Alejandra Castillo / Democracia y revuelta

Filosofía, Política

A seis años de la revuelta de octubre

La democracia y la revuelta no parecen ir juntas. Solemos imaginar escenarios distintos para una o la otra. La democracia es participación ordenada, de pasiones moderadas. La revuelta es ebullición y desorden. Lo que la democracia establece, la revuelta suspende. De habitual, la democracia es asociada a la estabilidad lograda por acuerdos consensuados. La revuelta es agitación y destitución. Si la democracia instala, la revuelta altera. La temporalidad de la democracia y la revuelta parecen diferir también. El tiempo de la democracia se organiza en un devenir planificado. El tiempo de la revuelta es acontecimental. En El día de antes de la revolución, Ursula K. Le Guin imagina el tiempo de la revuelta en Laia Odo; su cuerpo es figura y memoria de la revolución anarquista1. El día antes de la revolución es ella, su cuerpo. Si bien la revuelta toma lugar sin avisar, hay un cuerpo que la vuelve posible. Historias, privadas y comunes, afectos propios y ajenos, resistencias grandes y pequeñas van dejando huella en ese cuerpo que hace posible el acontecimiento de la revuelta. El acontecimiento para que advenga necesita un cuerpo. De tal modo, el día después de la revuelta, el día en que se instituye un orden, se organiza a partir de ese cuerpo y ese cuerpo da cuenta de un archivo.