Giorgio Agamben / Los últimos días de la humanidad

Filosofía, Política

A partir de octubre de 1915, tras la noticia del estallido de la gran guerra, Karl Kraus comenzó a escribir «para un teatro de Marte» el drama Los últimos días de la humanidad, que no quiso que se representara, porque «los asistentes a los teatros de este mundo no habrían soportado el espectáculo». El drama –o más bien, como se lee en el subtítulo, «la tragedia en cinco actos»– era «sangre de su sangre y sustancia de la sustancia de aquellos años irreales, inconcebibles, inalcanzables para cualquier intelecto vigilante, inaccesibles a cualquier recuerdo y conservados solo en un sueño sangriento, de aquellos años en los que personajes de opereta interpretaron la tragedia de la humanidad». Y en el Weltgericht publicado después del fin de la guerra, hablará de su «gran época», que había conocido «cuando era tan pequeña y que volverá a ser pequeña, si aún le queda tiempo», como de una época «en la que ocurre lo que no se podía imaginar y en la que deberá ocurrir lo que ya no se puede imaginar y que, si pudiera imaginarse, no sucedería».

Como todo discurso implacablemente lúcido, el diagnóstico de Kraus se adapta perfectamente a la situación que estamos viviendo. Los últimos días de la humanidad son nuestros días, si es cierto que cada día es el último, que la escatología es, para quien es capaz de comprenderla, la condición histórica por excelencia. En particular respecto a la guerra, se puede decir de nuestro tiempo, como hace Kraus, que «incapaz de vivir algo y de representárselo, no se estremece ni siquiera por su propio derrumbe». ¿Y no es acaso cierto también hoy, cuando las mentiras sobre la guerra en curso pretenden autorizar toda guerra futura, «que el hecho de que habrá guerra parece concebible precisamente para aquellos a quienes el eslogan “hay guerra” ha permitido y encubierto toda vergüenza»? Y es probable que, como Austria en 1919, también Europa no sobreviva a sus mentiras y a sus vergüenzas, y al final solo pueda repetir las palabras del Káiser que cierran el libro: Ich habe es nicht gewollt, «yo no lo quise».

Fuente: Quodlibet.it

Imagen principal: Ricardo Rendón, Trabajo Acumulado, 2010

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