a Charlotte…
Il Pleut sur Santiago es una filmografía (1975) que invoca la atribulada identidad del exilio chileno. El documental vio la luz en Francia y Bulgaria, y su estreno fue en diciembre del mismo año. Una producción de Helvio Soto que se inscribe en el tiempo ininterrumpido del exilio.
Aquí el tiempo, es un tópico prevalente, perenne. El título del film acompasa un movimiento de visualidades y significados que articulan un tiempo e historia que el lenguaje no puede nombrar. La lluvia interminable es el telón de fondo y su monótono repicar abraza el tempo de la inmanencia, que se propone como huella de la historia, nombrar nuestra mudez en la enseñanza de la tragicidad. La lluvia es similar a la destinación de lo que vendrá 50 años después. Una metáfora del tiempo que se vive qua perpetuación de la catástrofe, como resonancia pregnante que marca nuestra violencia irrefrenable.
Santiago, convertida en la capital del horror, en un mar trágico, carece de todo porvenir en nombre de la acumulación primitiva de capital. La palabra desgarrada, fragmentada, herida tras el Golpe, acompañara a los sujetos desvinculados, y no cesará, pues será un domicilio obliterante.
La Comunidad de los sin Comunidad. Las frustraciones de la cotidianeidad y las dificultades de estar en el mundo, de haber sido expulsados del presente, son retratadas en la suite Piazzolleana. La lengua es sinónimo de destierros, porque solo será posible pulular en nomadismos y en desarraigos sin obra comunitaria. La memoria colectiva, implica un “efecto globalizatorio”, y el ícono global sera un Golpe de Estado en el “tercer mundo”. Televisores locales y del primer mundo, imágenes del bombardeo a La Moneda cristalizan una arritmia de significados e imágenes que se diseminan por el cuerpo social desbordando el campo estético del cine/audiovisual local.
La imagen de La Moneda bombardeada funge como propuesta metonímica que representa el 11 de septiembre (1973). El golpe y su sombra es metáfora expansiva, no sólo “bombardean”, “destruyen” “queman libros” “violan” y “refundan”, sino que también se conjura una bruma que pondrá en jaque el destino de todo acuerdo democrático.
En medio de tales éxodos, Astor Piazzolla alcanza un intenso paisaje sensorial1*. En su organología encontramos un total de nueve cortes: Presagio, Salvador Allende, Uomo del sud, Salvador Allende, Combate en la Fábrica, La maison de Monique, 11 pleut sur Santiago y Jorge Adiós. Astor supo retratar todo el gris del horror, el infinito exilio, y los vejámenes del oscurantismo.
El músico logra capturar la pregnancia emocional del registro histórico, lo inefable e innarrable, mediante una metáfora estético-visual, cuando las palabras no logran articular un relato de la experiencia. La dramaturgia y las “lengüetas libres” del Doble A, Bandoneón, desanudan la imposibilidad de representar lo irrepresentable -el horror-. Antes la máquina germánica (1900) fue capaz de dar voz a la inmigración italiana y los desbandes dialectal. Allí donde se soportan las escasas representaciones del Golpe. Las llamas descontroladas de Palacio como premonición del neoliberalismo, en tanto vanguardia especulativa. Todo será incinerado y no habrá lugar para la expiación.
La extinción de todo horizonte compartido como aquello que el filósofo chileno, Willy Thayer, llama la “sociedad del golpe”. Sociedad fundada desde y para el Golpe. Piazzolla y la máquina de padecimientos petrificados en metal, apela al trauma acústico que cultiva una sensitividad que mantiene en retención las “estéticas de la sangre”. Sangre que marca la época de la desaparición, los halcones y nuestros heraldos de la modernización. Astor Pantaleón nos brinda un universo de sonoridades, una fuerza imaginal que exceden las posibilidades hermenéuticas. Hasta imputar la letra modernizante de los “Chicagos Boys”.
El sentimiento de pérdida permanece en vilo luego de 50. El Bandoneón -en toda su sensorialidad- interactúa con diversos éxodos forzados, donde la desterritorialización del capital muestra a nuestras élites ávidas, extasiadas de “capital foráneo”. El exilio aparece como una “condena” inaferrable, e imposición absoluta que deriva de unas condiciones de extrema urgencia generadas por la persecución política. Una “pulsión” de salvación de quienes se fueron del país en aquellas circunstancias. El exilio altera una cierta memoria inmediata del acontecimiento, pero intensifica los rasgos de una experiencia en “duración”. Aleja del espacio conocido, al imponer un mundo extraviado, que lleva a la valoración sensible de aquel espacio que se ha dejado, que ahora es visto y vivenciado de manera radicalmente nueva e innombrable.
La película de Helvio Soto, y su afán de memorias combativas, alude a la riqueza de acontecimientos -a los deseos de reconstrucción- de la izquierda chilena en el exilio y, especialmente, a la magnitud de una catástrofe, donde se ha derramado la experiencia. Los lazos que aún podrían quedar entre lo político, lo social, aunque fueron aplastados por un hito sanguinario.
Piazzolla retiene el tiempo triste que encierra la destrucción de una época donde la ciudad y sus habitantes han visto como el ritmar desaparece para siempre. Piazzolla puede traducir la experiencia del horror que no tiene lenguaje, invocando el Doble A y la tristeza del violín –Antonio Agri.
Un collage de la supervivencia, que solo puede nombrar una sonoridad sin diccionarios. Todo en una doble configuración, ya que ausencia e inmigración forzada se presentan como una circunvalación de los exiliados chilenos. Tratar de regresar a la tierra de origen, carece de sentido. Una vez expulsados de la patria, se padece el extrañamiento —apátrida— como lo sufrirá una legión de padecimientos donde se ha perdido la lengua. El exilio extraviado, demencial, desquiciado, fuera de sí, queda atrapado por la esclavitud de lo cotidiano. Un mundo-inmundo, una vivencia consumiendo vida.
Un silencio retumbante en un análisis tímbrico, tiñe la operación fundacional del golpismo crónico. Y si la herida supura, y no para de sangrar, cómo explicar el drástico presente del tempo triste que experimenta Chile-. Algo necesario, pero no suficiente para dar cuenta de la drástica transmutación que cifra una devastación sanguinaria. Devastación que no para de llegar.
Por fin, el tratamiento de las memorias devela la facticidad rampante de lo innombrable en la cotidianidad de los chilenos. El órgano institucional del pinochetismo fue administrado en tiempos de transición pactada (1990-2010).
Todo permanece como un capítulo inconcluso del Chile Neoliberal y en aquel tiempo, Helvio Soto, pudo globalizar la memoria histórica y develar las estéticas del desarraigo. En suma, tras 50 años, existe un nudo ciego entre Golpe y actualidad
NOTAS
1* Algunos de los temas fueron editados en 1976 por el sello Trova, en el LP Muralla China. Más recientemente se han incluido temas de esta banda sonora en ediciones misceláneas de música de cine (Tanguedia (1992) -Saludos 1 CD; Soundtrack Enciclopedia (1997) – Victor 1 CD.
Link de la película: (103) Astor Piazzolla, “Llueve sobre Santiago” – YouTube
Mauro Salazar J. Doctorado en Comunicación UFRO-UACh. Universidad de la Frontera.
El autor consignan el cruce temático con el proyecto Fondecyt N.° 1220324. Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo-ANID