Fuente: Antinomie.it
El niño baila, da vueltas, no puede parar. Por otro lado, ¿por qué parar si puedes seguir girando, si el movimiento se te sube a la cabeza? ¿Por qué debería detenerme, si ya no soy yo quien gira, sino que es la habitación, el mundo, el que gira a mi alrededor?
El niño sabe que es observado y ser visto da alegría, tanto como ser visto, tanto como darse a ver. La niña actúa, pero su actuación no tiene distancia: está toda dentro de su papel, toda fuera de sí misma, fuera del centro de gravedad de su identidad. Al igual que la imagen que no tiene interioridad pero es completamente visible, el bebé también está completamente expuesto en su superficie luminosa. El infante es el lugar de la imagen, es su apertura, es el instante en que la imagen infantil (sin palabras) se desprende del mundo para convertirse en otro, otro mundo, mundo al cuadrado.