Deleuze no escribió mucho sobre música. Y sin embargo, la música parece estar siempre al final de cualquier consideración estética. La música, como si se jugara allí el modo de hacer mundos más propio del arte, pero también el más peligroso, con sus líneas de abolición, sus sueños cósmicos y sus apuestas políticas totalitarias. Nos proponemos aquí mostrar un matiz de este lugar central que ocupa la música en la estética deleuziana, aquel que vincula el modo de hacer del arte con el modo de hacer de los pájaros, y emprender ese recorrido a través del compositor que consideramos sienta las bases de la estética musical en Deleuze y también en Guattari: O. Messiaen.
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Fuente: Instantes y Azares: Escrituras Nietzscheanas, Nº. 9, 2011, pp. 207-215