Giorgio Agamben / Las dos caras del poder 2: política y economía

Filosofía, Política

Es bien conocida la frase lapidaria que pronunció Napoleón al reunirse con Goethe en Erfurt en octubre de 1808: Le destin c’est la politique: “el destino es la política”. Esta afirmación, perfectamente inteligible en su momento, aunque aparentemente revolucionaria, ha perdido totalmente su sentido para nosotros hoy. Ya no sabemos lo que significa el término “política”, y mucho menos soñamos con ver en ella nuestro destino. El destino es la economía” es más bien el estribillo que los hombres llamados “políticos” nos repiten desde hace décadas. Y, sin embargo, no sólo no renuncian a llamarse a sí mismos tales, sino que los “políticos” siguen llamándose a sí mismos los partidos a los que pertenecen y los “políticos” se declaran a sí mismos las coaliciones que forman en los gobiernos y las decisiones que no cesan de tomar.

Giorgio Agamben / Las dos caras del poder

Filosofía, Política

Toda investigación sobre política está viciada por una ambigüedad terminológica preliminar que condena a quienes la emprenden a la incomprensión. Sea el pasaje del libro tercero de la Política en el que Aristóteles, al “investigar las politeias, para determinar su número y cualidades”, afirma perentoriamente: “puesto que politeia y politeuma significan lo mismo y politeuma es el poder supremo de las ciudades (to kyrion ton poleon ), es necesario que el poder supremo sea o el uno o los pocos o los muchos” (1279 a 25-26). Las traducciones actuales dicen: “puesto que constitución y gobierno significan lo mismo y gobierno es el poder soberano de las ciudades…”. Sea o no más o menos correcta esta traducción, en cualquier caso en ella emerge lo que podría calificarse como la anfibolia del concepto quizá más fundamental de nuestra tradición política, que se presenta ahora como ‘constitución’ ahora como ‘gobierno’. En una especie de contracción vertiginosa, los dos conceptos se identifican y al mismo tiempo se diferencian, y es precisamente esta equivocidad la que define, según Aristóteles, el kyrion, la soberanía.

Giorgio Agamben / Nustérze o poscrà

Filosofía, Política

“No creo en el mañana, quizá en pasado mañana”, escribió Joseph Roth. ¿En qué creo yo? Ni en el mañana, ni en el pasado mañana -quizá en poscrà o pescridde, como creo que se dice en apulense el día después de pasado mañana. Pero en verdad creo más bien en nustérze (en el anteayer) o en el día anterior al anteayer. Es la comprensión y el conocimiento del pasado lo que falta hoy en día, y no sólo para los más jóvenes. Pero es quizá el tiempo lo que falta, en todos sus éxtasis y formas, porque el futuro que lo ha devorado está vacío y ya nadie cree en él, mientras que el presente es por definición invivible. El tiempo que necesitamos, sin embargo, no es nada de eso: es el aion o eón, que los antiguos representaban como un joven con alas en los pies posado sobre una rueda, al que sólo puede asir una brizna frente a su frente -la ocasión- y, si la dejas pasar, estás perdido para siempre.

Giorgio Agamben / La verdad y la vergüenza

Filosofía, Política

Después de lo ocurrido en los dos últimos años, es difícil no sentirse algo disminuido, no sentir -se quiera o no- una especie de vergüenza. No es la vergüenza que Marx describió como “una especie de cólera replegada sobre sí misma”, en la que veía una posibilidad de revolución. Se trata más bien de esa “vergüenza de ser hombres” de la que hablaba Primo Levi en relación con los campos, la vergüenza de quienes vieron pasar lo que no debería haber pasado. Es una vergüenza de este tipo -se ha dicho con razón- la que, con la debida distancia, sentimos ante demasiada vulgaridad, ante ciertos programas de televisión, los rostros de sus presentadores y las sonrisas confiadas de los expertos, periodistas y políticos que, a sabiendas, han sancionado y difundido mentiras, falsedades y abusos, y siguen haciéndolo impunemente.

Natalia Taccetta / Comunidad monstruosa: Reflexiones en torno a la violencia y el placer

Ciencia, Cine, Estética, Filosofía, Política

Desde el Manifiesto Cyborg (1983), Donna Haraway combate lo que caracteriza como feminismo esencialista y propone la caducidad de la idea de género para acuñar la de cyborg, a fin de batallar contra lo que llama dualismos antagónicos como hombre/mujer, orgánico/inorgánico, hombre/máquina, civilizado/primitivo, sustituyéndolos por ontologías menos deterministas. Esta metáfora no esencializada permite moverse, más allá de nociones identitarias tradicionales, a hibridaciones animal-humano, humano-máquina en pos de huir de los modelos dualistas que sostienen las prácticas de dominación y sojuzgamiento de los esencialismos, incluso de aquellos ligados a principios feministas, pero no eximidos del lenguaje del falogocentrismo hegemónico.

En este marco, la ciencia ficción ha sido un territorio privilegiado para explorar la disolución de estos territorios tradicionales y fantasear rupturas. El alien es la alteridad amenazante y el cyborg una máquina capitalista informacional, de las que la cultura popular ofrece múltiples ejemplos para pensar ontologías difusas y para imaginar comunidades no guiadas por la productividad y la administración política de la vida, sino por el puro placer. Esto es lo que ocurre en La región salvaje, película de Amat Escalante, a partir de la cual se explorarán estas nociones y se reflexionará sobre potencias de resistencia e identidades fragmentarias.

Giorgio Agamben / El lugar de la política

Filosofía, Política

Las fuerzas que empujaban hacia una unidad política mundial parecían tanto más fuertes que las dirigidas hacia una unidad política más limitada, como la europea, que se podía escribir que la unidad de Europa sólo podía ser “un producto secundario, por no decir un residuo En realidad, las fuerzas que impulsaban la unidad resultaron ser tan insuficientes para el planeta como para Europa. Si la unidad europea, para dar lugar a una verdadera asamblea constituyente, habría presupuesto algo así como un “patriotismo europeo”, que no existía en ninguna parte (y la primera consecuencia fue el fracaso de los referendos para aprobar la llamada constitución europea, que, desde el punto de vista jurídico, no es una constitución, sino sólo un acuerdo entre Estados), la unidad política del planeta presuponía un “patriotismo de la especie y o del género humano” aún más difícil de encontrar. Como bien ha señalado Gilson, una sociedad de sociedades políticas no puede ser en sí misma política, sino que necesita un principio metapolítico, como lo ha sido la religión, al menos en el pasado.