En aquel Imperio, el Arte de la Cartografía logró tal Perfección que el mapa de una sola Provincia ocupaba toda una Ciudad, y el mapa del imperio, toda una Provincia. Con el tiempo, esos Mapas Desmesurados no satisficieron y los Colegios de Cartógrafos levantaron un Mapa del Imperio, que tenía el tamaño del Imperio y coincidía puntualmente con él. Menos Adictas al Estudio de la Cartografía, las Generaciones Siguientes entendieron que ese dilatado Mapa era Inútil y no sin Impiedad lo entregaron a las Inclemencias del Sol y de los inviernos. En los desiertos del Oeste perduran despedazadas Ruinas del Mapa, habitadas por Animales y por Mendigos; en todo el País no hay otra reliquia de las Disciplinas Geográficas. JL.B. Del Rigor de la Ciencia, 1954.
La década de los 90’ (pequeño siglo XX) puede ser retratada desde un “fervor sociológico” ante el advenimiento de la “aldea global” y el fin de la geopolítica -fronteras- en nombre de la universalidad planetaria. La geografía fue tildada como un desecho de la guerra fría, sancionando todo lenguaje territorial tras el desplome de la URSS. La globalización, amén de su materialidad e inaudito alcance histórico, también ha migrado como ideología capaz de auscultar un conjunto de tendencias -dislocadas y concentracionarias- del capital mundial. El fin de la historia, el último hombre y los mercados, fueron los signos vitales de la nueva evangelización. La tesis de la democracia cosmopolita o postnacional fue celebrada por autores como John Keane, David Held, Thomas Friedman y parcialmente -de modo mucho más reflexivo- por Anthony Giddens y Manuel Castells. En aquel contexto el Fukuyamismo (bestseller, el fin de la historia) fue la profecía del optimismo finisecular (1992). Contra todo pronóstico los sucesos de la globalización -tras el llamado trumpista a construir muros– ha tenido lugar el retorno a una “geografía crítica” donde la tesis geo-territorial ha retornado con inusitada tenacidad.
La geografía después del atentado a Las Torres gemelas (2011) –World Trade Center– fue el fundamento de las intervenciones humanitarias (USA) por materias primas y un conjunto de exterminios que hoy están aposentados en Ucrania -oriente medio- develan que la geografía vive su belle époque, a saber, una época tan favorable, que nunca estuvo tan amenazada como hoy (stasis). El desarrollo del capital bajo la forma de una extensión sin precedentes de los mercados abiertos constituye un medio de confiscación adicional de los trabajadores, de los estratos intermedios y los Estados post-soberanos.
Bajo el porvenir glonacal (1989), en Brandeburgo se escucharon los últimos ecos del sujeto habermasiano y su ética discursiva. En una celebre editorial, The Economist 1994, abordó la pregunta geográfica tras la primera arremetida contra la ‘globalización’, a saber, contra el festín de ‘época’, la rebelión zapatista, el levantamiento de pueblos del sur mexicano y el nacimiento del movimiento ‘alterglobalista’. Gradualmente hemos presenciado la mayor tribulación de una época, la llamada globalización, aquel hito fundamental (sin ambages) que comenzó en paralelo con la ‘Caída del Muro’ (mito-política) como emancipación de muros y fronteras, pero que hoy devela exactamente lo contrario.
Durante su campaña presidencial, Jair Bolsonaro (2018) lanzó una de sus frases más polémicas: “China no está comprando en Brasil. ¡Está comprando Brasil!”. Pese a que el líder de extrema derecha abrazó una posición anti-China, una vez en el poder —el llamado “Trump de los trópicos”— realizó una visita de Estado a China, recibió al presidente Xi Jinping en Brasilia en 2019. Mas tarde se opuso a la pasión nacionalista de Donald Trump para excluir a la empresa Huawei (con más patentes en 5G a nivel mundial) del desarrollo de la red de telecomunicaciones brasileña. En efecto, el verdadero acontecimiento ha sido el retorno a las geografías críticas que comprende un imperio infraestructural del espacio, el territorio, donde la conectividad ultra-marítima lejos de la tecnología cursi del usuario, se explica por la sobreacumulación de capital. Todo ello ocurre en una guerrilla arancelaria en bienes de manufactura (100%), pero esencialmente la disputa se juega materias de innovación y nuevas tecnologías. Entonces, las empresas estadunidenses estarían disputando la hegemonía con las similares chinas. Como ya parece evidente, en el contexto de cuarta revolución industrial, se abrió la disputa por el hegemón, a saber, quién domina el mercado global de IA, Big Data, robótica, computación cuántica, e-cloud, blockchain, nanotecnologías, vehículos autónomos y movidos por electricidad, energías renovables no convencionales (ERNC), como así mismo, las transformaciones en digitalización, automatización inteligente, interconexión de sistemas y datos en tiempo real. En este sentido, la IA pese a representar un giro epocal, es también la perpetración de riesgos -gobierno de las mercancías- y es observada no solo por la ética de la UNESCO, sino por los propios especialistas chinos como la máxima expresión de la fase drómica del capital, cuestión que implica cautelar que las economías subdesarrolladas admitan políticas de mitigación, para liberar capital y trabajo. En este sentido el comunismo cibernético es una axiomática de acumulación que ha desarrollado la comprensión dialectal más extenuante del XXI.
Sin el animus de cargar las tintas sobre la leyenda negra que se enarboló a partir del movimiento 2011, en nuestra parroquia -años 90’- la Concertación de Partidos por la Democracia (1990) nos ofreció el bettseller de Fukuyama (1992) en un contexto acuerdos ineludibles. Entonces, la democracia fue declarada un sistema irrebasable junto a las modernizaciones. Pocos hablaron de una nueva fase de sobreacumulación asiática (pulpos del capital) y el descorche cibernético de las mercancías. Salvo puntuales excepciones, nadie aludía a geografías expansivas donde la concentración de capital responde a dinámicas de concentración drómicas. Toni Negri, celebre autor de las multitudes, con la tesis hipnótica de Imperio podría ser el mito político de un capital descentrado, soberano, expansivo, pero subestimando fronteras que refuerzan activamente la restauración geopolítica (en la guerrilla sino/americana) donde se juegan nuevas concentraciones geográficas fragmentadas de capital. En nuestra parroquia, la anorexia infinita de una izquierda que, en tiempos de transición (1990), solo pensó lo geopolítico en clave culturalista, pero no atendió a los «tiempos y modos» de acumulación en clave de geopolítica de la fragmentación (espacios, tiempo y conectividad). En suma, el poder infraestructural busca el espacial/territorial en puntos específicos de la geografía euroasiática, africana y latinoamericana, como así mismo, responde tanto a una incrementada competencia inter-capitalista con una tendencia hacia la sobreacumulación (caída de la tasa de ganancia) que obliga a buscar salida a excedentes de capitales, sectores con sobrecapacidad instalada.
Por la vía de la “globalización” se trataba de imponer un mundo consumado, por fin, ser mundo. En efecto, bajo el ánimo celebratorio en tierras postcomunistas, léase Daniel Bell, el capitalismo habría alcanzado, definitivamente, su mayoría de edad, consistente en realizar la universalidad humana. Un lugar común fue abundar en telecomunicaciones globales, instantáneas, redes de televisión y computación que derrocarían las antiguas tiranías de las enmohecidas nociones de tiempo, espacio y territorio -evadiendo las mediaciones del capital. Decía el pregón “las empresas no necesitarán cuarteles generales, los trabajadores laborarán con igual eficiencia en sus hogares, sus automóviles o en la playa como lo hubieran hecho en sus oficinas que ya no tienen razón de existir, y los acontecimientos del otro lado del mundo se verán, se oirán y se sentirán con la misma inmediatez que lo que sucede en la vereda de enfrente”. Adicionalmente, y cabe subrayarlo, el espacio siempre es político porque en su producción se juegan las estrategias a partir de la cuales se concretan los proyectos de dominación y de reproducción de la socialización dominante. La fragmentación espacial es reflejo y correlato de la propia fragmentación del capital, de los capitales en realidad. A este respecto, Lefebvre apunta que: “El capital se fracciona inevitablemente, se dispersa en capitales, pero no sin dejar de guardar o constituir una unidad que es condición de su funcionamiento” (Lefebvre, 2013:).
De un lado, la planetización del capital tuvo una presencia directa e indirecta en todos los lugares, que ha permitido crear empresas globales y, de otro, una información con vocación planetaria. Entonces, todo lo que acontece en cada rincón del mundo tendría -en clave glonacal- relación con ese mundo, a saber, el mundo está presente en todos los lugares como mundo. En efecto, el axioma fue que, en tanto lugar, los lugares no pierden sus características y el mundo se instala en todas partes. ¿Qué intereses busca China en la región? En principio equilibrar la urbanización acelerada (meteórica) que, en 1949, comprendía 129 ciudades con 39,49 millones de habitantes y hacia el 2023, 694 ciudades, albergando a más de 673 millones de personas. En los últimos 20 años, el proceso de urbanización en China ha involucrado a alrededor de 350 millones de personas, que han pasado de vivir en zonas rurales a zonas urbanas. El país asiático en los últimos años tuvo un avance significativo, superando incluso el PIB americano, medido en paridad del poder adquisitivo y desplazándolo en el sector industrial.
Todo indica una gobernanza global -infraestructural- al aventurarse en la región busca preservar culturas, aplicar inversión directa en alza del 1400% en 7 años, concordar aranceles, compartir políticas de mitigación, colaborar en instalación de alto alcance, abstenerse de intervenir en la soberanía estatal. Lejos de las políticas de Washington que alentaron una cadena de golpes de Estado para América Latina, las autoridades chinas cuentan con un modelo altamente funcional y complejo de crecimiento y desarrollo impulsado por la inversión, que está llevando para sustentar un ecologismo verde. El “corredor suramericano” —OBOR— como extensión colosal de vías férreas para trenes de alta velocidad es central. Las tecnologías chinas de interconexión ferroviarias son parte de la de la necesidad de exportación de la sobrecapacidad instalada, mano de obra excedentaria, donde el poder infraestructural cumple una función de intentar salvar las contradicciones del capitalismo chino, como así mismo, garantizar el capitalismo mundializado. Y sí, China es el consumidor mundial, y tal hito establece los modos de intercambio, que comprenden un extractivismo verde, porque sus flujos de capital, comercio y materias primas requieren de la imbricación de los mercados externos. En suma, el proyecto del PCCH redefine al espacio global como un flujo continuo mediante ajustes espaciotemporales que buscan fuentes de aprovisionamiento.
Lejos de los “capitales Buitres”, la diplomacia asiática ha implementado unos términos de intercambio cualitativamente superiores al shock neoliberal (Banco Mundial, BID) que había dominado el debate sobre el desarrollo económico en América Latina, influenciado por el Consenso de Washington. Una forma de entender estos vínculos económicos cada vez más estrechos entre China y América Latina es mediante tres pilares: comercio, inversión y cooperación financiera. La devoción China por la infraestructura buscaría -aunque no estrictamente- facilitar la exportación de productos básicos contra todo interés regional. Pero tal supuesto es una ramplonería. La situación de dependencia histórica de América Latina frente a esta producción espacial, no se desvanece, sino que se ha incrementado mediante un giro hacia la consolidación de espacios que son proveedores de recursos estratégicos, por un lado, mientras por otro también son receptáculos de la sobrecapacidad productiva y los capitales ociosos que encuentran en estas formas fragmentarias sus válvulas de escape y modos de inversión que aseguran, cuando menos temporalmente, escapar de las fuertes tendencias hacia la sobreacumulación. Por fin, lo obvio, la NuevaRutadelaSeda nos permite atisbar un panorama de grandes oportunidades para la región en cuanto a complejidad exportadora -comercio- y términos de intercambio.
Pero cabe agregar la evidencia del extractivismo verde, que no es precisamente una credencial liberal, a saber, se avecina una insondable neo-dependencia en la historia de América Latina.
Referencias
Lefebvre, Henri (2013) Laproduccióndelespacio. Madrid: Capitán Swing
Dr. Mauro Salazar, Ufro-La Sapienza
Imagen principal: Anna Bella Geiger, Equations No 34, 1978

