El libro Cantos de Vida y Esperanza, publicado en 1905 contiene uno de los poemas íconos del poeta nicaragüense, Rubén Darío que lleva por título Lo Fatal. Los primeros versos dicen lo siguiente:
“Dichoso el árbol, que es apenas sensitivo, y más la piedra dura porque esa ya no siente, pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo, ni mayor pesadumbre que la vida consciente.”
Si nos concentramos en algunas palabras de estos versos nos damos cuenta que el sufrimiento del yo lírico es ser consciente de la vida. Pero por qué este dolor y de dónde proviene este dolor. La respuesta está en el verso “ni mayor pesadumbre que la vida consciente”.
Para dar respuesta a las preguntas anteriores debemos organizar esta reflexión partiendo por dos palabras claves que provienen del latín: pensar y consciente. La primera de ellas (pensāre) tiene entre sus significados ‘pesar’, que a su vez también entre sus acepciones denota ‘sentimiento o dolor interior que molesta y fatiga el ánimo’ (RAE). Por lo tanto, la frase “ni mayor pesadumbre” más bien hace referencia a un dolor extremo sufrido por el yo lírico que lo impulsa al deseo extremo de convertirse en una piedra. Si hay características que como humanos que enarbolamos frente a nuestros hermanos menores-los animales- es la capacidad de ser entes pensantes. Pensar o ‘pesar’ los elementos o asuntos de nuestra existencia conlleva a que todos y todas debemos sopesar cada una de nuestras decisiones en la vida, elegir entre las opciones que se nos dan, y eso requiere esfuerzo de nuestra parte. Como no sabemos cómo piensan los animales, debemos ser justos con ellos, e inferir que ellos también ‘piensan’, pues toman decisiones para el bienestar en la vida, solo que ellos nunca estarían dispuestos a convertirse en un árbol o piedra para dejar de sufrir, como sí lo está el hablante lírico del poema de Rubén Darío. Por último, entre los significados de la palabra pensar está ‘formar o combinar ideas o juicios en la mente’. Sobre este punto, volveremos nuevamente.
Otra palabra clave es consciente (consciens,entis), capacidad del ser humano de reconocer la realidad circundante y de relacionarse con ella’.
Este reconocimiento solo tiene una perspectiva, la personal en primera persona singular. Mediante un procedimiento consciente y razonable nos damos cuenta de nosotros mismos y nuestro entorno en primera persona, experimentando todas las sensaciones, entre ellas el dolor (Stepanenko, 2011). Nadie por muy empático que sea puede sufrir el dolor de muelas de otro congénere o tampoco la angustia de un dolor interno, por ejemplo, como la pérdida de un ser querido. Incluso frases de condolencias como “ayudándolo a sentir”, “su dolor es mío”, entendemos que son fórmulas de buena crianza, pero que no pretenden en un sentido literal experimentar ese mismo dolor.
Retomemos la afirmación del párrafo anterior ‘formar o combinar ideas o juicios en la mente’. Para examinar mentalmente algo, formar un juicio de una persona o cosa, tener la intención de hacer algo, se requiere un tercer elemento que funcione como el vehículo del pensamiento, este es el lenguaje. En esta reflexión no entraremos a discutir que es primero, el pensamiento o el lenguaje- orientación defendida por René Descartes en su célebre frase “pienso, luego existo”-. No obstante, un simple ejercicio puede darnos claridad al respecto. Usted le contará a un amigo o amiga lo que hizo durante la mañana de ayer. Seguramente recurrirá a sus dotes de mimo, tal vez no tan brillantes como las del actor francés Marcel Marceau, pero por medio del lenguaje no verbal describirá que se levantó, se duchó, luego tomó su desayuno y salió para el trabajo o algún quehacer mañanero cotidiano. Sin embargo, si el ejercicio implica contar a su amigo o amiga los pensamientos que le asaltaron durante la mañana pasada, seguramente será muchísimo más complejo informar al espectador sin usar una sola palabra.
Hasta ahora no se conoce el origen del lenguaje, pero se reconoce que, por medio de él, el ser humano es capaz de su desarrollo en todo ámbito de la vida: cognitivo, emocional y social. Entre las muchas definiciones nombraremos solo algunas. La propuesta por el antropólogo-lingüista estadounidense Edward Sapir es la siguiente: “El lenguaje es exclusivamente humano, no instintivo, de comunicar ideas, emociones y deseos por medio de un sistema de símbolos producidos de manera deliberada. Estos símbolos son, ante todo, auditivos, y son producidos por los llamados “órganos del habla.” (Sapir, 1921). Así entendido, el lenguaje constituye una de las características básicas de nuestra condición como especie y la que nos configura como seres humanos (Beorlegui. 2006). Por otro lado, el lenguaje visto desde un punto del desarrollo del niño, el pensamiento no aparece sino hasta cuando aparece la función simbólica del lenguaje (Piaget & Inhelder, 1968). Y, por último, el lenguaje nace de la interacción social entre los seres humanos, convirtiéndose en un fenómeno social y no biológico; esto último, porque no se hereda la lengua que hablamos, como sí los rasgos físicos que provienen de nuestros padres. Se requiere la interacción social para que en cada ser humano se gatille el lenguaje. (Echeverría, 2017; Yule, 2007)
Nuevamente volvemos al poema de Rubén Darío, y el dolor inconmensurable del hablante lírico. El lenguaje verbal le permite expresar los aciagos pensamientos que agolpan su mente; lo peor de todo es que está consciente de cada una de estas imágenes que lo aterran. Los versos siguientes dan cuenta de ello:
Ser, y no saber nada, y ser sin rumbo cierto, y el temor de haber sido y un futuro terror… Y el espanto seguro de estar mañana muerto, y sufrir por la vida y por la sombra y por lo que no conocemos y apenas sospechamos, y la carne que tienta con sus frescos racimos, y la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos, y no saber adónde vamos, ¡ni de dónde venimos!…
Si nos basamos en los postulados sobre la ontología del lenguaje descritos por Echeverría, el primero de ellos hace referencia a los seres humanos como entes lingüísticos. Esta facultad del lenguaje nos permite construir e interpretar el mundo y construirnos a nosotros mismos a través de él. Si recordamos el primer trabajo de Adán fue el nombrar todo aquello que lo rodeaba: animales, vegetación y objetos. Pero más importante aún, conocerse a sí mismo, su capacidades, habilidades y pensamientos que luego, por medio de sonidos articulados, pudo comunicar por medio de las palabras con su esposa Eva. A través del lenguaje, Adán y Eva van creando su propia identidad, el conocimiento de Dios por medio de la interacción comunicativa en largas conversaciones diarias con Él. En este sentido, el Padre les habla en el propio lenguaje en que los humanos podamos entenderlo mejor. (Valencia, F., 2018)
El segundo postulado está estrechamente relacionado con el primero: el lenguaje es generativo de realidades. Esta frase se ha convertido en un cliché en estos días; sin embargo, no por eso deja de ser verdad. ¿Por qué es tan importante para los seres humanos que exista la asociación entre el significante y el o los significados de una palabra?, porque podemos referirnos a esa realidad nominada. Podemos describirla, comunicarnos sobre ella y etiquetarla de acuerdo a nuestra propia experiencia. Si hablamos de competencia lingüística nos referiremos a la capacidad que todo ser humano tiene de entender y utilizar unidades léxicas, que le permiten interpretar palabras que escucha y generar unidades léxicas nuevas, y de combinarlas con otras. Con las palabras que conocemos es posible hablar de nuestras sensaciones, ideas y emociones, del pasado, del presente y del porvenir. Al volver al poema de Rubén Darío, el hablante lírico comunica su dolor, angustia y terror utilizando palabras que evocan dichas emociones.Construye a través del lenguaje este panorama incierto y aplastante. Si le pidiéramos al protagonista que escribiera cinco palabras asociadas con vida, seguramente en su lexicón mental estaría asociada con las palabras temor, espanto, sombra, terror y muerte. “Por cuanto es precisamente a través del lenguaje que conferimos sentido a nuestra existencia y es también desde el lenguaje que nos es posible reconocer la importancia de dominios existenciales no lingüísticos. (Echeverría, p.21). Es por ello que es tan importante cómo organizamos cada elemento, idea o experiencia en nuestra mente.
Cada unidad léxica se encuentra vinculada con otras en nuestra mente de tal forma que tenemos la capacidad maravillosa de enunciar la palabra correcta en un contexto determinado en milésimas de segundos. Las asociaciones entre palabras pueden ser tan variadas como la fónica, gráfica, discursiva, entre otras (Diccionario de términos clave de ELE del CVC, 2004) Cada palabra aprehendida en nuestra vida comprende un origen lingüístico como no lingüístico. Por ejemplo, si decimos la palabra “árbol” cada uno de nosotros evocará una imagen mental en relación con esta palabra, que no necesariamente es compartida por todos, pues cada uno de los seres humanos que hemos aprehendido la palabra “árbol” podemos diferir en la información que involucra dicho término: recuerdos sobre un árbol en particular, el aroma que proviene del eucaliptus, la sombra que protege en un día soleado, etc. Sin embargo, compartimos algunos rasgos en común de la palabra “árbol” que nos permite comprendernos cuando hablamos de ella. No obstante, una de las características más destacables de este “almacén de palabras” o lexicón mental es el de ser incrementable; es decir, a medida que nos desarrollamos, estudiamos, trabajamos, investigamos, etc. podemos ampliar la información del término “árbol”, al punto de llegar a conocer por medio del estudio de la botánica los nombres en latín de cada uno de los árboles nativos de nuestra región o las propiedades medicinales del boldo, quillay y romero, por nombrar algunos nuevos aprendizajes.
Si volvemos a la palabra “vida”, que rememora cinco palabras dolorosas para el yo lírico del poema, la pregunta evidente aquí es: con qué cinco palabras yo asocio la palabra “vida”. Seguramente nuestra respuesta será tan variada como seres humanos que somos y del estado anímico en que cada lector se encuentre al momento de la lectura. Esto confirma los dos postulados expuestos en los párrafos anteriores: somos seres lingüísticos y creamos realidades con las palabras.
Esto nos lleva a unir finalmente el lenguaje como un motor de la creatividad, otra característica de nuestra especie digna de destacar. Chomsky se refiere a la creatividad lingüística sólo circunscrita a la capacidad del lenguaje humano de producir infinitas oraciones a partir de un conjunto finito de instrucciones sintácticas (Chomsky, 1957). Sin embargo, la realidad humana es muy compleja que un número infinito de frases no la cubre; por lo que el lenguaje se ve sujeto a diferentes cambios lingüísticos que permitan adecuarse a las exigencias de los seres humanos en un contexto social e histórico determinado. Las palabras como botica, pulpería y ropero, soloson utilizadas en contextos muy reducidos; en cambio, palabras como internet, pandemia y portonazo pueden estar presentes en todos los noticiarios vespertinos.
En este sentido, el pensamiento creativo (o divergente) requiere de un lenguaje creativo para la búsqueda de alternativas o posibilidades creativas y diferentes para la resolución de un problema. No es posible para una mente creativa enfrentar un desafío con los mismos paradigmas de antaño. Un ejemplo de ello es el polímata renacentista Leonardo da Vinci. Dicen que el gran artista e inventor viajó a Milán, pues en esta ciudad había muchos problemas que debían ser solucionados. Uno de ellos fue la peste bubónica que provocó la muerte de un tercio de los habitantes en la década de 1480. Para solucionar el problema, Ludovico Sforza pide a Leonardo que identifique el problema y dé una propuesta de ciudad. El renacentista se percata de las malas condiciones sanitarias de Milán; entre ellas básicamente el tránsito de personas y de animales en los mismos espacios de la ciudad. Esta es la primera medida que debe ser abordada. Asimismo, Sforza le solicita que proponga un plan urbanístico de una “ciudad ideal” que garantice la “salud y belleza” de Milán. Para ello “Leonardo aplicó la comparación clásica entre el microcosmos del cuerpo humano y el macrocosmos de la Tierra: las ciudades serían organismos que respiran y que contienen fluidos que circulan y desechos que necesitan expulsar” (Isaacson, W. ,2018). El conocimiento profundo que Leonardo tenía del cuerpo humano le permite dar una solución urbanística siguiendo los mismos criterios del comportamiento de un organismo vivo. Solo gracias a la creatividad y a un lenguaje creativo este tipo de soluciones pueden llevarse a cabo.
Ahora bien, esto no significa que debemos ser artistas, grandes pensadores o catedráticos para desarrollar el lenguaje creativo; el ejercicio diario de soluciones cotidianas de una manera poco habitual puede abrirnos la puerta a una salida diferente a lo que estamos acostumbrados; a veces repetimos las mismas acciones por desidia o porque “no queremos pensar”, ya que es mucho más cómodo mantenernos en nuestro espacio de confort. Tal vez, sea este el momento de dar un giro en nuestras vidas, y nos atrevemos al cambio; se nos dieron las herramientas para ello.
La creatividad es entendida como la capacidad de generar ideas que escapen de los lineamientos del pensamiento frecuente; puede desarrollarse con el entrenamiento de técnicas que ayuden a mirar un mismo objeto desde diferentes puntos de vista. Sin ir más lejos, démonos la tarea de darle un cariz positivo al poema que nos ha servido como base para esta reflexión, y tal vez, mediante el lenguaje y el pensamiento creativo, podamos enfrentar esta “vida consciente” sin que muramos en el intento.
Magaly Ruiz Mella. Universidad de La Frontera
Referencias bibliográficas
Beorlegui, C. (2006). La capacidad lingüística del ser humano: una diferencia cualitativa. Thémata, 37, 139-168.
Chomsky, N. (1957). Estructuras Sintácticas. (2004) México: Siglo Veintiuno editores, sn. a de CV.
Darío, R. (2015). Cantos de vida y esperanza (Los mejores clásicos). Penguin Clásicos.
Echeverría, R. (2017). Ontología del lenguaje. Ediciones Granica SA.
Isaacson, W. (2018). Leonardo da Vinci: la biografía. Debate.
Martín Peris, E., Arjonilla, A., Atienza, E., Castro, M. D., Higueras, M., inglés Camiruaga, M., … & Vañó Cerdá, A. (2005). Diccionario de términos clave de ELE del CVC. Universidad de Sevilla.
Piaget, J., & Inhelder, B. (1968). La psychologie de l’enfant.
Rae, R. A. E. (1998). Diccionario de la lengua española. Espasa Calpe.
Sapir, E. (1921). An introduction to the study of speech. New York: Harcourt, Brace.
Stepanenko Gutiérrez, P. (2011). Conciencia y pensamientos de nivel superior. Península, 6(2), 13-26.
Valencia, F. (2018). Adán y la comprensión del lenguaje en la propuesta de John Locke. Filo de Palabra, (24).
Yule, G. (2007). El lenguaje. Ediciones Akal.