La ciudad se ha enamorado de rufianes. Roberto Arlt
En 1920 Buenos Aires devino en un bullicio con afanes futuristas. Un universo visual donde todo era igual a París. Una pampa adulterada por el centro y la modernidad, donde tranvías, automóviles y rascacielos, prometían desterrar suburbios, candombes y conventillos. La erradicación de lo grotesco era una forma de desmantelar la intervención de Armando Discépolo.