Texto leído en lanzamiento de Averroes. Gusto, risa, política, DobleAEditores, 2024.
El moro ¿qué es todo eso? Ante todo, una potencia que clama otro tiempo, un aroma que apenas resulta perceptible en un mundo volcado enteramente a la guerra civil planetaria. Un latido que pulsa otra sensibilidad, acaso, una experiencia en la que el placer, la alegría, la vida feliz no constituyen formas ajenas y excepcionales sino modos de vida habituales, cotidianos que rozan nuestros labios con la ternura de una libertad que nos une –dirá Patricio Manns. Árabe, musulmán, oriente, el “moro” es un lugar sin lugar, una tierra que irrumpe de vez en cuando y llena de alegría y respiración a cuerpos y almas: nuestros ojos no existen. Vemos con la mirada que nos han puesto, escuchamos los rugidos con los que nos han querido espantar. Pero el moro no cabe en esos lentes ni en esos oídos, el moro es irreductible, resto que excede a los elegantes monumentos de la denominada “tradición”. No se trata de “otra” tradición como de la potencia inmanente a toda tradición. A ese lugar a cuya intempestividad el epígrafe que encabeza a este pequeño, pero insolente libro, nos llama: “En cada época ha de hacerse el intento de ganarle de nuevo la tradición al conformismo que está a punto de avasallarla.” –escribió Walter Benjamin.

