ANTI-INTELECTUALISMO Y ESTETIZACION FASCISTA
Tras los resultados de la primera vuelta de las elecciones presidenciales en Chile se desencadenó un clima de desazón y ansiedad que, por fortuna, con los días ha dado paso nuevamente a uno de recomposición erótica de afectos alegres y creatividad –lo que de alguna manera es no sólo uno de los sellos del octubrismo (“tardamos mucho en encontrarnos, ahora no nos soltemos”), sino también un poderoso antídoto a la nube negra del fascismo que, cual religión de la muerte, se alimenta de pasiones tristes y sacrificios.
Sin embargo, en medio de esta delicada coyuntura han arreciado las posiciones anti-intelectuales, y no sólo desde las derechas –para recoger el viejo clivaje, que también está en estado de pregunta–, sino también desde un cierto espectro de izquierda pedagogizante y tendencialmente transitológica. Esta mañana leí en una red social, en relación con un artículo de una importante filósofa feminista chilena, el siguiente comentario: “Es precisamente el tipo de texto que hace que el común no entienda, que arma argumentos rocambolescos, y no da una visión de lo que hacer. Es el tipo de texto que nos trae a donde estamos”. Es precisamente ese ánimo anti-intelectual lo que coincide con el fascismo –si es que el fascismo es lo que cierra el mundo fáctica, técnica y categorialmente. En el dominio del fascismo no se puede pensar: sin saltos al vacío, sólo es lícito dar recetas técnicas sobre la base de estetizar y simplificar la realidad existente, cual positividad originaria.
Pues eso hacen los fascistas –o tal es su hacienda: primero estetizan al “Pueblo”, se hacen una representación naturalizada de lo que el pueblo ha sido y es –la “tradición viva”–, y luego dicen que “comprender” al pueblo es adecuarse a esa representación en el discurso y en la práctica. Esa es una de sus acumulaciones originarias decisivas. Es decir, esencializan conservadoramente al pueblo en un ser así o asá, naturalizándolo. Es como lo ha hecho la constituyente de derechas Teresa Marinovic defendiendo los dichos misóginos, homofóbicos y racistas del diputado republicano Johannes Kaiser, diciendo que, si uno va a la feria de cualquier población, o al campo, la gente “común y corriente” es así, machista, homofóbica, xenófoba y racista. Ahora, desde esa foto-lógica el pueblo es una representación folklórica y esencial, una facticidad inamovible, y no una potencia performativa, no un agenciamiento en común de transformación y emancipación. Entonces, en lugar de devenir vector en la recomposición de afectos e ideas que articulen nuestros relacionamientos de un modo más democrático, habría más bien que ritualizar (reproducir) folklóricamente “las cosas como son” y sacralizar la violencia de los ancestros. Y de ello se seguiría que, si uno no se adecua a esa facticidad, entonces se caería en un “déficit de comprensión”, una distancia, una desconexión y un desprecio por lo popular. Una complejización elitista de las cosas, en lugar de la sencillez pedagógica de los pastores.
Precisamente lo que no necesitamos es más pedagogismo. ¿Acaso no son los fascistas los que ofrecen conducción, orden y soluciones simples para problemas complejos y tiempos inestables de transformación y multiplicidad? Pero a cierta “izquierda”, cuando le viene la ansiedad o la pulsión conservadora, le da por mimetizarse con el discurso de derechas. Una cosa, por lo demás, muy tributaria de la tradición de la izquierda noventera y el devenir postdictatorial –¿qué significa la cuestión de los 30 años? En el artículo impugnado por el escritor citado más arriba, Alejandra Castillo1 deslee un concepto pretendidamente neutro y universal como el de “ciudadanía”, cruzándolo con otros marcadores tales como género, raza y clase. Es una discusión que, en el horizonte más amplio del problema de la identidad, desde hace décadas ha sido decisiva para redefinir el carácter de las luchas sociales, sus estrategias y su alcance en medio del dispositivo de la república masculina y elitaria chilena. Castillo está tocando uno de los nervios de la cuestión política contemporánea, siendo una filósofa feminista que por fortuna hace parte de una ola de pensamiento e imaginación política sin la cual el octubrismo no sería radicalmente desestabilizador de la máquina soberana (patriarcal) como efectivamente lo es.
Yo no diría, a la Plejánov, que la producción de una narrativa política va siempre dirigida a una audiencia, y que la propaganda es difundir ideas complejas a una audiencia pequeña, mientras que la agitación es difundir ideas simples a una gran audiencia. No, eso aún se movería en el horizonte tecno-político de la propaganda. Diría más bien que el impugnador le está pidiendo a les filosofes que abandonen el abismo de las preguntas radicales y hagan el trabajo finalizado que cabe a los técnicos. Preguntas como aquellas relativas a las matrices teo-onto-antropológicas y patriarcales de “Occidente”; los esquemas principiales y axiomáticos de imaginación política; el replanteamiento de preguntas radicales sobre la técnica, el lenguaje, la imagen, la identidad, el humanismo antropocentrado y la historicidad; las formas sedimentadas de la soberanía y la gestión biopolítica, sus traducciones globales y algoritmadas en curso; subjetividad, saber y poder, violencia, comunidad y representación; entre muchas otras, son cuestiones ontológico-políticas radicales que no pueden quedar neutralizadas o desatendidas en nombre de “los problemas reales de la gente”. Y no porque la filosofía sustituya la atención a esos problemas, sino al contrario, precisamente porque los mentados problemas reales de la gente, en toda su indudable urgencia, tienen que ver precisamente en algún punto con todas esas máquinas metafísicas que hay que poner en cuestión. Dicho de otro modo, nuestros problemas no son sólo cuestiones atendibles “técnicamente” dentro de los límites de la administración y sus lógicas manageriales, sino que se juegan también en la potencia de una imaginación popular que se resiste a quedar capturada en la máquina mitológica de reproducción técnica de la episteme neoliberal. Pero está claro que, en tiempos de auge del fascismo, el pensamiento no goza de buen prestigio.
EROTIZACIÓN, PULSION MIMÉTICA Y NUEVAS TRANSITOLOGÍAS
A propósito de cierta querella sobre el “realismo”, Gerardo Muñoz escribía hace unos días: “(…) lo importante no es ser realistas como siempre lo hemos sido, sino desde una mirada que se encuentre en condiciones de poder atender a la dimensión concreta de los fenómenos en curso. La diferencia entre los primeros y los segundos hoy se instala entre nosotros como dos visiones ante la época: aquellos que en nombre de la realidad mantienen el mundo en el estado perenne de estancamiento; los segundos que, sin certezas ni principios fijos, arriesgan una posibilidad de pensamiento sin abonar las adecuaciones que ya no pueden despejar una ius reformandi interna”.2
En ese sentido cabe preguntarse por el estatuto político de las nuevas “pedagogías del poder” que se popularizan entre ciertas izquierdas. Ofrecen diagnósticos y tácticas que pueden ser a menudo interesantes en el horizonte de la tecno-política; y dicen “enseñar a la gente a asumir el desafío del poder” en orden a la constitución de una “democracia ciudadana”. Pero desde el momento en que, muy durkheimianamente, ven en el “octubrismo” anomia y no imaginación, Alberto Mayol y compañía se prefiguran como una nueva línea de management transitológico, en virtud de un realismo del primer tipo de los que señala Muñoz en la cita del párrafo anterior (“ser realistas como siempre lo hemos sido”). Como José Joaquín Brunner o Carlos Peña, ven en la revuelta un fenómeno puramente anómico, eclipsando la revuelta de la imaginación que hizo trizas el imaginario del Chile postcolonial y postdictatorial. Y también el imaginario de la política mafiosa que han intentado naturalizar, estetizándola con “El Padrino” (1969) de Mario Puzo, como esquema trascendental de la arena política (“las leyes del poder”). E inventan un artilugio dialéctico, el “noviembrismo”, para instalar la idea de que la revuelta fue neutralizada por su deriva de institucionalización en la constituyente, y que ahora al parecer el kairós correspondería al momento de la Aufhebung con los tecnócratas de la izquierda noventera y/u otros nuevos concurrentes de experticia similar. Entonces ahora los jóvenes idealistas de Apruebo Dignidad tendrían que “comer caca” y hablar la lengua diestra, familiarista y securitaria, masculina y economicista, la que reduce la política a la administración de la casa y, en medio de la turbulencia, “salvar los muebles”. Es cierto que una política de la imaginación requiere pensar la cuestión de las mediaciones y traducciones, y sin duda la cuestión de la administración y las instituciones en sentido protésico y no sacralizado. Pero ello no cancela su cariz desobrante y abierto a la intraducibilidad –para evitar una nueva Aufhebung transitológica. En ese sentido la potencia de la revuelta sigue abierta y puede expresarse en la constituyente, pero es irreductible a ella.
La lengua del fascismo es una lengua que cierra el mundo. Pero también lo hacen el pedagogismo, el vanguardismo político o la transitología como realismo de orden managerial. Todo ese espectro comparte la vocación narcisista del pastoreo y el dirigentismo. Sin embargo, la política de la imaginación, en la medida en que es un pensamiento de la metamorfosis, no puede sino ser un pensamiento alegre, incluso en la rabia compartida que desafía cada opresión y cierre fáctico –rabia que no es lo mismo que el odio que destila la alquimia del fascismo, en tanto que este último, contra la rabia interruptiva y la alegría de la metamorfosis –apertura, encuentro, desvío–, opone el odio historicista al acontecimiento, la paz policial de las cosas y el reposo de las identidades en su “autenticidad”. La política de la imaginación es un pensamiento afirmativo de la metamorfosis, de otro tipo que el pensamiento del cierre fáctico que caracteriza al fascismo. En Chile durante los últimos días ha habido nuevamente una impresionante proliferación de memes que coincide, afortunadamente, con la recomposición de las pasiones alegres y la potencia feminista. Esa erotización es muy potente contra la nube negra del fascismo y permite volver a pensar en común sin la ansiedad postelecciones pasadas. Y genera un mejor clima para romper el status quo con claridad política –aparte de los memes y la buena onda. Digo esto aun considerando que el fetichismo autoritario chilensis de la presidencial no es tan relevante como puede serlo la cuestión constituyente en curso –pero que sin duda la constituyente seguirá su curso menos asediada siendo Gabriel Boric quien gane la segunda vuelta de la presidencial.
Por razones académicas y laborales vivo en Estados Unidos hace un tiempo y a ratos me asombra que acá la gente en general está muy lejos de una erotización y una anarquización de lo político como la que ha conllevado el octubrismo en Chile –probablemente la última vez que hubo una erotización tal de la sociedad norteamericana fue en los años sesenta del siglo XX. Lo que pasa en Chile es asombroso, la gente se encuentra, la gente piensa en común, está todo absolutamente desnormalizado. Mientras acá ahora prima la rutina, allá todo da que pensar. La revuelta tiene su expresión en el pensamiento, pero tampoco se reduce a un determinado pensamiento, sino que se abre como una constelación. Es esa erotización, entre otras cosas, la que potencia el pensamiento en común en su vertiente más radical e imaginativa, esa que desbroza camino allí donde tiene que balbucear nuevos lenguajes en medio de las ruinas de las viejas categorías políticas y gubernamentales.
NOTAS
1 Alejandra Castillo, “¿Por qué la derecha después de la revuelta Octubre?”, en sitio Antígona Feminista, 22 de noviembre de 2021: https://antigonafeminista.wordpress.com/por-que-la-derecha-despues-de-la-revuelta-octubre/?fbclid=IwAR1JV2T4Q8kExfUgnUlm4NkrloLlJvXteRUSmaU8Wl0yzu-UxspvBDOkcNA
2 Gerardo Muñoz, “Un panfleto impolítico: sobre ‘La apropiación de Maquiavelo: una crítica de la Italian Theory’ (Guillermo Escolar Editor, 2021), de Pier Paolo Portinaro”, en sitio Infrapolitical Reflections, 19 de noviembre de 2021: https://infrapoliticalreflections.org/2021/11/19/un-panfleto-impolitico-sobre-la-apropiacion-de-maquiavelo-una-critica-de-la-italian-theory-guillermo-escolar-editor-2021-de-p-p-portinaro-por-gerardo-munoz/
Un comentario en “Gonzalo Díaz Letelier / Anti-intelectualismo y estetización fascista, pulsión mimética y nuevas transitologías”