Es preciso meditar una y otra vez el pasaje del Apocalipsis (6,9-11) donde se lee: «Y cuando (el cordero) abrió el quinto sello, vi bajo el altar las almas de los degollados a causa de la palabra de Dios y del testimonio que habían dado. Y clamaron con fuerte voz diciendo: “¿Hasta cuándo, oh Señor santo y veraz, no juzgarás y vengarás nuestra sangre en los que habitan sobre la tierra?” Y se dio a cada uno de ellos una vestidura blanca y se les dijo que descansaran aún un poco de tiempo, hasta que se completara el número de sus consiervos y hermanos que debían ser asesinados como ellos».
La historia no terminará y no se pronunciará el juicio final hasta que se complete el número de los justos asesinados. ¿Es esto tal vez lo que está sucediendo a nuestro alrededor? ¿Y cuántos otros justos deberán ser asesinados, como los vemos morir cada día? Sin duda, la historia es historia de guerras, muertes y asesinatos. Pero el sentido de la apertura del quinto sello no es que, en el tiempo que vivimos, debamos esperar inertes a que se complete el número de los asesinados. Aunque los periódicos no hagan más que contarlos a diario, ignoramos cuál es ese número, como también ignoramos cuándo tendrá lugar el juicio o si algún día sucederá. Vivimos en un tiempo intermedio y, al igual que aquellos que fueron degollados, debemos dar testimonio de lo que vemos y de aquello en lo que creemos. No hay otro cometido para nosotros antes de que se complete el número de los asesinados.
Fuente: Quodlibet.it

