Tariq Anwar / El trabajo muerto, el genocidio

Filosofía, Política

Lo que Karl Korsch percibió con lucidez cristalina a principios del siglo pasado, y que hoy se nos presenta con una evidencia intolerable, es que el trabajo muerto no domina solamente en la fábrica o en los circuitos del capital, sino que ha colonizado la totalidad de nuestras formas de consciencia. No se trata ya de que el capital, como trabajo pasado cristalizado, ejerza su tiranía sobre el trabajo vivo — esta es apenas la superficie visible del iceberg. La verdadera catástrofe reside en que las formas jurídicas, políticas, educativas, culturales, todas ellas son ya prolongaciones espectrales del trabajo muerto que gobierna nuestros cuerpos y, esto es lo decisivo, la posibilidad misma de pensar una alternativa.

Cuando Korsch afirmaba que las relaciones materiales de producción capitalista son lo que son solo junto con las formas de consciencia que les corresponden, señalaba el dispositivo fundamental de nuestra época: que el trabajo muerto ha logrado presentarse como la única realidad posible, como el horizonte insuperable de toda experiencia. Las burbujas algorítmicas de las que hoy somos prisioneros voluntarios no son sino la última metamorfosis de este dominio — ya no necesitan siquiera la mediación de la ideología tradicional, operan directamente sobre los cuerpos y las mentes a través de la captura de la atención y el deseo.

El genocidio transmitido en directo al que asistimos con horror e impotencia es respecto al sistema su verdad más íntima puesta al desnudo. Que millones puedan contemplar el exterminio como espectáculo sin que esto desencadene una insurrección planetaria revela hasta qué punto el trabajo muerto ha logrado neutralizar no solo nuestra capacidad de acción, sino algo más fundamental: nuestra capacidad de experimentar la indignación como fuerza transformadora. El Estado, el derecho, la economía — todas estas formas que Korsch identificaba como cristalizaciones del trabajo muerto — se nos aparecen con tal solidez metafísica que incluso imaginar su abolición parece un ejercicio de locura o ingenuidad infantil.

Y sin embargo — y aquí reside la potencia intempestiva del pensamiento de Korsch — es precisamente en el momento de máxima alienación cuando se hace visible la grieta por donde puede irrumpir lo nuevo. Si pensamiento y acción son, como él insistía, una misma cosa, entonces reconocer la dominación total del trabajo muerto es ya el primer gesto de su profanación. No se trata de esperar una toma de consciencia colectiva que precedería a la acción revolucionaria, sino de comprender que cada acto de sabotaje al imperio del trabajo muerto — cada rechazo a consumir el espectáculo del horror, cada insistencia en formas de vida no mercantilizadas — es ya pensamiento en acto, teoría viviente.

Detener el genocidio y transformar nuestra existencia no son dos tareas separadas sino dos caras del mismo movimiento: el que restituye a lo vivo sobre lo muerto, a la potencia su precedencia sobre el acto consumado, a la vida su irreductibilidad frente a todas las formas que pretenden capturarla y administrarla.

Referencia: Korsch, Karl. Marxismus und Philosophie. Editado e introducido por Erich Gerlach. Fráncfort del Meno: Europäische Verlagsanstalt; Viena: Europa Verlag, 1966.

Imagen principal: Robert Rauschenberg, Rays, 1973

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