Que crepuscular, extraño y viejo se ha vuelto el mudo, y a pesar de la sombra que occidente proyecta sobre él, no tuvimos jamás un horizonte tan amplio”. Nietzsche. La gaya ciencia.
La pregunta ineludible planteada en el libro La fisura posthegemonica de Gerardo Muñoz (DobleAEditores, 2025), es si es posible pensar la cuestión del común desprendida de toda soberanía, es decir pensar un “habitar el mundo” y un devenir de lo político des- sujetado de todo relato teológico y de la centralidad metafísica de lo propio- apropiante, que se juega en el rendimiento de toda hegemonía, “entendida esta como principio rector del pensamiento político moderno”. Así, para comprender los procesos políticos de los últimos veinte años en América Latina, incluidos la clausura y cierre de los ciclos progresistas y el surgimiento de las nuevas derechas en el mundo, sería necesario revisitar la tesitura de estas emergencia políticas, a luz de lo que el autor del texto deja esbozado como una teoría general de la legitimación y la hegemonía1, pensada como una reposición técnica, instrumental y política de lo teorizado por Gramsci y que Mouffe y Laclau problematizaron como articulación post marxista del poder, luego de la suspensión del gran sujeto político revolucionario del paradigma nacional popular totalizante .
Ya en el gesto articulatorio de Laclau y Mouffe se presumía de la recomposición de la fragmentación de la izquierda y por eso fue consistente que su gesto remitiera a la traducción política que Gramsci había experimentado en la Italia del post- Risorgimento. Página 142.
La condición ontopolítica de la desarticulación o el descarrilamiento epocal en el cual estamos alojados, desprendidos de una progresiva filosofía de la historia, y de las categorías que orientaron la modernidad política, a decir: sujeto, soberanía, estado, representación y democracia, nos exige pensar – nos sugiere el texto- en las condiciones de posibilidades de la propia reflexión en torno a los procesos políticos que experimentó América Latina desde la entrada del siglo XXI en el contexto de la denominada Marea Rosada, que podría leerse como un proyecto político anclado al deseo progresista de la conquista hegemónica del Estado para avanzar en reformas relativas a la redistribución de la renta del capital pero que dejaba intactas las condiciones de producción y reproducción de las lógicas de aceleración según el capitalismo mundialmente integrado y el régimen de la subsunción- dominación- de la maquinación tecno-productivista y sus dinámicas de crecimiento y desarrollo asentadas en el neo-extractivismo y la explotación de materias primas para abastecer los requerimientos del mercado mundial, sin alterar sustancialmente- o más bien adecuándose- al principio de propiedad y equivalencia condicionado por el patrón indeterminado de la acumulación financiera y la administración política del hegemón gubernamental.
Sin reducir a un bloque indistinto las diferentes experiencias “democráticas” que se vivieron en los distintos procesos reformistas de América latina, desde el Estado integral y plurinacional en Bolivia, hasta el neo peronismo kirchnerista argentino, pasando por los eventos populistas de Brasil, la experiencia popular nacional bolivariana y el estado ciudadano de Ecuador, el intento de pensar la irrupción trágica del evento, la insubordinación de los pueblos y el gesto de interrupción, siempre sujetos a la integración soberana del hegemón de la historia, es una de las tesis que están instaladas en la demanda critica que el texto, en la disyunción posthegemonica del interregnum, insiste en problematizar:
En la medida en que la lucha se libre tomando a la vida como objeto hay hegemonía y siempre la ha habido. Página 69.
“El siempre la ha habido”, se piensa aquí como el indistinto principio de dominación que cardinaliza los diferentes intentos de recaptura de “lo que siempre se escapa”2 y que caracterizaría a todo “fantasma hegemónico” de legitimación y la totalización final.
Schurmann entendió la hegemonía como un proceso fantasmal de la organización del sentido – y por lo tanto del sentido ontológico de lo político- que cada epocalidad erige para reprimir la finitud del singular en nombre de lo propio. Páginas 45 – 46.
A este resto profano que excede la política como objeto último de la vida le podríamos llamar condición posthegemónica. Página 58.
Las cartografías del ciclo progresista latinoamericano y el optimismo de la renovación política de Podemos en España mostrararían justamente las equivalencias soberanas que los viejos y nuevos pactos consensuales promueven desde la violencia normativa que el poder impone, pues de lo que se trata en el texto “La fisura posthegemonica”, es de deslizar una mirada crítica radical al diagrama ideológico político moderno que el orden del capital y sus formas axiomáticas de aceleración mantienen como marcadores epocales de explotación y sumisión sobre la potencia de lo vivo y el fragmentado cuerpo colectivo; vislumbrar desde las fragmentos desterritorializados de la unicidad equivalencial y la administración total, las trazas de una voluntad política siempre funcional a la garra civilizatoria del futuro democrático que el metabolismo hegemónico de la regla del valor necesita para su reproducción.
El giro comunitario del movimiento y la deliberación colectiva articulada en la decisión política soberana, para el caso de las micro políticas progresistas latinoamericanas, como la igualdad en la diversidad y la transversalidad que dan cuenta de “una nueva voluntad popular con todos”, manifiesta en los programas neo transicionales de Podemos y el nuevo pacto político de la decisión constituyente del estado activista y militante español, no serían si no, a la luz de cierta lectura infrapolítica de “la negatividad pura” y la alteración epocal, más que otras forma de “totalización hegemónica” por los medios del consenso de la unicidad totalizadora y la reproducción autoritaria del viejo orden vertical metropolitano, que la apertura proliferante de la fisura posthegemonica no deja de problematizar en el medio de aceleración stasica del nihilismo del capital.
Si la hegemonía depende, siempre en cada caso, de una solicitación de lo político como esencia eterna sobre la vida; la posthegemonía insiste en la singularidad de su relación desarticulada con la historia y la comunidad. La posthegemonía inscribe un tiempo trágico inherente a la comunidad. Este abismo es siempre la fisura material y el límite impropio con respecto al fantasma hegemónico, que desiste en la apropiación del tiempo político como núcleo de la dominación en la historia. Páginas 59-60.
Y aquí llegamos a un par de preguntas fundamentales problematizadas en el texto, a saber; ¿cuál es el estatuto hegemónico- totalizante- del liderazgo o la conducción política de los procesos reformistas “hispanoamericanos” de la primera y segunda década del siglo XXI?, ¿han sido estas instanciaciones reformistas un consenso hegemónico de conducción soberana y legitimación burocrática de la redistribución de la renta, orientadas a la contención de los patrones tecno-administrativos del régimen de acumulación, alejadas de la transformación de la naturaleza de la propiedad y del estado impuesto por las clases dominantes?, y podríamos agregar nosotros también; ¿cómo leer estás instanciaciones progresistas en el medio de la ruptura de los consensos del capital, y atravesadas por la stasis y la guerra civil que las interpelan?
En efecto, ¿cómo podríamos imaginar – pensar desde la alteración del pacto equivalencial y la guerra colonial racial global cibernética, una apertura radical hacia una politicidad an-hegemonica3 sin la voluntad unificante de la recaptura de “aquello que siempre escapa” a todo cierre hegemónico?, vale decir, ¿cómo imaginar la condición no gubernamental de una experiencia de resistencia y emancipación como afirmación material de lo múltiple y lo singular articulados desde abajo sin necesidad de representación ni dirección desde arriba?
Según Schurmann, el hegemón es aquello que funda y que sustenta la representación categorial, la tecnología por la cual se establecen principios de representación común. Página 46.
De este modo la hegemonía concebida como ontología ultima de lo político se convierte en una especie de fantasma, que en comprensión de Schurmann neutraliza la dimensión trágica propia del singular traduciendo normas y legislado leyes en nombre de su propio principio soberano. Para Schurmann, hay una especie de alegría en la sumisión violenta a ella. Quizás la intoxicación que ellos desean para nosotros, o que nosotros deseamos para nosotros mismos a través de ellos. Página 69.
Es precisamente este salto entre articulación hegemónica del todo y “democracia experimental infinita, que permite la detonación de la potencia del “no – todo” en el libre transcurrir abierto de su proliferación indeterminada, lo que busca problematizar la posthegemonía como fisura agrietada del uso y la afirmación an-economica de las distintas formas-de–vida, en la alteración stasiológica del consenso del capital, en plena hegemonía rota y guerra civil abierta a la intensificación de los fascismos y las distintas sublevaciones constitutivas del habitar el mundo, desprovisto de sujeto y teología; atravesados por el ethos expresionista de la insurrección irreductible .
¿Qué significa que vivamos en una época expresionista? Primero, que vivimos en el fin de la hegemonía, y que, por lo tanto, solo podemos comprender el mundo más allá de la representación y desde lo irreductible. Página 135.
Irreductible es el nombre de una nueva geometría del ser contra la civilización como el partido de la reducción. Página 135.
La pregunta que deja planteada el autor en uno de los últimos capítulos del texto, relativa a pensar una democracia de corte posthegemónica, en el contexto de la deslegitimación del constitucionalismo americano, “caído en discurso corporativo”, luego de la destitución de la racionalidad jurídica moderna, y después del desmantelamiento de la metafísica política, como estructuración teo-linial de la historia, que apuntalaba la legitimación soberana constituyente, parece deslizarse como un oxímoron constitutivo de la norma hegemónica y el bucle principial de la máquina gubernamental, a no ser que este mismo principio este orientado hacia la reconstitución problemática de la manifestación fenoménica del agotamiento de la arquitectura política moderna, en un intento infrapolítico de impedir la sutura normativa entre política y hegemonía, entre vida y contrato como un pensamiento que se sustrae a la cosificación de la existencia y “la dominación por medio de la tecnificación de lo político”, para habitar una democracia anárquica, ateológica y defectuosa de las instituciones, que rompa con el modelo jurídico sacrificial moderno4 y el principio de equivalencia general policial, a la vera de la sacralidad absoluta de la ley, para pensarnos en una democracia posthegemónica y transformadora, más allá del movimiento circular del discurso capitalista5.
Quizás sea necesario volver imaginar lo que la democracia significa para nosotros tomando de referencia lo que “Alemán” denomina “un deseo de perdurar. Página 110.
Y más abajo:
Pero para que nuestro deseo de singularidad perdure, es necesario avanzar no tanto en una teoría crítica básica, como en un pensamiento transformador que libere la relación que mantiene la singularidad con el contrato social, dando cuenta del deseo imposible que subyace en el no- todo.
A esta altura, podríamos afirmar que pensar la posthegemónica consiste en imaginar la urgencia de afirmar la potencia de una democracia excesiva y salvaje, irreductible a los consensos de las equivalencias administrativas, más allá de los escombros de la destrucción de “los viejos cuadrantes de la teología política moderna” y sus dispositivos epocales de captura de los viviente y la estabilización gubernamental del mundo; recuperar un pensar el común del habitar la tierra, desplazándonos de los imperativos mandantes de la era de la razón hegemónica y su tribunales verticales, hacia una poética del uso inoperante de toda experiencia singular de la existencia colectiva, en el que el deseo de lo múltiple y la invención an-economica de toda forma de vida desborde los principios soberanos de la lógica maestra del arte de gobernar y la economía política de la vigilancia y el imperio identitario del reparto.
Sería justamente en este paisaje plurimundanal donde la fisura posthegemónica actúa como una constelación de pensamiento que traza el diagrama de una “política poética” del uso y un comunismo a principial ateológico que excede las formas del contrato sacrificial moderno que ya nunca pensó, en su teatro inmunitario del nómos metropolitano, una teoría profana de las instituciones desajustadas de la racionalidad sacralizante del pacto soberano como tecnológica de guerra y captura “ contra todo lo que huela a vida y existencia”: “tomando distancia de las lecturas normativas, abrir el pensamiento a la institución supone aventurarse a preguntar por el ‘día después’ que hayamos destituido la fuerza de la objetivación hegemónica6.
Pensar la fisura posthegemonía como un trazado de la imaginación política destituyente del teatro político moderno y sus motes autoritarios de producción de orden; estado, revolución y pueblo, es afirmar un pensamiento de la emancipación que viene desprendido de las categorías de la filosofía del progreso como hegemón epocal de la articulación del sentido de la historia.
No hay en la estructura metafísica de la imaginación política clásica, como filosofía de la historia, o como teoría de la hegemonía, una topología del pensamiento para experimentar la singularidad irreductible y radical del “no lugar”- y el “no- todo”- que abren los procesos de insurrección epocal, la fisura posthegemónica asiste a la implosión de toda forma principial de hegemonía y es en esa disyunción an-árquica que debemos pensar formas políticas experimentales no revolucionarias de restauración civilizatoria- el principio moral de toda policía- si no por el contrario abrir la invención de una textura contrapolítica de un afuera del logos y la polis, se trata de un pensamiento musical que acampe más allá del mundo de la representación y la ruina de los principios civilizatorios, en la trágica arrancia del deseo de perdurar, en el exilio abierto de un paisaje sin nomos metropolitano, en el comunismo salvaje- destituyente- del desbordamiento y la tonalidad del encuentro que implica “la vuelta a la autonomía informe de la existencia”.
Y es en este contexto de ruptura del tejido de la razón moderna y de revuelta contra “la totalización social de la lengua epocal, que Palestina se levanta como fuga an-economica de la economía principial del sentido y la planetarización capitalista; deviene el nombre exote- exílico- fisurado de ese deseo intransitable de “perdurar en la autonomía informe de la existencia” contra el vasallaje colonial civilizado, la nueva verdad del ritmo subversivo contra de la violencia imperial – sionista y su proyecto de dominación totalitario, es el nombre Palestina la topología de la imaginación “ expresionista” por donde los poros de la tierra exudan la tonalidad del encuentro y la resistencia; por donde el mundo respira de la totalidad asfixiante de la guerra civil planetaria y la violencia hegemónica de la conquista equivalencial del capital, desplegado a fuego por todos los rincones de la tierra.
NOTAS
1 Por “hegemonía” tendríamos que entender a la noción Gramsciana de dominación que el Estado ejerce a través de una elite social y económica por medio del consenso de los dominados. Allí donde no se logra consenso, sugiere esta teoría, el Estado recurre a la coerción.
2 J. Beasley-Murray, Posthegemony. Political Theory and Latin America, Minneapolis, U of Minnesota P, 2011, p. XXI.
3 Concepto planteado por Sergio Villalobos Ruminott, para referirse también al problema de la dislocación hegemónica. Revisar La Desarticulación, epocalidad, hegemonía e historicidad. Editorial Macul.
4 Jacques Lezra. Instituciones defectuosas: un protocolo para la república.
5 Gerardo Muñoz. Democracia del no todo. La fisura posthegemonica. P 109.
6 Ficción de la razón, Entrevista a Gerardo Muñoz / sobre La fisura posthgemónica.
Gerardo Muñoz, La fisura posthegemónica, DobleAEditores, Santiago, 2025. ISBN 978-956-6149-08-8

