Tariq Anwar / Discontinuo, contingente, eventual

Estética, Filosofía

No puedo dejar de pensar en lo discontinuo. Lo contingente y discontinuo. Lo eventual, contingente y discontinuo. Lo que se va rápido. El agua corriendo, la espuma del mar rompiendo, el viento soplando, la manzana que como y está muy sabrosa. Visto desde un ángulo eterno, también las montañas. Cordones gigantes de tierra que creemos eternos, pero se mueven intensamente a velocidades imposibles de captar. Las piedras que están en jardín, parece que no se irán jamás, pero lo harán. Pienso en mi cuerpo que parece funcionar, pura contingencia, discontinuidad, un evento tan singular como efímero. Células naciendo y muriendo. Ya no soy el mismo de hace diez años. Siempre estuve naciendo y muriendo, como las bacterias que me permiten existir. Que nos las veo, pero que, menos mal, están allí. No están para mí, sólo están haciéndome, participando voluntaria o involuntariamente de una existencia contingente.

Si alargo la vista sobre la línea del tiempo, el universo mismo se nos muestra contingente. Unidad, sí, pero unidad derramada, unidad que no coincide consigo misma. Big-bang como evento, inicio de una entropía enrevesada hacia una expansión infinita en la que todo muere, todo se disuelve. Al Sol le quedan cinco mil millones de años para ser enana roja. Miles de millones de años después el propio universo no será más que el recuerdo de algún pliegue de átomos. Imagino que en ellos se dibujará una sonrisa que recuerde la extraña idea humana de ser la cima de una pirámide.

¿Cómo hacer de lo contingente, lo discontinuo y lo eventual algo de que agarrarse? Pregunta política, por cierto.

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