Giorgio Agamben / Ética, política y comedia

Filosofía

Es necesario reflexionar sobre la singular circunstancia de que las dos máximas que han tratado de definir con mayor agudeza el estatuto ético y político de lo humano en la modernidad procedan de la comedia. Homo homini lupus -piedra angular de la política occidental- está en Plauto (Asinaria, v.495, donde advierte jocosamente contra quienes no saben quién es el otro hombre) y homo sum, humani nihil a me alienum puto, quizá la formulación más feliz del fundamento de toda ética, está en Terencio (Heautontim., v.77). No es menos sorprendente que la definición del principio de derecho «dar a cada uno lo suyo» (suum cuique tribuere) fuera percibida por los antiguos como la definición más propia de lo que se trata en la comedia: una glosa de Terencio lo afirma sin reservas: cómico es por excelencia assignare unicuique personae quod proprium est. Si se asigna a cada hombre el carácter que lo define, se vuelve ridículo. O, más en general, todo intento de definir lo humano desemboca necesariamente en lo cómico. Esto es lo que muestra la caricatura, en la que el gesto de captar a toda costa la humanidad de cada individuo se convierte en una burla, hace reír.

Algo así debió de tener en mente Platón cuando modeló los personajes de sus diálogos a partir de los mimos decididamente cómicos de Sofronio y Epicarmo. El «conócete a ti mismo» es el principio antitético de toda proteridad trágica y sólo puede dar lugar al juego y a la broma, aunque éstos puedan ser y sean perfectamente serios. Porque lo humano no es una sustancia cuyos límites puedan trazarse de una vez por todas, sino un proceso continuo, en el que el hombre nunca deja de ser inhumano y animal y, al mismo tiempo, de convertirse en humano y hablante. Por eso, mientras que la tragedia expresa lo que no es humano y, en el momento en que el héroe toma conciencia brusca y amarga de su inhumanidad, desemboca en el mutismo, el personaje, es decir, la máscara cómica, confía a la sonrisa la única enunciación posible de lo que ya no es y, sin embargo, sigue siendo humano. Y contra el incesante y odioso intento de Occidente de asignar a la tragedia la definición de la ética y la política, es necesario recordar una y otra vez que la morada del hombre en la tierra es una comedia, no divina quizás, pero que sin embargo traiciona en la risa su secreta y tenue solidaridad con la idea de felicidad.

11 de marzo de 2024
Giorgio Agamben

Fuente: Quodlibet.it

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