El texto realiza una reflexión sobre la tortura realizada en Chile en los años de la Dictadura. Está escrito en primera persona tanto singular como plural, proponiendo con ello pensar la tortura como el momento del físico desgarro del cuerpo de Chile, de ese nosotros desarticulado. Este desgarro estructural estaría constituido tanto por una matriz de vaciamiento y desescritura de los cuerpos, la tabula rasa, como por una lógica del desprecio capaz de acoger dicha matriz.