Sergio Villalobos-Ruminott / La opacidad de lo moderno. Bolívar Echeverría y el engendro barroco

Filosofía, Política

El monstruo mestizo ha tenido a su cargo el dinamismo de la historia de la cultura; ha transitado siempre, de ser primero despreciado como una malformación, a ser finalmente consagrado como modelo clásico. Sólo que esta secuencia, que en épocas premodernas sucedía en escenarios acotados y en un ritmo tan lento que ocultaba su contingencia y llevaba a que se lo creyera único y definitivo, tiene lugar ahora –en medio de la gravitación generalizada que nos lleva a todos más allá de la modernidad— como un proceso abierto al escenario mundial y a la intervención de otros procesos similares. El monstruo mestizo aparece ahora, en cada caso, combinando su singularidad con otras, alterando sus contenidos a medio camino y cambiando el ritmo de su ciclo; está integrado en una historia global de diversificación, sobre un piso que no tiene ya, como antes, la solidez de un territorio, sino la inestabilidad de las aguas de un río que no se sabe a dónde lleva.

          Bolívar Echeverría, Ziranda

I. – Actualidad de un pensador intempestivo

El lamentable deceso de Bolívar Echeverría el año 2010 ha producido, de manera esperable, una revisión de su obra y una ponderación de sus contribuciones a los debates políticos y culturales a nivel regional.[1] Dicha revisión, todavía en curso, además de necesaria no debería conformarse con el establecimiento de sus obras completas o con la ordenación de sus intensidades e intereses. Se trata de una tarea mayor que consiste en entreverarse con un trabajo intelectual y crítico singular cuya pertinencia es innegable. En vez de hacer ingresar su nombre al panteón de “nuestros clásicos”, quizás sea mejor reparar en que su pensamiento todavía se nos ofrece como una interrogación de nuestra misma actualidad, sobre todo cuando aquello que caracteriza a esta actualidad es la brutal intensificación de una serie de procesos de devastación ya pensados por el mismo Echeverría. Habría que leerle entonces como nuestro contemporáneo, esto es, no como un pensador limitado a pensar la consabida condición periférica de la modernidad latinoamericana, sino como un pensador abocado a desentrañar las dinámicas profundas que estructuran el mundo neoliberal y globalizado en el que estamos domiciliados.[2]