La comunicación humana es de múltiples capas, ya que nuestro lenguaje se basa en complicados sistemas de significación; por ejemplo, pronunciar una determinada declaración utilizando una terminología específica podría indicar las tendencias ideológicas del hablante. Y como cualquier otro sistema comunicativo, la ley también es de múltiples capas. Esta naturaleza de múltiples capas nace en el momento de redactar o dictar un fallo, y se reconfigura mediante la interpretación, la aplicación e incluso la comunicación a lo largo de la vida de la norma o el fallo. Por ejemplo: la regla que prohíbe robar infiere una comprensión de una determinada santidad de la propiedad. Esa inviolabilidad se presumió en el momento de la redacción y volvió a adquirir mayor significado y profundidad a medida que la regla se aplicaba, se transplantaba y se desarrollaba.