del golpe. Ficción de la Razón) y sus configuraciones transitológicas de la democracia procedimental de los acuerdos, que a partir de los noventas se instalará como dispositivo civil del “régimen”. Así, la sociedad neoliberal, como “gubernamentalidad guzmaniana del golpe”, operaría como tecnología de transición infinita de la lengua imperial del capital, que solo la gestualidad de los pueblos subversos dejará al descubierto.

Así, todo el proceso de restauración reaccionario, que sobrevino luego de las revueltas populares iniciadas en octubre del 2019 y del fallido proceso constituyente traducido de ellas, no tendrá otro propósito sino el de proyectar el golpe guzmaniano más allá del pacto político parlamentario del quince de noviembre, “como archivos poblados” de la máquina fascista del orden portaliano, que ya siempre anticipa el derecho de mandar como principio de “gobernabilidad” recurrente.

El acontecimiento intempestivo de la restauración del orden se juega en yuxtaposición de la máquina mitológica como actualidad de los nombres Portales y Guzmán, en la simultaneidad del mitologema autoritario que medra fuera del tiempo cronológico; como espacio en que confluyen tiempos de diverso orden (Thayer – Marchant); en paréntesis invertido- abierto- de la democracia siendo esta siempre ya la excepcionalidad del régimen hecho regla; la anarquía de la norma del capital.

Imagen principal: Rodrigo Valenzuela, New Land No. (Untitled 7), 2021

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