Paula Cucurella / El deseo en el Asedio. Un comentario a Asedios al Fascismo de Sergio Villalobos-Ruminott

Filosofía, Política

Por meses, he buscado una imagen o una frase para hablar de Asedios al Fascismo. La dificultad del ejercicio reside en parte en el deseo de encontrar la frase justa, la palabra justa, algo que no se pueda parafrasear, pero que a la vez explique sintéticamente una articulación compleja, dónde las partes, su función y justificación, no obedecen ni preceden un todo, que no obstante bosquejan. De modo provisional, la articulación del libro no es tan distinta de un imaginado reloj compuesto de muchos relojes; donde algunos corren más rápido que otros, no obstante, la máquina marcha. Es probable que la imagen no sea brillante, pero si me permiten explicarla, al menos, tal vez, crean que es persuasiva.

Voy a invocar a Rodrigo Karmy quien escribe persuasivamente en el prólogo a Asedios al fascismo, refiriéndose a la escritura en este libro “La escritura no es más que un modo de “acampar” en el mundo, de imaginarlo, de “inventarlo”, por lo tanto: todo trabajo del pensamiento deviene experiencia de un presente abierto a su inactualidad y, en este sentido, un pensamiento que desnaturaliza al orden prevalente”. Yo no podría estar más de acuerdo con Karmy, y aquí entran mis relojes. Si escribimos para acampar, para arrancharnos, para situarnos en un terreno que ocurre en el espacio y en el tiempo, estas coordenadas temporales y espaciales son únicas al acto de indexación de la escritura. No importa si escribimos para perder el tiempo, ponernos al día, ganarnos la vida o para ganar tiempo. Siempre hay un tiempo, un reloj—como quise ponerlo—, a cada y en cada escritura.El tic-tac de este reloj, no es el corazón palpitante de la escritura, si no aquello que tiene enfrente, contra lo que se mide y afina, como un diapasón y un metrónomo; esta región afuerina, que no preexiste la escritura, y sobre cuyos límites no legisla, tiene un tiempo, es decir, tanto una caducidad, como una pertinencia al curso del tiempo (no quiero usar la palabra “histórica” dadas sus implicaciones). El tic-tac de este reloj es tanto una maquinaria a la que se le hecha cuerda, como un funcionamiento independiente, una vez que ya está andando.

Pues no hay escritura que surja de la nada, hay que echarle cuerda. Así como tampoco hay escritura que se dirija a nadie (incluso si la única lectora de lo escrito soy yo misma, la inadecuación entre yo y yo ya hace de la más mínima nota, por secreta que se quiera, por intrascendente que se pretenda, decía, incluso una nota así o la escritura que se pretende o piensa sin audiencia, no puede deshacerse del horizonte del diálogo). La indexación de la escritura de Villalobos-Ruminott en los ensayos de Asedios al Fascismoremite a distintas regiones, discursos con los que entra en diálogo. Los ensayos del libro se inscriben en distintos lugares, y a cada lugar su territorio, a cada lugar su tiempo.

Entrar en este libro, es decir, leerlo, te dispone a escuchar el tiempo que marca, junto con sus quiebres. El eco de los tic-tacs nos acompaña después de haberlo cerrado, y si escuchamos de cerca, de vez en cuando leyendo, nos sorprende un “Tac” de estruendo, el resultado unísono seguido de muchos “tic-tacs” a destiempo. Ese “tac” no es nada lejos de un milagro cuando la sincronía no obedece la intención del acto enunciativo o de la escritura de circunscribir o encerrar lo que organiza (y aquí es cuando más tienta usar “histórico”, pero eso es justamente lo que esta imagen evita).

Queriendo pensar más en este objeto escurridizo que llamé un “milagro”—, o el bajo continuo de las fugas de Villalobos, tomo esta excepción (incalculada) como un punto de entrada. Entro en su libro por la palabra “deseo”.

Creo no cometer infidencia alguna si les comparto parte de la correspondencia que con Sergio hemos sostenido con motivo del deseo—a saber— en Asedios al Fascismo. Todo partió como una entrevista, donde cada pregunta abría otras cinco, y dada la humildad del autor y su resistencia a capitalizar en su “propia escritura, como entrevista fue un fracaso, fue como ir por lana y salir trasquilada; o entrar a una consulta de psicóloga y salir con los síntomas del paciente. Ignoro la genealogía del contagio, pero entiendo que Sergio no es el paciente cero. En mi propia sintomatología, después de mis relecturas de Asedios, y ya habiendo pasado el umbral de confianza de la cita, le preguntaba al autor por las condiciones de posibilidad del deseo en la revuelta.

De modo más específico, le preguntaba si en una sociedad de consumo, ¿acaso puede el deseo expresarse de una manera que no sea a través del consumo? en vistas a lo que Sergio llama “los agujeros negros del neofascismo contemporáneo” que manipulan, acaparan el deseo, tratan, enseñan y comercian con un deseo que se satisface en la obtención de tal o cual cosa, objeto, persona, posición etc.

La forma en que Sergio piensa la revuelta incorpora otra economía del deseo. De ahí mi pregunta. Siguiendo la pauta de Deleuze y Guattari en el Anti-Edipo y otros escritos, y la distancia que se toma en este trabajo del deseo codificado por el psicoanálisis freudiano (a saber, deseo como pecado, el deseo en relación a la castración y a la represión)— Asedios al Fascismo molesta, hostiga al deseo nutrido en la economía de saciamiento y satisfacción que el capital educa.

Asedios habla de lo insatisfecho, del deseo que emerge con la marca de lo insatisfecho y que al enunciarlo inventa su propia hambre y fuente de nutrición. Un deseo que configura el valor de lo que desea al desearlo, junto con los órganos que mantiene vivos; un deseo contagioso, que se articula y organiza al entrar en relación con otres deseantes; contagioso—decía, como la pregunta misma:¿Qué pasa con el deseo en la revuelta?

Sobre este deseo, Sergio ofrece pensarlo: “como conatus afirmativo de la existencia, y no como pulsión vital [pues esto] es lo que permite pensar en la lógica del montaje y de la sutura que trama y posibilita los actuales procesos de subjetivación individual y colectiva”.

En estas líneas que les acabo de leer, la existencia aquí es contrapuesta a la pulsión vital solo para distanciarse del vitalismo, para insistir en una existencia situada en las condiciones materiales que la circunscriben (más o menos cómplices del capital neoliberal y las desigualdades y condiciones de vida inaceptables que permuta). En esta cita, hablar del deseo como conato de la existencia (material, física), insiste en las regiones que el deseo articula, así como su potencial desarticulador, potencial de desterritorialización. No hay nada intrínsecamente antifascista en este deseo que describe un mecanismo y no un concepto con contenidos. Lo que en este deseo asedia al fascismo es que no obedece a nadie, y cuando deviene evidente que las condiciones de subsistencia (el comer, el vivir, el tener acceso a servicios de salud, vacunas, educación, etc.) son amenazadas por las configuraciones de los fascismos actuales, este deseo como conatus afirmativo de la existencia deviene necesario, aunque su necesidad no es lógica. No podemos deducir la existencia de este deseo ni arraigarla al funcionamiento básico de nuestros cuerpos. Su necesidad es de otro orden, y eso es parte de lo que queda por pensar, digo esto, y no puedo ahogar el sonido de un reloj marcando esta enunciación. No sé si me está diciendo que no queda tiempo, o que lo que queda por pensar es tanto urgente como necesario; el tic tac me apura, y a riesgo de ser tautológica, quiero decir que es como si la necesidad de este deseo surgiese junto con la región (con todas sus coordenadas) que organiza y funda (aunque no sé si puedo decirlo y hacerme responsable de la arbitrariedad que sienta como precedente)

¿Cómo hablar de este deseo y no traicionar su fuga en la indicialidad de nuestra posición enunciativa? ¿Cómo pensarlo sin esencializarlo? ¿Está bien querer defender que este deseo no sea de nadie?

Tal vez solo queda tiempo para reconocer la propia limitación. Yo, por mi parte, no puedo dejar de escuchar los relojes —, y así, de golpe y breve, ¿quiero saber cómo alimentar este deseo? o cómo seguir alimentándolo? Tal vez nuestra mejor apuesta es buscar sus puntos de fuga, los lugares de exceso que rebalsan cualquier articulación, y a partir de ellas, insistir en su cualidad no cuantificable ni representable, en su fuerza infecciosa, dondequiera que la veamos actuando. En fin, esto también implica aceptar el fracaso de la teoría frente al deseo, su rol secundario pero importante: de limitarse a echarle cuerda a estas máquinas que habremos puesto en marcha o no.

Reseña de Asedios al fascismo. Del gobierno neoliberal a la revuelta popular, DobleAEditores, Santiago, 2021.


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