Imperdonable
El perdón no tiene condiciones ni sentido. ¿Cuál sería el valor de perdonar a una persona por haber cometido un perjurio si tal acto fuese simplemente perdonable?
Sin embargo, a veces se da: adviene el acontecimiento del perdón. Podemos empeñarnos años en perdonar a alguien; podemos estar toda la vida intentándolo, disponernos sinceramente a ello, pero, finalmente morir sin lograrlo. Otras veces, no sabiendo bien cómo ni por qué, logramos perdonar a la persona que nos ha ofendido y, sin proponérnoslo, lograr lavar el dolor del rencor. En suma, no se trata de un logro propiamente tal, sino de un don, del acontecimiento de un don. Cuando acontece el perdón, irrumpe al modo de un don, de un acto, de una palabra performática que, sin tener sentido previo, instala un sobresentido nuevo, un sobresentido que renueva, lava y aligera los sentidos previos desde el intempestivo instante de su irrupción.
