El presente artículo aborda las primeras obras de Gilles Deleuze desde el ángulo que a él mismo le han merecido. Utiliza los textos, prólogos y entrevistas aparecidos en La isla desierta y otros textos (1953-1974), para proponer un comentario cuyo interés de fondo es la pregunta por la filosofía cuando a esta, sin ignorarlas, no le da por imitar a las ciencias positivas ni se presenta como sustituto de la religión.