Tariq Anwar / Una ventana

Literatura

Una ventana abierta. Daba hacia un patio oscuro por la enorme vegetación. Los pájaros se paseaban entre las ramas de un gran magnolio. La brisa comenzó a penetrar desde el más allá a través de los árboles hasta entrar en la casa. Cerré la ventana. Sentí el frío por un instante. Era el frío que venía a quedarse. Puse el cerrojo. Junté las cortinas. Cuánto se extraña el canto de los pájaros.

Tariq Anwar / Mundos invisibles

Literatura, Sonido

Existen paisajes que no vemos. Ni platónicos ni místicos, sino simplemente invisibles. Están cargados de fuerzas extrañas que los pueblan y les dan forma. Hace unos días intentando mirar los detalles del cuerpo de un zorzal en movimiento, creí haber comprendido algo de sus extrañas presencias. Lo recuerdo así: El zorzal me miró por un momento desde el árbol en el que posaba sus delgadas patitas y ustedes entienden que cuando digo me miró es que se puso de costado para apuntarme con un solo ojo. Hacia dónde tendría dirigida la otra mitad de su visión es algo solo especulable, no podría asegurar nada. Imaginé que tal vez la existencia uno de los paisajes que no vemos estaba en el entremedio de la vista del pájaro, en lo que él no podía ver, o también en la doble mirada, que por una parte contenía la imagen de mi cuerpo y por otra la de una otra imagen que nunca podría yo siquiera imaginar. En su cerebro probablemente no habían dos imágenes, sino una panorámica que incluía la imagen de algo proyectado por mí, ahora entregado al zorzal, y una imagen ignota que hacía juego con la mía, la tocaba, la complementaba distinguiéndose, pues al fin y al cabo, el pájaro sabía separarlas. En esa doble mirada que organiza las imágenes de una manera inimaginable para mí, lo que pienso que ocurre es que se forma un paisaje invisible. Ní platónico ni místico, sino simplemente invisible.


El texto de Tariq Anwar puede ser leído en compañía de la pieza Soundplace1.

Guadalupe Lucero / Mundos de pájaro: música y vida en la estética deleuziana

Filosofía, Música

Deleuze no escribió mucho sobre música. Y sin embargo, la música parece estar siempre al final de cualquier consideración estética. La música, como si se jugara allí el modo de hacer mundos más propio del arte, pero también el más peligroso, con sus líneas de abolición, sus sueños cósmicos y sus apuestas políticas totalitarias. Nos proponemos aquí mostrar un matiz de este lugar central que ocupa la música en la estética deleuziana, aquel que vincula el modo de hacer del arte con el modo de hacer de los pájaros, y emprender ese recorrido a través del compositor que consideramos sienta las bases de la estética musical en Deleuze y también en Guattari: O. Messiaen.