“La stásis y no la polis el conflicto intestino antes que la tranquilidad de la ciudad”. Rodrigo Karmy: Stasiología; guerra, formas-de -vida y capitalismo.
Tal vez, ya no haya nada que leer, sino más bien arrojarse al contagio material de los cuerpos y sus modos de evadir el ejército biopolitico de las formas lingüísticas y la performantividad disciplinante del texto, o habría que inventar otros clinámenes de lectura, un poco más salvajes quizás, que, como pentagramas animados, ritmen la metáfora de la elusión del signo, que el saber de turno pautea para armonizar los sentidos en la direccionalidad única de la conciencia letrada.
Los signos, que como metonimia de lo absoluto neutralizan los modos múltiples de expresión, que en disenso de lenguas serpentean los algoritmos del poder, y se yuxtaponen en guerra de posiciones para arrimarse en despliegue de coros ana-lfabetos, a la contra del decir imperial y su semiótica equivalencial.
La obsesión pedagógica por la lección muy bien aprendida, a propósito de estos cincuenta años agendados de pura gobernabilidad y pactos de gubernamentalidad neoliberal, constituyen las condiciones culturales para el despliegue unificante, estandarizado y cerrado del sucesivo “golpe estético” que modula la programación disciplinar y “la administración total de los sentidos”, según la relación hermenéutica sacrificial que todo saber oficial porta consigo. El conatus de los cuerpos no calza con la marcha monumental del progreso emancipatorio de la historia. Las formas- de- vida, su expresión material y bárbara, nada tienen que aprender, no se ajustan a la lección totalizante del nómos civilizatorio y la moral esclava de la episteme securitaria. Por otras cuerdas de la risa y los afectos se toma por detrás- se asedia- la gloria capilar del neo-fascismo liminal. La trama de la lucha de clases, la guerra civil planetaria, el conatus de los cuerpos no tienen educación ni cultura.
La experiencia no soberana y an-economica de la expresividad micro política de las revueltas contemporáneas , se vuelcan a la desobediencia desde el deseo emancipatorio de sus afectos cotidianos, el comunismo de sus barricadas nada tienen en común con la retórica unificante y universal de un futuro iluminado por el destello del progreso y su agenda de modernización, acumulación y devastación, sino más bien operan como interrupción activa del progresismo reaccionario, como inoperancia y detención que dislocan la aceleración ampliada e indiferenciada del capital.
Los fantasmas de la subversión, recorren desde el interior del fascismo neo liberal las pulsiones necro-políticas de su permanente mutación. Desde pensadores como Benjamín y Agamben, se ha revelado la potencia inactual que porta consigo la vida y “la memoria de las rebeliones”, para resistir desde los intersticios de la historia la opulencia iluminada de la explotación. Es así, como el movimiento de la escena rebelde actual, alejada de las cartografías historiográficas tradicionales, y de la pastoral teleológica de la racionalidad política moderna, ya no quedan comprendidas dentro de la “economía” de un saber absoluto, y ponen en suspenso la totalidad de ese discurso; el de la productividad, el del trabajo, el del valor, y la ley1 . Se trata de intentar leer y problematizar los “acontecimientos”; las rebeliones contemporáneas y las protestas populares, como levantamientos moleculares, históricos y materiales, que ya no responden a cierta demanda de “racionalidad estratégica, de sentido táctico y alcance subjetivo”. Los momentos insurreccionales y de sublevación, imposibles de reducir a una trama articulada por la principalidad planificada de un “saber” sobre los cuerpos, que intenciona sus movimientos desde un centro que los piensa hacia una finalidad determinada de la historia, y siempre en complicidad con la emergencia inminente del conatus de las potencias destituyentes, que en su urgencia an-arquica, no cesan de asediar el nihilismo axiomáticos de aceleración global del capital, en su etapa de simulacro y espectáculo imperial, desafían todo el entramado hermenéutico y categorial de la tradición política moderna . No hay en la estructura metafísica de la imaginación política clásica, como teoría de la historia, o como filosofía de la historia del capital2– en su textura geminada- topologías de razonamiento para pensar la singularidad, o el “no lugar” de indeterminación radical que abren los procesos históricos insurreccionales contemporáneos denominados revueltas populares.
Si el tiempo del despliegue de acumulación, y “sus formas abstractas de mercancías”, que subsumen la vida bajo los dispositivos cibernéticos de los flujos productivos, traen como reverso de esa “aceleración infinita de acumulación”, el deseo irredento de levantarse en protestas generalizadas por encima del nómos sacrificial que les oprime, es precisamente porque la singularidad de su afuera- la stásis3– que traen consigo, es un no-saber que desiste desde un punto ciego de la polis, la historicidad que le desgarra. Nada es tan definitivo, y la imaginación popular, la proliferación de las distintas formas- de- vida que las revueltas agitan como modos de sobrevivencia y rebeldía en los fragmentos de mundo en el que persisten y perseveran, desafían e impugnan el exterminio masivo con que la “oligarquía militar- financiera global” afasia la vida sobre la tierra.
A la luz de estas líneas de problematización, la pregunta sería: Si las revueltas suspenden la historia como continuum del capital; ¿podríamos afirmar que lo viviente se abisma en y con la desarticulación de toda forma de captura antropologizante de la existencia?
Se trata de abrir la pregunta an-arquica respecto del estatuto de lo sensible y su vínculo con la potencia común de la imaginación y sus formas de sublevación; pensar desde una “política del exilio” la singularidad irreductible de cualquier momento de insurrección, más allá de toda biopolítica de la emancipación y guion teológico de la historia.
Para abrir el libre juego de esta pregunta, y pensar la irrupción siempre latente de las distintas formas –de- vidas como “stásis” o “espacio rizomatico del interregno” tendríamos que asumir que el gesto de lo viviente siempre se fuga de los presupuestos teo- ontologizantes que los dispositivos del saber ejercen sobre ellos como biopolítica de las afecciones tristes y la pulsión de muerte que los asecha. La rebeldía siempre se muestra como un excedente material que no tiene cabida en ningún espacio jurídico de los modos institucionales del vivir, sean estos las tecnologías universitarias del conocer, o los dispositivos normativos de las vanguardias estetizantes y hegemónicas de la “ciudad letrada”. Más allá de la monumentalidad patrimonial del discurso milico – viril de los tecno-fascismos cotidianos, se levanta la rebeldía an-alfabeta de la trama discontinua de los excluidos del orden de la razón y su catequesis ilustrada. Como “revuelta de la teoría” se expresa la rabia micro política de los nadie, como felicidad parpadeante de un comunismo “expuesto a la fragilidad de la contingencia”; solo como un destello de apertura a la posibilidad de habitar un común descentrado y expuesto a los múltiples modos de estar reunidos en el mundo. Podríamos decir, siguiendo a Karmy en lectura de Benjamín, que la tradición de los oprimidos no pone en juego un “saber” “sobre la historia para abrirse paso en ella a un “futuro emancipado”, más bien podríamos intentar imaginar con él, que para los explotado y los “despojados de la tierra”, debiera ser suficiente para rebelarse, la crispación material de sus cuerpos maltratados en la historia, pues, la verdadera condición de toda irrupción subversiva, es el estatuto real y material del despojo. Creer que un discurso que ilumine las conciencias y las soberanice como subjetividades explotadas- la vieja conciencia de clases- es condición necesaria para superar las formas históricas de opresión, es una ilusión historicista. Lo que cuenta como verdad para levantarse no son los dispositivos de subjetivación de la teología política moderna – el fascismo es parte de ese horizonte epocal- sino más bien la aventura sensible de dejarnos tocar por el mundo y su historicidad abierta al contagio de la justicia, al interior de la articulación planetaria del capital y sus formas fácticas de devastación de lo viviente. Ni las pedagogías políticas antropologizantes e identitarias del culturalismo progresista, devenidas fabulas de lección estetizantes mueven la temporalidad descentrada de la razón imperial y su régimen de muerte, más bien, es el propio movimiento de la vida, el que nos advierte en el instinto, la posibilidad de arrancar un pedazo de mundo para hacer del vivir un mismo y solo instante de intensidad anónima e inapropiable del habitar; como ritmicidad topológica de los pueblos que se levantan contra la temporalidad dominante del saber necro-colonial.
No es la tecnología del archivo lo que moviliza a los nadie de la tierra para alzar la justa rabia de su supervivencia, es más bien la memoria de sus trapos y el pasar por el sufrimiento lo que irrumpe una y otra vez, como un soplo de “viento común”, en los anales de la dominación. Más allá de un sujeto supuesto saber; en las zonas sensibles del estar en el mundo con otros, “en la asamblea de los cuerpos”, en las líneas de fuga de la stásis, en el comunismo singular y mundano de las formas –de- vida, ya siempre ocurriendo, se disputa la historia que el azote de la guerra civil, la lengua del poder y el “simulacro imperial”, derrama sobre “los barbaros” de la tierra.
Tal vez, no hay lengua política que contenga la imaginación topológica de los nadie, su rebeldía profana y despojada de centro, crea e inventa relatos de libertad “por fuera de un mundo sin afuera”, recrea los mismos instantes de insurrección que su memoria dejo abiertos. La sublevación de los nadie se repite en metamorfosis de la misma “doble Sofía”4 que portan cuando en la intensidad de su ahora vuelven a incendiar la historia. La lengua del porvenir de pueblos se repite en la diferencia inatrapable de su instantáneo sublevarse. A la guerra contra las maquinarias del exterminio imperial se asoman a las calles en la discontinuidad de sus luchas. “Los pueblos sin nombres ni lugar”, que irrumpen intempestivamente, como zumbido molesto en los callejones de la historia, carecen de una cartografía cultural, pues toda cultura no es más que tecnología de guerra que dociliza las rabias de los cuerpos an-archivados, toda cultura es un dispositivo del látigo y la crianza que mira con desprecio la proliferación indomable de su rebeldía. Nada tienen que aprender los nadie para desactivar cualquier operador de sumisión que hable en nombre de la cultura y la humanidad, el fascismo y su metamorfosis neoliberal lo hace también, hablan en nombre de la humanidad que no cesan de asolar.
En coreografías de ritmos salvajes, el porvenir de los pueblos siempre escapa del teatro de la tristeza y la opresión que llaman cultura.
Para Fálsafa, quien me devolvió con el ritmo subversivo de su pluma, la alegría rebelde del estar juntos para resistir.
NOTAS
1 Sergio Villalobos Ruminott. Mayo del 68 y la crisis de la filosofía de la historia. Georges Bataille, Furio Jesi y América Latina.
2 Habría que detenerse en Marx, quien intento una crítica al horizonte político moderno como critica al capitalismo.
3 La stásis se expone como el origen an-narqico de toda polis, como lo que todo paradigma metropolitano no deja de supurar y desechar. No aparece como lo contrario al Estado, la comunidad y ley, sino como su irreductible abyección. Rodrigo Karmy. Stasiología; Guerra civil, formas de vida y capitalismo. Voces opuestas Ediciones, 2023
4 Rodrigo Karmy. Intifada, para una topología de la imaginación popular. Metales pesados, 2020