Quisiera dirigirme a lxs estudiantes para referirme a una cuestión que creo resulta fundamental en nuestros días, a saber, la relación entre saber y pensamiento. En realidad siempre ha sido importante, pero frente a la situación del mundo actual, con la enorme destrucción de nuestro habitat que muchas veces parece cerrar el horizonte u oscurecer el futuro, sumado esto al auge de movimientos fascistas de nuevo tipo, que sólo buscan saberes basados en dicotomías, me parece razonable que desde alguna vereda se enarbole la bandera del pensamiento. No se trata, por cierto, de entrar en un conflicto abierto con el saber, aunque a ratos lo parezca. Más bien, lo que está en juego es no permitir la superposición absoluta del saber por sobre el pensamiento. Claro, ambos conceptos, al menos en la manera canónica en que se propaga la educación, suponen una enorme virtud. Se les ve a ambos como absolutamente entrelazados y dependientes. No se puede saber sin pensar, no se puede pensar sin saber. Pero al menos debiésemos ver que la educación formal ha privilegiado sólo uno de ellos. Digamos claramente. En la educación formal se estudia para saber, no para pensar.