David Margelin Lawson y David Merrill, ingenieros de sonido y estilistas, se conocieron hace tiempo durante las sesiones de grabación en los estudios CityVox de Nueva York. Compartían gustos musicales similares: un apasionado interés por la música electrónica de mediados del siglo XX y por compositores como Morton Subotnick, Éliane Radigue y Steve Reich. Sin embargo, sólo recientemente han empezado a compartir ideas y a colaborar. Señales es el primer fruto de su trabajo conjunto. Presentan el álbum como “pinturas sónicas esculpidas”.
¿Los instrumentos? Una gama de instrumentos que van desde los antiguos sintetizadores analógicos y modulares hasta los modernos ARP y Moog.
El álbum tiene cinco temas bastante largos, entre seis y dieciséis minutos. La amplia “Morning Meditation”, el tema más largo, extiende un lienzo ambiental resplandeciente de nubes de drones cambiantes, permitiendo que se desplieguen los colores y timbres de los diversos sintetizadores. Una forma de romper con la presionada vida diaria de muchos de nuestros contemporáneos y, en consecuencia, de bañarse en este hermoso y pacífico flujo.
“Un día en la playa” esculpe más las texturas. Sobre un fondo intermitente de olas profundas, surgen patrones misteriosos, los latidos apagados de pájaros desconocidos. Hay un pequeño lado de Tangerine Dream en esta mini ópera en el umbral de lo extraño, esas volutas lentas que se repiten en un crescendo dramático. Se puede apreciar el contraste entre el registro grueso y grave y las oleadas de notas altas radiantes. ¡Es una verdadera belleza!
El agua, susurrando en una lluvia microfina: así comienza “Rivière”, una pieza reichiana de pulso irresistible. Los sintetizadores combinan enfoques percusivos vivos y vestidos coloridos, a veces arrugados. Tras un breve parón en torno a los diez minutos, vuelve el pulso, enriquecido por un sustrato de majestuosos drones y voces sintéticas -los oímos brevemente al principio- y al mismo tiempo más lánguido, poblado de pequeños eventos sonoros. Otro gran éxito del álbum.
Se levantan vientos, una agitación oscura y grandiosa: “Dark Angel” es como un pozo de oscuridad susurrante en el que cae una luz apagada, la de Lucifer sin duda, con un resplandor borroso y preocupante. Un último estallido de esplendor explosivo antes de desaparecer en los vientos de la nada…
La “Coda” final, poderosamente diáfana, es una especie de enorme himno… ¡a los infinitos encantos de los relucientes sintetizadores!
Después de un primer tema ambiental que algunos pueden encontrar un poco convencional a pesar de sus innegables atractivos, un disco muy logrado con composiciones coloridas, efectivamente esculpidas en los más mínimos detalles por dos (profesionales) amantes del sonido.
Fuente del Texto: Inactuelles, musiques singulières