No puedo dejar de pensar en lo discontinuo. Lo contingente y discontinuo. Lo eventual, contingente y discontinuo. Lo que se va rápido. El agua corriendo, la espuma del mar rompiendo, el viento soplando, la manzana que como y está muy sabrosa. Visto desde un ángulo eterno, también las montañas. Cordones gigantes de tierra que creemos eternos, pero se mueven intensamente a velocidades imposibles de captar. Las piedras que están en jardín, parece que no se irán jamás, pero lo harán. Pienso en mi cuerpo que parece funcionar, pura contingencia, discontinuidad, un evento tan singular como efímero. Células naciendo y muriendo. Ya no soy el mismo de hace diez años. Siempre estuve naciendo y muriendo, como las bacterias que me permiten existir. Que nos las veo, pero que, menos mal, están allí. No están para mí, sólo están haciéndome, participando voluntaria o involuntariamente de una existencia contingente.
Breves reflexiones
Tariq Anwar / Sonido 1. La interrupción
Estética, SonidoEl sonido es una extraña interrupción. Una excitación del campo en el que se distribuyen los flujos… sonoros. No interviene en el silencio, sino en la historia del sonido, en su propia matriz. Es decir, el sonido se interrumpe a sí mismo, se toca produciendo una nueva onda de expansión, se abraza para transformarse. Se interrumpe para extrañarse una y otra vez. Para nosotros el sonido llega, nos envuelve, nos concentra y desconcentra, nos hace doler. He encontrado, incluso sonidos que me cuidan. Pero para sí mismo el sonido es sólo extrañeza, viaje cargado de indeterminación. Fuerza impersonal que incansablemente se altera, alterando el mundo.
Tal vez el ser de la metafísica habría sido más bello y terrible, más inquietante, si su creador hubiese cerrado los ojos un momento y escuchado el viaje del mundo.
Tariq Anwar / La fragilidad de la luz
LiteraturaLa luz llega desde todos lados. Luz que enceguece sin siquiera mirarnos. Podemos quedar sin vista de tanta luz, así dicen que le pasó a Moisés. Esa misma luz es la que se esparce ahora ya no desde un centro, sino desde cada cosa. Al final el profeta eligió la ceguera. Soberana estupidez. A nosotros en cambio, la luz nos rodea, lo hace todo blanco. Ante el dolor, hemos subido nuestros umbrales, hemos acomodado nuestra fotosensibilidad, sin saber que con ello renunciábamos a toda sensibilidad que no fuera la de unos ojos entrecerrados. Ahora, el mundo desaparece en su exceso de aparecer, y si lo disfrutamos es porque las luciérnagas ya no interpelan nuestra memoria. Esas luces frágiles, juguetonas, que solo iluminan a quien sabe mirar en la oscuridad.
Imagen principal: Elijah Gowin, Firefly Marks #6 , 2015