El presente artículo busca mostrar que el estatuto de la música en la obra de Jacques Derrida propone una problematización rigurosa de la figura de la auto-afección. Si esta última encuentra en la voz su modelo ejemplar, en tanto espacio en el cual un sí-mismo garantiza la estabilidad de su presencia, la formulación derrideana de la música como experiencia de una apropiación imposible sugiere una reformulación de la voz auto-afectiva. La auto-afección, como posibilidad de una subjetividad, ya no sería un espacio homogéneo y cerrado sobre sí, sino un espaciamiento que instituye e impide a la vez el monólogo de la voz.
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