En un libro de 1993, Moralités postmodernes, Jean-François Lyotard cuenta una fábula que transcurre cuando se acerca el final del ciclo de vida del Sol, dentro de 4.500 millones de años. Es la historia de un éxodo desde la Tierra cuyos protagonistas ya no son humanos, sino dos energías en perpetua lucha entre sí: por un lado, la entropía, que no cesa de impulsar la destrucción de los sistemas, sean vivos o inertes; por el otro, el proceso discontinuo —y en el fondo sumamente improbable— que tiende a crear nuevos sistemas multiplicando sus diferencias. La fábula no dice en qué se habrían transformado para entonces, un futuro ni siquiera imaginable, “lo Humano y su Cerebro, o más bien el Cerebro y su Humano”. Lo que describe Lyotard, en cambio, es la aparición de una crisis actual que no puede comprenderse ni con las herramientas de la ciencia ni con las de la política o la ética. Una crisis de la verdad, crisis de la soberanía estatal y territorial, crisis de la forma de gobierno que nos pareció la más adecuada para satisfacer un proyecto de emancipación: la democracia. Para Lyotard, la despedida de la modernidad, el tránsito hacia moralidades posmodernas, coincide con nuestra salida de la Tierra: no dentro de unos miles de millones de años, sino ahora, cuando al mirar nuestro planeta desde fuera no nos descubrimos unidos por un mismo destino en un planeta frágil, sino como una especie que se puede extinguir y, en definitiva, sustituir.
