Juan Manuel Rivas / Dispositivo para la memoria: «Pez Suelto» de David Aránguiz Mardones

Poesía

Por lo general, el primer poemario se convierte en la declaración de principios de alguien que ha encontrado una voz en la palabra. El texto poético como una fotografía captura un momento de la vida del poeta y lo deja plasmado en el verso. En el caso, de David Aránguiz Mardones (1990), su primera obra funciona más bien como un telón exquisito donde el creador vuelca todo su acervo cultural y poético recopilado por años tanto en la academia como en su labor de docente e investigador. De tal suerte, este quehacer muta en un depurado artefacto de resistencia, es así que, “Pez Suelto” (Libros del Pez Espiral, 2024) exhibe una pátina alegórica en sus versos que abraza a cada momento el concepto de sincretismo, pero no comulga con la civilidad del concepto sino al contrario reniega al oponerse al orden establecido en la historia de Chile: patriarcal, clerical, racista y clasista que se gestó con los años como un verdadero imbunche.

De hecho, recuenta con una prolija y mesurada lírica, aunque afilada en algunos momentos, la historia de Chile desde los albores de la patria hasta estos días donde se puede comprobar con desazón que la estructura de la sociedad chilena ha cambiado de manera imperceptible por no decir mínimamente. En este sentido el libro podría situarse en la dimensión de la poesía histórica, no obstante, fluye una mirada zen en gran parte de sus versos como la bitácora de un sabio que decide que lo pasado es mejor dejarlo ahí como un testimonio que sirve de recordatorio a las generaciones pasadas.

Claro que no por eso el texto adolece de cierto surrealismo el cual está refrendado por una veta simbólica que recorre todo el libro. No es casualidad que el autor encuentre en el concepto del Pez una vía para encauzar su florida batería de imágenes. Esta figura que representa la fe y la vitalidad y empleada por autores tan disímiles como José Lezama Lima o Marianne Moore. Es una excusa para expurgar el imaginario católico presente en la narrativa de nuestra historia como país. De hecho, Aránguiz erige una especie de purgatorio, un derrotero gris cubierto de pecado donde el ciudadano es permanentemente vencido por el yugo omnisciente y letal de la iglesia.

De esta forma, se desprende de estas páginas una fauna de personajes trágicos que abundan en esta patria nefasta, pero siempre insuflada por nuevas banderas de lucha. Vemos desfilar en estos versos: campesinos, mapuches, comunistas, trabajadores de los más variados oficios, gente privada de libertad, exiliados que representan la conciencia colectiva del pueblo víctima de la obtusa justicia chilena. Por lo mismo, solo queda la marcha como una forma de visibilidad como una catarsis necesaria.

En el poema “Nocturno del Desencanto” se constata de forma reveladora este determinismo que roe las vidas de los ciudadanos quienes irremediablemente están destinados de caer en el vacío: “No te quedes, no maldigas/ no queda nadie en el teléfono,/ solo nosotros recordándonos,/ solo el tono repitiéndose,/esas grandes autopistas vacías,/esos nuevos edificios gigantes, / pues vamos solos en una carrera directa a colisionar.

Hay deconstrucciones, conjuros poéticos, versos bucólicos revestidos de existencialismo, enumeraciones etéreas, rincones láricos, presagios post modernistas. Todo confluye en la visión caleidoscópica de “Pez Suelto” que opera como un registro certero de nuestro imaginario nacional. Un debut poético que exuda intensidad y madurez. David Aránguiz ha naufragado en la playa correcta.

David Aránguiz Mardones, Pez Suelto, Libros del pez espiral, Santiago, 2025.

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