Diego Carvajal / El país de los juguetes

Filosofía, Política

En la geografía-política de la Soberanía se establecen límites diversos, y uno de estos se da en el plano del in-dividuo. Un límite sensible que por medio del “control-cuidado” (Foucault, 2007), se intenta desorganizar a nivel de su corporalidad y sus límites posibles. En ese plano, y en contraste con lo anterior, será en la infancia y por medio de su expresión juego, donde observaremos a un cuerpo de carácter resistente y transgresor que en tanto no habla o no se mueve por la convención del lenguaje, amenaza constantemente la planificación y ordenamiento de la realidad político-jurídica.

El cuerpo en juego es como diría Walter Benjamin, aquel que pierde las referencias ahí en la novedad y extrañeza del movimiento (Benjamin, 1989). Juego y movimiento ahí donde el errar es propio del aprendizaje, y que por ende inquieta al orden que promete la seguridad ahí en la in-movilidad. El cuerpo en juego se sitúa en la limitancia del errar, por ahí por los límites de la vida que la Soberanía intenta preservar. Hablamos de un movimiento alegre, no intermodal, sorpresivo, de fronteras y de emancipaciones espaciales que, tensionan cualquier racionalidad de gobierno.

En ese marco, el cuerpo de la infancia se protege más para normalizar el orden de los adultos que para contribuir al desarrollo de su propia diferencia. De hecho, se protege para mostrar-enseñar la inseguridad y miedo que le genera los niños. Véase aquello desde la gestualidad (libertaria) de los recién nacidos que atemoriza en tanto monstruosidad, devenida de las técnicas del nacer y los partos programados, es decir, de las primeras luchas inmunitarias. De ahí que todos pueden hablar y escribir por los niños, todos pueden ritmarlos y hablarlos: Son de cuidado, pero también de control.

En este contexto, y propósito del cuidado que merece cualquier desestabilización corporal, es interesante observar cómo se le dice a una niña o niño cuando se cae…. Ahí los Padres y Madres dicen “Te lo dije” o “Te dije que ibas a caer”, construyendo de forma inmediata en esa frase, la desarticulación del deseo y discontinuidad del movimiento experimental. De ahí que: “Los hábitos impuestos en nuestros días al niño están en perpetua contradicción con sus necesidades y su instinto. Entregado a su propio impulso, el niño se mueve sin cesar; salta, corre, trepa. Pero en clase, y aun en familia, el escolar debe constantemente contenerse ( …)La acomodación a la inmovilidad no se obtiene sino a costa de cierta degeneración de los órganos motores. A medida que el ser vivo se habitúa a soportar la privación del movimiento, sus miembros se acomodan a esta disminución del ejercicio, por una disminución de fuerza (…) es que ha concluido por destruirse en él ese instinto de movimiento, esa necesidad de ejercicio, tan imperiosa en el animal salvaje y el niño libre” (Crisorio, 2010:147)

De otro lado, en el país de los juguetes dice Giorgio Agamben “todo es juego” (2011:91), tal como en el tiempo del relámpago donde el tiempo se paraliza. En efecto, toda ley se dirá en torno a Benjamin se opone a la “naturalidad del niño, el animal o la planta (…) La criatura, dicho de otro modo, es lo que se retiene en el pasaje que va de lo sagrado a la ley” (Galende, 2009:11). De ese modo la infancia muestra esa instancia del aprendizaje que es el juego: Aprendizaje de una condición pre-humana que, antecede a los nudos de la ley y gramáticas del sentido.

Aquí donde la mirada microscópica del juego y de la niñez se moviliza hasta que los objetos se vuelvan ajenos a la vista, ya que se trata de una mirada del fragmento, de lo que no se quiere observar o del desecho de la representación. Devolución y extrañeza: La infancia y el juego en tanto práctica posible de resistencia sería propia de la noción de extranjero que Benjamin entiende como: “la relación en que se encuentra el individuo frente a un Estado al que no pertenece: es una relación político-jurídica” (Marsico, 2007:124). Extranjero como límite de la Soberanía, que se demuestra en la experiencia de la infancia y del cuerpo, donde la movilidad y la quietud se combinan como una dialéctica detenida entre quién habita y quien es extranjero ahí.

En efecto, la mirada de extrañeza o de viajero puede ser la mirada o percepción de niñez, en tanto que siempre regresamos sobre el plano de la infancia, sobre esa corporalidad, sobre ese gesto ajeno pero cercano de la temporalidad y el espacio. Para conocer de un lugar una emoción, como plantea Benjamin, habrá que haber sido niño ahí, es decir, haberse deslizado o extraviado de ahí por un tiempo. En Benjamin la “lejanía aún de lo más cercano, (es la) capacidad de devolver la mirada” (Marsico, 2007:37) en tanto rendija atemporal de un espacio vivido, re-corrido, ya-pasado, pero siempre presente. Trátese, como afirma Boito y Scribano de una mimética corporal y visual que se encuentra “en el cuerpo el lugar y en el juego la mímesis los modos de configuración” (Boito y Scribano, 2010:147), que funciona como una operación sensible que se diferencia de la abstracción del conocimiento y que por medio de las conductas miméticas, transforman las perspectivas del acontecimiento y del cuerpo.

Por último, en términos sociales quien esté en lo bajo -es quien supuestamente- debe resignarse a la escucha y gobierno expresado en una Soberanía de los cuerpos. Soberanía política que como plantea Rodrigo Karmy (2012), estaría regulada desde el mercado, lo que haría tensionar el habla propietaria de quienes deseen transformarla (“política del juego”). Esta forma Soberana, como plantea Karmy, es desafiada como en el 2011 cuando se profana la normativa del habla y la lengua desde una infancia que ya no la reconoce (Karmy, 2012)

En efecto, lo que sucedió el 2011 fue una abertura y recomposición política del habla, luego de procesos pos-dictadura de despolitización, trauma y tribunal. Cuerpo en deuda que eventualmente “quebró” la imagen neoliberal de Chile, tensionando ético-críticamente el régimen de representación, y exponiendo afecciones y superficies de su propio mal-estar, en un espacio inter-escalar e intensamente cotidiano. De ahí que la infancia es esa potencia de la emancipación que, con gran intensidad discursiva y práctica aparece en los movimientos de resistencia del 2011 al 2019: Una infancia/juego/cuerpo que captura el tiempo del capitalismo, para hacer de esa toma del tiempo una forma de movimiento.


Bibliografía

Agamben, G, 2011, Infancia e Historia. Ensayo sobre la destrucción de la experiencia. Adriana Hidalgo Editora. Buenos Aires. Pág. 91

Benjamin, W. 1989, Escritos. La literatura infantil, los niños y los jóvenes, Nueva Visión, Buenos Aires.

Boito M.E y Scribano A. 2010,La ciudad sitiada: una reflexión sobre imágenes que expresen el carácter neo-colonial de la ciudad (Córdoba 2010). En libro: Actuel Marx, Intervenciones 9, Cuerpos contemporáneos, nuevas prácticas, antiguos retos, otras pasiones. Stgo. Pág. 247

Crisorio, R. 2010 “Educación física”. En: Actuel Marx/Intervenciones N9 Cuerpos contemporáneos: nuevas practicas, antiguos retos, otras pasiones. p. 147. LOM. Santiago de Chile.

Foucault, M. 2007. Nacimiento de la biopolítica, trad. Horacio Pons, Buenos Aires. FCE.

Galende, F., 2009, Walter Benjamin y la destrucción. Ediciones Metales Pesados. Santiago. Pág.11

Mársico, M, 2007, Postfacio: ningún poema está destinado al lector. Reflexiones en torno a las traducciones de Walter Benjamin al español. En: Kohan, M, 2007. Zona urbana. Ensayo de lectura sobre Walter benjamín. Trotta, Buenos Aires. Pág.124

Karmy R. 2012, La infancia de Chile. En la página web: https://rebelion.org/la-infancia-de-chile/ Consultado en Marzo 2015.



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