El problema no es entender qué son todas estas imágenes, qué indican estos simulacros de la realidad. A estas alturas, sabemos que no tenemos ni idea: estamos simplemente inundados de ellas y a merced de ellas. Siempre habrá más de ellas. Todo pasará a través de las imágenes. Lo real se convertirá en un momento de lo imaginario y no viceversa.
La cantidad ha cambiado la calidad, como nos mostró Hegel, mucho antes que Marx. La producción en serie de imágenes ha disuelto la imagen, sus cualidades simbólicas. La sobreproducción ha creado devaluación. Cada vez se necesitan más imágenes para tener un poco de vida, una apariencia de felicidad. Rompemos, rompemos e instauramos el mundo, nuestra existencia: alguna identidad saldrá de ello.
Estamos dentro. Sumergidos. Nos alimentamos de imágenes. Las metabolizamos. Estamos intoxicados por ellas. Somos obesos con visión. Escopetas bulímicas. Consumidores ciegos de comida basura iconográfica.
No tiene sentido querer dominar, catalogar, categorizar, hashtagear, etiquetar, enmarcar, definir todas las imágenes que se producen hoy en día. Sería una tarea que sólo reproduciría, imitando, el sistema de producción sin sentido.
El único gesto posible es dividirlas, seleccionarlas, hacerlas propias, usar un número suficiente para hacer algo con ellas. ¿Hacer qué con ellas? Una vida decente, una forma decente de estar en el mundo que se nos da – que también es, por supuesto, el mundo reducido a una imagen. No hay vuelta atrás. No hay nostalgia.
Pero no vives en las imágenes, no vives en lo imaginario. Lo real está antes que lo imaginario. La existencia precede a la esencia. La materia está antes que el espíritu. Real es este cuerpo que, tarde o temprano, desaparecerá llevándose todas las imágenes con él. Las lágrimas y las sonrisas tontas son reales. El último aliento será real, como el primer lamento.
Si la hiperproducción iconográfica, de la que todos somos coautores, desmaterializa el mundo, entonces es necesario crear y seleccionar imágenes que tengan un cuerpo. Dar un cuerpo a las imágenes, es la única posibilidad. Haz que tomen una fisonomía, una cara, una textura o deshazte de ellas.
Todo esto conduce a una ética de las imágenes, una praxis, un hacer cotidiano que es también una forma de construir nuevos sujetos de visión e historia, si esta palabra aún tiene sentido.
En un mundo basado en imágenes, la mirada lo es todo.
El resto es especialidad, bulimia conceptual, ilusión prospectiva, iconología panóptica, semiótica del acatamiento.